05. BURNING PILE

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CAPÍTULO  CINCO

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CAPÍTULO  CINCO.
PILA    ARIDIENTE

La noche en Desembarco del Rey era profunda y silenciosa a diferencia de los días agitados y demasiado ruidosos para el gusto de Emeline Lannister que disfrutaba más de un cielo oscuro y despejado que mostraba un manto de estrellas brillando sobre...

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La noche en Desembarco del Rey era profunda y silenciosa a diferencia de los días agitados y demasiado ruidosos para el gusto de Emeline Lannister que disfrutaba más de un cielo oscuro y despejado que mostraba un manto de estrellas brillando sobre ella. La brisa suave traía consigo el aroma del mar cercano, mezclado con el leve olor a madera quemada de las antorchas encendidas en los patios más bajos del castillo. Se encontraba en el balcón de piedra de sus aposentos, un lugar que había llegado a considerar como su pequeño refugio en la Fortaleza Roja por lo solitario y personal que era.

Había pasado esa última hora sentada en su escritorio con la pluma en mano, redactando una carta a su madre en Roca Casterly. Las palabras salían con una mezcla de nostalgia y cariño, sin dejar entrever la verdadera soledad que a veces la embargaba en aquel lugar tan lejos de su hogar. Fue especialmente cuidadosa al redactar sabiendo que las paredes de la Fortaleza Roja tenían oídos, y que las cartas, por más bien selladas que estuvieran, podían ser leídas por ojos ajenos. Así que, mientras relataba sus días en Desembarco del Rey, sus descripciones se mantuvieron limitadas a los eventos más triviales y socialmente aceptables. Se refirió a la última cena organizada por la Reina Alicent, de los paseos que daba por los jardines, de la compañía de la princesa Helaena Targaryen, y de cómo se mantenía ocupada con los deberes que la vida en la corte le imponía. Sin embargo, a pesar de las palabras y las frases que llenaban la página, la verdad más importante permanecía oculta.

No mencionó ni una sola palabra sobre sus encuentros con el príncipe Aemond Targaryen. No escribió sobre el libro de poesía que él le había recomendado, ni sobre la tensión latente que había sentido en su último encuentro. No dijo nada acerca de las miradas furtivas que se cruzaban en los pasillos o los pensamientos que él despertaba en su mente. La pluma no trazó en el papel ninguna de las inquietudes que la asaltaban desde que Aemond había comenzado a mostrar un interés que, aunque disfrazado de frialdad, no pasaba desapercibido.

Con el tiempo, aprendió que la prudencia era una aliada.

Al terminar la carta, la leyó una vez más, asegurándose de que cualquiera que la leyera pensaría que la joven Lannister simplemente estaba disfrutando de su vida en la capital. Satisfecha, selló la carta y la dejó a un lado, para ser entregada a primera hora de la mañana.

Gloria Regali   ⚝   Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora