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El primer rayo de sol se filtró a través de las cortinas de la pequeña habitación compartida por Kageyama Tobio y Hinata Shoyo en la residencia del equipo Karasuno. El silencio matutino fue interrumpido por el agudo "¡Despierta, Bakayama!" que resonó en la habitación. Hinata, con su inagotable energía, ya estaba en pie, realizando una serie de estiramientos y flexiones en el suelo, su cabello aún despeinado del sueño.

Kageyama, en la cama de abajo, se revolvía entre las sábanas con una expresión de malhumor. La luz del sol le daba directamente en la cara, molestándole. Intentó cubrirse con la almohada, pero el sonido persistente de Hinata no le dejaba dormir.

—¡¿Qué hora es, Hinata?! —gruñó Kageyama, la almohada parcialmente tapándole la voz.

—¡Es hora de entrenar! —Hinata gritó con un entusiasmo inagotable, mientras intentaba sin éxito sacar a Kageyama de la cama.

Kageyama se incorporó lentamente, frotándose los ojos mientras trataba de despejarse. Aunque el cansancio seguía siendo evidente en su rostro, había una leve sonrisa que se asomaba en sus labios. Desde que habían comenzado su rutina matutina, que incluía estiramientos y ejercicios ligeros antes de que el sol saliera por completo, había llegado a apreciar estos momentos con Hinata. A pesar de su actitud habitual, la energía de Hinata le había contagiado un nuevo enfoque hacia el entrenamiento.

Ambos se prepararon rápidamente. Hinata, siempre optimista, intentaba motivar a Kageyama con historias y chistes mientras se dirigían a la cancha de entrenamiento. Su entusiasmo era contagioso, y Kageyama, aunque a regañadientes, se dio cuenta de que estos momentos no solo fortalecían su cuerpo, sino también su conexión.

Llegaron al área de entrenamiento y comenzaron con su rutina. Hinata estaba inmerso en sus saltos y movimientos, sus ojos brillando con determinación. Kageyama, aunque más reservado en su enfoque, seguía de cerca el ritmo de Hinata, su mirada fija en cada uno de sus movimientos. Aunque no lo demostraba, se sentía satisfecho con los progresos de Hinata.

Durante el entrenamiento, Kageyama aprovechaba cada oportunidad para ajustar la técnica de Hinata. Aunque solía ser brusco en su enfoque, había un toque de cuidado en su voz cuando corregía a Hinata.

—No solo se trata de velocidad, Hinata. La técnica es fundamental. —Kageyama decía con paciencia, mostrando un lado que pocos conocían.

Hinata asintió, absorbiendo cada corrección con una mezcla de gratitud y entusiasmo. Aunque a veces la actitud exigente de Kageyama le parecía dura, sabía que era por el bien del equipo y por su propio crecimiento.

Al final de la sesión, ambos estaban exhaustos pero satisfechos. Mientras se dirigían de regreso a la residencia, Hinata no podía dejar de comentar sobre la mejora que sentía en su juego.

—¡Hoy ha sido increíble, Kageyama! Siento que he mejorado mucho.

Kageyama, aunque normalmente no mostraba mucha emoción, asintió con una leve sonrisa.

—Sí, también lo creo. Aunque hay mucho más por hacer, lo estamos logrando.

Mientras se dirigían a la residencia, Kageyama se dio cuenta de cuánto había cambiado su perspectiva. Los entrenamientos matutinos con Hinata no solo eran una rutina, sino una oportunidad para fortalecer no solo sus habilidades, sino también su relación. La energía y el optimismo de Hinata habían traído un nuevo propósito a su vida, y aunque no siempre lo expresaba, estaba profundamente agradecido.

Entre el Voleibol y las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora