HUELLAS DE GIGANTE

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¿Qué me dirías si te dijese que existía un "gigante", que consiguió domar a una de esas bestias? Así es, se llamaba Omar. Era un niño de no más de metro y treinta, de tez oscura y cabello desordenado con reflejos dorados. Un día, estando con sus amigos, decidieron jugar a tirar piedras con un tirachinas hecho con dos trozos de madera, y una hoja de parra.
–Said. venga, Omar. ¡Te reto a que sobrepases el árbol con la piedra!
–Hakim.  Sí, sí. No tengas miedo. Si nos ven, saldremos corriendo.

Omar lanzó la piedra como le pidieron, y esta, se coló en una de las casas que el ejército israelí ocupó. Se empezaron a oír voces graves desde la casa, y los niños salieron corriendo. No obstante, Omar intentó saltar desde la última rama del árbol, en donde se encontraba, y cayó al suelo.
De pronto, una gran sombra, obligó a Omar a levantar la vista. Así es, era uno de los soldados. Intentó leer el nombre de este, pero por suerte o por desgracia, estaba escrito en hebreo. ¿Porque a quién le interesaría saber el nombre de la persona que le daría muerte?
El chico cogió rápidamente la última " munición" que le quedaba, y apuntó al soldado, que también le estaba apuntando con un arma. Ninguno de los dos dijo nada, solo se oían las respiraciones descontroladas del chaval. Bastaban diez segundos para cambiar el destino de ambos. Si el sionista mataba al palestino, este le habría robado la vida. En cambio, si no lo hacía, el palestino le habría arrebatado la dignidad al sionista.

Pasados unos segundos, las lagrimas del sionista empezarón a brotar como dos manantiales. Entonces, ocurrió lo inimaginable, el soldado israelí perdió su dignidad.

Memorias del Oriente MedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora