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No era algo que hiciera a menudo.

Fingir estar dormido cuando en realidad estaba despierto.

Más aún cuando Naruto incluía el detalle particular de que su cabeza estaba recostada sobre el regazo de Shizuka y que dicha enfermera lo estaba acariciando.

Eran alrededor de las nueve o diez de la mañana cuando Naruto había presenciado cómo Shizuka empezaba a despertarse de su letargo, quizá un poco engañoso, pero el rubio varón quería saber cómo reaccionaría y se sentiría ante su presencia después de los acontecimientos de ayer.

Y así, le permitió pensar que seguía dormido mientras ella se iba tranquilamente a lavarse los dientes y la cara antes de volver y, para su sorpresa, ajustarle suavemente hasta que estuvo cómodamente sentada en la cama con la cabeza apoyada en sus muslos.

Que él apoyara la cabeza en su regazo no era nada nuevo, pero lo que sí era nuevo eran los dedos que le recorrían la cabeza, las uñas que le arrastraban suavemente por la piel antes de que ella las retirara para repetir el proceso una y otra vez.

Shizuka empezó a tararear. Una melodía relajante que ayudaba a aliviar sus sentidos, apagando cualquier preocupación o miedo inconsciente que albergara en el fondo. Aunque Naruto hizo todo lo posible por no hacerlo, su propio cuerpo se relajó por sí solo mientras la voz de Shizuka teñía toda la habitación con su serenidad.

Entonces, con una transición perfecta, los dedos que recorrían su pelo se desplazaron antes de llegar a su rostro, y los dedos índice y corazón de ella trazaron las líneas exteriores de su cara y mandíbula con sumo cuidado. Acarició sus rasgos con curiosidad desenfrenada.

Finalmente, su exploración la llevó a un lugar que tenía a Naruto como masilla en sus manos, con los pulgares situados sobre las marcas de bigotes inscritas en sus mejillas antes de frotar sobre ellas.

La mera sensación era como un tranquilizante, era como si el propio concepto del sueño adoptara una forma física, agarrándolo por los tobillos y arrastrándolo hacia un océano de somnolencia que amenazaba con sobrecargar sus receptores nerviosos.

Shizuka suspiró en silencio, un suave sonido de satisfacción mientras sostenía el rostro de su persona más preciada entre las palmas de sus manos.

Unos ojos dorados miraron hacia abajo, dibujando los atractivos rasgos del joven al que se había hecho muy amiga en los últimos tres años.

Una sonrisa triste se dibujó en su rostro.

¿Por qué tenía que ser tan injustamente guapo?

¿Por qué tenía que ser alucinantemente encantador y dulce?

¿Y por qué tenía que declarar con tanta seguridad que la amaba?

Shizuka tenía ganas de llorar.

Durante toda su vida, y especialmente en su edad adulta, no la habían visto más que como una tonta cabeza hueca que era más bien un estorbo en su trabajo, o como una gran zorra por tener unos pechos y un culo más grandes de lo normal.

Algo que no había pedido y que a veces se había maldecido por tener durante la mayor parte de su vida adolescente y adulta.

Porque no había día en que la gente no la juzgara simplemente por ser más curvilínea y pechugona que la mujer media.

A veces podía ser una cabeza hueca, pero seguía siendo una mujer inteligente.

Y en ningún caso era una zorra.

La gente la miraba y enseguida asumía que era una zorra de primera o alguien desesperada por recibir atención sexual.

Demonios, en el hospital la veían como un lastre porque la mayoría de sus compañeros habían asumido que utilizaba sus... dones para obligar a sus instructores a darle mejores notas y que, por lo tanto, era incapaz de hacer bien su trabajo como enfermera.

Naruto - ¿Es La Cura?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora