ʟxxᴠɪ﹣ ᴛʜᴇ ᴡᴀʀ

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la guerra

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la guerra

—Dulce y temerosa Elizabeth, el escape fue tuyo, y no lo hiciste con nada más que con tu fuerza. Simplemente tienes que saber de donde buscarla.

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Elizabeth asintió, escuchando al león.

—Es hora de que Narnia despierte, pero para ello es necesario que tú estés en el campo de batalla... Es hora de partir.

Sin perder ni un segundo más, Elizabeth y Ceres dieron la vuelta y empezaron a correr a toda velocidad hacia el altozano.

Mientras más se acercaban, más notable se hacía una gran bulla proveniente del lugar.

Los gritos de guerra y cañones llegaban hasta ellos, obligando a aumentar la velocidad.

A pocos metros del lugar, Elizabeth vio una flecha dirigirse directamente hacia ellos desde los cielos, por lo que desenvainó su espada y, en el momento que llegó frente a ella, la partió en dos.

Finalmente, llegando a los finales del bosque, Lizzie logró ver los miles de soldados telemarinos que atacaban duramente a los pocos narnianos.

En el momento en el que la castaña llegó al campo de batalla vio a los soldados de Miraz atacar directamente la antigua estructura del altozano, haciendo que empezara a caer...

Notando la gravedad de la batalla que se encontraba frente a sus ojos, Elizabeth tragó en seco y se inclinó hacia Ceres.

—¿Estás listo?

El caballo relinchó.

—A donde tú vayas te seguiré —dijo el corcel—. Nací para esto.

Elizabeth sonrió, dirigiendo su mirada hacia el pequeño espacio entre dos tropas telemarinas.

—Vamos.

La muchacha guardó su espada, levantando sus manos junto a ella en el momento en el que Ceres empezó a correr, directamente hacia las tropas telemarinas.

Cerrando los ojos por un segundo, Elizabeth sintió el viento golpear su rostro, y, en el momento en el que un soldado soltó un grito alertando de su presencia, ella abrió los ojos, elevando las manos en el momento exacto en el que pasó junto a los telemarinos, haciendo que todos los hombres que la rodeaban salieran volando salvajemente.

Lizzie vio cómo su acción alertó a otra onda de guerreros, que empezaban a voltearse hacia ella; sin embargo, en el momento en el que uno de ellos hizo un ademán de correr hacia ella, una enorme llama lo rodeó, quemándolo por completo y haciéndolo gritar.

Ante el sonido, Elizabeth elevó el rostro, haciendo que varios de los hombres la reconocieran.

—¡La bruja! ¡Escapó de su celda!

La muchacha sonrió y, deteniéndose a unos metros de ese nuevo grupo, convocó una pequeña bola de fuego la cual, en el momento que fue arrojada, aumentó su tamaño hasta causar una explosión entre los soldados.

Sin permitirse gastar más tiempo ellos, ni esperar a que se recompusieran, la castaña avanzó hacia el punto en el que ambos bandos luchaban espada contra espada.

Arrojando llamas con ambas manos y arrojándose contra todos los telemarinos que se encontraban en su campo visual, Elizabeth se hizo notar ante algunos de los narnianos, quienes al verla empezaron a clamar de la alegría.

Sonriendo una vez más, se dirigió hacia su caballo.

—Ceres, tumba a todos los que puedas —dijo la muchacha apoyando ambas manos sobre él, lista para saltar—; voy a ir sola ahora.

El caballo pensó en protestar, pero la clara decisión de Elizabeth no se lo permitió, pues, en el momento en el que tuvo la oportunidad, saltó del corcel, sacando su espada a la vez y se dirigió directamente hacia el primer soldado al que vio.

Mientras con una mano movía su espada para atacar a su actual oponente, con la otra lanzaba llamas a los telemarinos que se encontraban cercanos a ella, ayudando a muchos de los narnianos.

Centrando por un momento toda su atención en el soldado contra el que peleaba, movió su espada con rapidez y lo golpeó en la clavícula a la vez que le daba una patada en la espinilla, haciéndolo caer.

Tomando un segundo, Lizzie miró a su alrededor, localizando finalmente a su hermano luchando con un soldado de alto rango en el área de duelos.

Una enorme ola de alegría la rodeó en cuanto lo vio, sin embargo, al ver que luchaba con un ligero cojeo, se dio cuenta de que requería su ayuda.

Rápidamente, la muchacha centró su atención en alcanzar a Caspian mientras luchaba con quienes se atravesaban en el medio.

Ideando un ataque, la muchacha lanzó estocadas, recibió golpes y lastimó a muchos de los hombres de Miraz.

Elizabeth se encontraba ya a pocos metros de su hermano cuando un soldado se plantó frente a ella.

En el momento en el que levantó la vista lo reconoció al instante; era uno de sus carceleros, un hombre con una sonrisa terriblemente cruel y con unas manos de lo más desagradables.

—Veo que escapó de su celda, princesa —dijo el hombre con burla, levantando su mano para dirigirla a su rostro.

Con disgusto, Elizabeth la apartó e intentó dejarlo de lado para seguir con su camino; sin embargo, el hombre la tomó del antebrazo.

Siguiendo una repentina ola de ira ante el hombre que tanto la había lastimado, la castaña ignoró todo lo que se hallaba a su alrededor, centrando su atención en el asqueroso soldado.

—Es hora de que pagues por todo lo que me hiciste ahí. —murmuró la muchacha, levantando la espada una única vez para rasgar la cara del hombre, quien, al esperar un duelo simple, había dirigido su arma hacia otro lado, recibiendo un corte desde su frente hasta su barbilla en un corte liso pero profundo.

Mientras él soltaba su arma para dirigir sus manos a su rostro, gritando, Elizabeth enterró por un momento su espada en la tierra, decidida a acabar con aquel hombre por completo.

Recordando cada latigazo, cada incómodo toque y cada sonrisa lasciva, la castaña hizo aparecer llamas en ambas de sus manos, y, mientras el hombre se arrodillaba del dolor, ella tomó su rostro con las manos prendidas en fuego, provocando que un ruido ensordecedor escapara de la garganta del soldado.

Viendo su rostro contorsionarse, y las llamas rodearlo por completo, Elizabeth sonrió, sintiendo por primera vez la más profunda sed de lastimar a alguien.

Entre sus manos todo el cuerpo del hombre se prendió en sus llamas, apagando su voz; sin embargo, ella no lo soltó ahí, ni tampoco lo hizo cuando el pulso del hombre abandonó su cuerpo. La muchacha, mientras sin siquiera notarlo llevaba su magia mucho más allá de ella, mantuvo el rostro del telemarino hasta que éste desapareció en cenizas...

Por un momento olas de calor rodearon todo el campo una por una, haciendo que por un momento ambos bandos se detuvieran.

Al notar el completo silencio, Elizabeth levantó el rostro y tomó su espada, haciendo que las cenizas que se posaban en sus manos cayeran por completo al suelo, desapareciendo con el viento, y sin darle importancia a aquello, la castaña sonrió mientras llamas que desprendían de ella empezaban a rodear el campo.

—Soy Elizabeth Phoenix —gritó, sintiendo como todas las miradas se posaban en ella—. Soy la heredera de esta nación, y estoy aquí para acabar con el mandato de Miraz, con sus soldados y con todo aquello que apoye a aquel asesino.

La gente observó, algunos con asombro y otros con temor, el aura roja que la rodeaba por completo, y el brillo del mismo color que desprendía de sus ojos.

—El día de hoy declaro que Narnia va a volver a nacer, y cualquiera que se posicione en contra de ello y de las criaturas que aquí habitan, pues, debe prepararse para morir.

Manteniéndose firme, Elizabeth vio entonces como un telemarino gritaba.

—¡Ataquenla!

La muchacha vio como muchos acataban sus órdenes; sin embargo, no flaqueó.

Gritando a los narnianos que se posicionaran tras ella, la muchacha esperó con cama, poniéndose de rodillas sobre la destrozada hierba, pensando claramente en las palabras de Aslan.

—Narnia debe despertar —susurró, reprimiendo las palabras del león y apoyando sus manos en el suelo.

A la distancia un enorme rugido se escuchó y una sonrisa se apoderó de los labios de Elizabeth, quien se puso de pie.

Viendo como los soldados corrían hacia ellos, Lizzie suspiró y empezó a dar órdenes.

—Arqueros, muévanse hacia los árboles; rodeen nuestro lado del campo; centauros y corceles, encarguense de tirar a todo el que puedan, y el resto, ataquen. —dijo mirando directamente al bosque, esperando algún tipo de indicación.

Un murmullo se escuchó tras ella en el momento en el que Caspian y tres de los Pevensie llegaron a su lado.

—Escapaste... —murmuró su hermano, mirándola con asombro.

—Lo hice, luego te cuento que tal fue. —respondió con un ligero toque de humor, viendo como cada vez los telemarinos se acercaban más y más.

—¿Qué estás esperando? —preguntó Peter con el sueño fruncido.

Sin embargo, antes de que Elizabeth pudiera responderle, un movimiento se hizo notar desde el bosque, y entonces entre los telemarinos empezaron a surgir decenas de árboles.

—¡Eso es lo que esperaba! —la muchacha sonrió, viendo a los árboles empezar a atacar—. ¡Ahora!

Los centauros y caballos corrieron junto a Lizzie, directamente hacia los telemarinos, mientras que ella arrojaba llamas a los hombres que se alejaban de los árboles y seguían hacia ellos.

Elizabeth intentaba aislarlos, gritando órdenes para que no los dejaran avanzar mientras luchaban.

Los quería a todos en un solo lugar, así sería más fácil acabar con la batalla.

Elizabeth y Caspian estaban luchando espalda contra espalda con dos soldados, concentrándose totalmente en ellos.

Los telemarinos arrojaban cañones intentando acabar con los árboles, los cuales podían derribar a varios soldados a la vez, haciendo que los narnianos pudieran enfrentarlos con mayor facilidad, ganando una gran ventaja.

Cuando hizo claro que los telemarinos no tenían oportunidad para ganar en aquel momento, Lord Glozelle, un cruel consejero de Miraz, llamó a la retirada discretamente, haciendo que poco a poco los soldados empezaran a huir del campo.

Al notar entonces que todos ellos corrían con desespero para utilizar la salida del río hacia el castillo, Elizabeth empezó a seguirlos, llamando a los narnianos para que hicieran lo mismo.

No podían dejarlos escapar.

Junto a Lizzie, Peter, Susan, Edmund y Caspian se dirigieron hacia el río viendo cómo los telemarinos empezaban a cruzar el puente.

—¡Se escapan! —grito un minotauro corriendo hacia ellos para intentar tumbar al agua a algunos soldados, sin embargo, al ver que estos no avanzaban, Elizabeth soltó un claro grito.

—¡Alto! —el minotauro la vio, y al ver su señal, retrocedió, dando paso a Elizabeth para ver el por qué se habían detenido.

La casta sonrió al ver que al otro lado del puente se encontraba Lucy Pevensie, acompañada de...

—¡Aslan! —gritó Peter tras ella.

Los soldados observaron por un momento su opción más viable; sin embargo, al darse cuenta que al otro lado del puente solo había dos personas, lo vieron como la forma más fácil.

—¡Atacar! —gritó el consejero, corriendo hacia el león; sin embargo, se vio interrumpido cuando este rugió con fuerza.

Por un momento no ocurrió nada, pero pronto Elizabeth vio cómo las aguas empezaban a moverse con rareza, y entonces por el río avanzaba una enorme ola de agua.

Lizzie vio cómo esta tomaba la forma de un humano enorme justo antes de que los soldados empezaran a correr hacia ellos, buscando escapar de aquel extraño ser.

Pero la muchacha, quien no pensaba dejarlos escapar, levantó ambos brazos, haciendo que una enorme línea de llamas se posicionara a su lado, extendiéndose varios metros hasta rodear todo su lado del puente, impidiendole a los soldados salir de él.

El ser de agua elevó el puente entre sus manos, haciendo caer a todos los soldados, haciendo que algunos cayeran a los lados del río, mientras que otros se ahogaban por completo.

Entonces, el agua volvió con tranquilidad al río, dejándolo con una baja altura y permitiendo entonces el paso hacia el otro lado.

Los telemarinos, que estaban extremadamente asustados, no se movieron al ver al león del otro lado. Sin embargo, los narnianos, al reconocer a Aslan frente a ellos, cruzar fue todo lo que deseaban.

Elizabeth hizo desaparecer las llamas y, junto a su hermano y los Pevensie, cruzó el río, hasta que los cinco se encontraron finalmente ante la enorme criatura, el creador de Narnia.

El grupo se puso de rodillas ante él, bajando la cabeza en una reverencia.

—De pie, reyes y reinas de Narnia. Los Pevensie se elevaron; sin embargo, Lizzie, quien había levantado la cabeza hacia el león, y Caspian, se mantuvieron de rodillas.

—Todos ustedes, —aclaro, mirando a los Phoenix—, príncipe y reina.

—No sé si estoy lista... —empezó Elizabeth, mirando al león.

—Durante toda tu estadía en Narnia has luchado. Viniste enfrentando un terrible camino, fuiste encarcelada, y aún así te liberaste, todo para salvar a tu pueblo. Creeme, Elizabeth, estás lista.

La castaña se puso de pie, al igual que su hermano, y entonces miraron a su alrededor.

Los narnianos cruzaban con dificultad el río; había algunos heridos, pero entre todos se estaban apoyando.

—Este es tu pueblo, Elizabeth, y es tu deber cuidarlo y protegerlo, ¿lo comprendes?

Lizzie dio una mirada más y sonrió hacia Aslan.

—Lo hago.

—Y ahora que Mira no está, tú puedes reclamar tu corona.

Elizabeth frunció el ceño asombrada.

—¿Cómo que Miraz no está?

—Murio —dijo Peter a su lado, antes de rectificarse—. Más bien lo asesinaron, su consejero.

Elizabeth miró a Caspian sin comprender.

—Hubo un duelo, Peter y Miraz lucharon, luego yo lo hice y lo vencí... Pero no lo mate—dijo su hermano. Elizabeth sonrió y puso una mano en su brazo, instándole a seguir. No iba a haber batalla; habíamos ganado limpiamente; él tenía que seder su corona... Yo... pensaba buscarte en su palacio, aunque una parte de mí pensaba que tú habías muerto —hizo una pausa antes de abrazarla—. Lo siento tanto.

Sin dudarlo, Lizzie le devolvió el abrazo.

—Está bien, todo está bien, Casp. Todo acabó.

El león hizo un pequeño sonido, haciendo que se separaran.

—Aun falta algo... Pero creo yo que es algo para preocuparse luego. Ahora hay otra cosa para hacer.

—¿Qué cosa? —preguntó la castaña.

—Una coronación.

 —Una coronación

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2356 palabras

Holaaa

¿Qué tal todo?

Se que no es el mejor capítulo... pero es que quería publicar algo por el cumpleaños de Harry ❤️‍🩹❤️‍🩹❤️‍🩹

Necesito desesperadamente que estén juntos otra vez

Gracias pro todo su apoyo!!!

Fabs fuera 🐎

𝐸𝑙 𝑁𝑢𝑒𝑣𝑜 𝐿𝑒𝑔𝑎𝑑𝑜 ⇝ ʜ.ᴊ.ᴘᴏᴛᴛᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora