Primera Parte

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–Bilal. Cada noche, cuando Zahra y yo nos íbamos a dormir, nos asomábamos en la ventana para mirar el cielo, y observábamos cómo el firmamento estaba lleno de estrellas. Estrellas, que en un momento u otro, se iban acercando y hacían tambalear Al-Aqsa.

En efecto, la inocencia de dos niños de trece y cinco años, jamás pudo llegar a pensar que fueran bombas.
En ese momento, la piel de Zahra se volvió blanca como el Jazmín.

–Zahra. Bilal, se llevaron a nuestros padres. ¿Nos iremos nosotros también?
–Bilal.  Esa fue nuestra primera muerte. Zahra, esta vez tenemos que vivir.

Memorias del Oriente MedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora