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Ya no era un héroe.

Y la gente nunca sabría que fue uno.

Aún con su antiguo y joven cuerpo, hizo una reverencia ante la princesa luego de presentarle el instrumento del tiempo, se dio media vuelta, y desapareció por los jardines, dejando que los guardias lo empujasen hasta la salida.

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Te habían pedido cuidar de los cucos mientras su dueña se encontraba de viaje visitando a unos familiares. Agarraste un puñado de maíz seco y lo tiraste al corral. Viste como las aves casi se turnaban para comer, no peleaban entre ellas.

Oh, pero pobre de aquel que osase molestarlas.

—Señorita.

Escuchaste una voz tras de ti.

Al darte vuelta, había un hombre encapuchado. Sentiste leve desdén al responderle, y pudiste notar que él se dio cuenta.

Con lánguidos movimientos, este se descubrió la cabeza, dejando ver su enmarañado cabello dorado y su sucio rostro. Intentó dar una sonrisa pero se vio incapaz.

—¿Hay por aquí una posada donde descansar? —Dijo con voz seca.

—¡S-si! —Estabas emocionada de poder albergar a un viajero. Podías notar como en sus ropas y artefactos habían cientos de viajes y aventuras sin contar— La casa de al lado. Iré en un momento.

Volvió a ocultar su cabeza en la capucha mientras se dirigía al lugar indicado.

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Cuando entraste por las puertas de tu posada, echaste un vistazo al reloj de la pared y sólo allí te diste cuenta que había pasado casi tres cuartos de hora.

—Oh, no...—Temías que tu único inquilino en días halla decidido marcharse ante la falta de compromiso de tu parte, pero lo encontraste sentado en el sillón de espera, cabizbajo—¡oh! Disculpe la demora. Cuidar de una pequeña granja es más difícil de lo que parece. ¿Desea una habitación por la noche?

—Un par de noches, de hecho.

—¡Perfecto! —Sacaste de debajo del escritorio un cuaderno, toallas y sabanas— Necesito su nombre y firma. En un momento iré a dejar agua.

El chico se levantó, tomó sus cosas y caminó hacia ti. No pudiste evitar pegar un ojo a lo que traía en su espalda: Una reluciente espada plateada, con un mango café recubierto de cuero.

—La primera habitación a la derecha.

Firmó, tomó las cosas, dijo <<Gracias>> y se marchó hacia su lugar de descanso.

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—Bien...¿cómo era esto? —Dos grandes garrafas vacías descansaban a tus pies mientras tu cuerpo se balanceaba a la orilla del pozo de agua de Kakariko.

Estaba peligrosamente vacío. Bueno, un poco menos de la mitad, pero era preocupante pues faltaba menos de un mes para que comenzara el invierno, y cada vez estaba más vacío. La gente no podría sobrevivir mucho más.

Ataste una cuerda a una de las garrafas y la lanzaste cuidadosamente hacia dentro del poco. Escuchaste un "splash" y halaste con fuerza.

Tan sólo se había llenado a la mitad, por lo que volviste a tirarla. Esta vez hizo un sonido más grabe. Esperaste unos segundos y halaste con más dificultad.

Ahora estaba llena.

Desataste la cuerda y a ataste a la otra garrafa vacía. Volviste a hacer lo mismo que la primera vez, sólo que ahora no se hoyó nada. No se escuchaba el sonido del agua, o el de la garrafa chocando contra las paredes del pozo.

Héroe (LinkxReader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora