PRÓLOGO

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EL EXTRAÑO RETRATO

En el mundo moderno, las mejores cosas apenas están por llegar, la ingeniería moderna pego con fuerza y las nuevas tecnologías han opacado a los trabajadores convencionales.

Trabajos como la pesca se vuelven obsoletos, las empresas compran máquinas encargadas de recolectar peces y ya no es necesario contratar empleados.

En las playas de costarrica, extraños cadáveres de reptiles llegan. Los gobiernos dicen solo ser iguanas grandes con un estado de descomposición muy alto y por estar en el mar su cuerpo a crecido en tamaños exorbitantes.

Las olas del Pacífico rompían suavemente contra las costas de Costa Rica, trayendo consigo un nuevo día. Sin embargo, la tranquilidad habitual fue sacudida cuando un grupo de pescadores de Punta Arenas encontró algo inusual en sus redes.

—¡Es un monstruo! —gritó uno de los pescadores al ver la extraña criatura que yacía en la playa. La piel escamosa, las garras afiladas y los dientes enormes parecían pertenecer a una bestia prehistórica. Los pescadores, hombres curtidos por la vida en el mar, nunca habían visto nada igual.

El hallazgo fue rápidamente reportado a las autoridades locales. En pocas horas, la playa estaba acordonada, y científicos de todas partes comenzaron a llegar.

La doctora Elena Rodríguez, una renombrada bióloga marina, fue una de las primeras en examinar el cadáver.

—Esto es imposible —murmuró mientras estudiaba las muestras. —No hay registros de una criatura como esta. Parece algo sacado de un libro de ciencias.

Las noticias se propagaron rápidamente, atrayendo a periodistas y curiosos de todo el mundo. Días después, otro cadáver apareció en la playa de Jacó, más pequeño pero con características similares. Las teorías comenzaron a circular: ¿eran estos restos de una especie desconocida del océano profundo? ¿O tal vez animales modificados genéticamente?

Mientras tanto, en un pequeño aeródromo de San José, un piloto veterano llamado Enrique Morales contaba una historia que sus compañeros encontraban difícil de creer.

—No van a creer lo que vi desde mi aeroplano —dijo Enrique con voz temblorosa. —Estaba volando sobre unas islas cuando vi algo moverse en una de las islas. Era grande, muy grande, y se movía como si estuviera cazando.

Sus compañeros, acostumbrados a las bromas y exageraciones de los pilotos, no pudieron contener las risas.

—Vamos, Enrique, ¿en serio esperas que creamos eso? —dijo uno de ellos. —Tal vez estabas viendo una sombra o algo así.

Enrique negó con la cabeza, serio.

—Lo vi claramente. Parecía un reptil gigante, algo que no debería existir.

Las risas continuaron, y Enrique sintió la frustración creciente.

La doctora Rodríguez, intrigada por la conexión entre los cadáveres y la historia de Enrique, decidió investigar más a fondo. Se puso en contacto con él y le pidió que le mostrara exactamente dónde había visto a la criatura.

—Necesito ver esto con mis propios ojos —dijo ella, determinada.

Enrique accedió, y juntos planearon un vuelo sobre la isla. Mientras se preparaban para despegar, la doctora no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y temor. Si lo que Enrique decía era cierto, podría significar un descubrimiento monumental.

El vuelo fue tenso. Enrique mantenía una mirada fija en el horizonte, mientras la doctora Rodríguez observaba el paisaje en busca de cualquier signo de movimiento. Después de varias horas de sobrevolar la isla, vieron algo en la distancia.

—Ahí —señaló Enrique. La doctora Rodríguez entrecerró los ojos y pudo ver una figura moviéndose entre los árboles.

—¡Dios mío! —exclamó. La criatura era real. No era una ilusión ni una historia exagerada. Ahí, en medio de la isla, había algo que no debería existir.

—Tenemos que volver y reportar esto —dijo ella, su voz llena de urgencia.

Al regresar a San José, la doctora Rodríguez y Enrique presentaron sus hallazgos a las autoridades. Las respuestas fueron variadas; algunos estaban escépticos, mientras que otros estaban alarmados.

—¿Qué significa todo esto? —preguntó uno de los oficiales.

Enrique, sintiendo la frustración de ser ridiculizado, sacó un cuaderno de su bolso.

—He hecho un dibujo de lo que vi —dijo, mostrándolo al grupo. El retrato mostraba una criatura gigantesca, similar a un dinosaurio.

Las miradas incrédulas y las risas apenas contenidas se hicieron presentes nuevamente

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Las miradas incrédulas y las risas apenas contenidas se hicieron presentes nuevamente.

—¿Esperas que creamos esto? —dijo un periodista. —Es solo un dibujo. Podrías haberlo inventado.

Enrique cerró el cuaderno con un suspiro, sabiendo que, aunque hubiera dicho la verdad, la mayoría nunca lo creería.

Mientras tanto, los cadáveres continuaron apareciendo en las costas de Costa Rica, y la verdad sobre lo que habitaba en esa isla remota seguía oculta.

No fue hasta que un paleontólogo, llego antes que el gobierno.

Tomo al animal de un metro más o menos, lo llevo hasta su remolque y lo coloco en la mesa, el olor putrefacto del animal era evidente.

Empezó a sestear con sus manos el animal, vio las patas
Las patas.
Sintió escalofríos cuando la subió

En la pata derecha tenía un código de barras, un código grande y un número que lo identificaba, con las letras en grande INGEN debajo.

El animal había sido criado por alguien.

Le tomo unos instantes darse cuenta. Que esté ser del pasado fue creado por alguien.

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Gracias por leer, he de admitir que la parte del avión fue hecha por chatGPT por qué no tuve inspiración para hacerla yo, pero descuiden, solo fue esa parte, de ahora todo será escrito por mí.

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CORRER O MORIR (Isabel Myers x TN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora