Recuerdos

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Al llegar a la sala de reuniones de la ONU sintió el frío del aire acondicionado golpeando su cara, al voltear a los lados pudo ver a Estados Unidos señalando a URSS. Alemania con confusión se acercó a URSS buscando algo que le indicara que quería el americano. Al llegar notó que su nombre se encontraba al lado de él. Se tendría que sentar con URSS.

«Verdammt» 

Alemania tocó el hombro de URSS para saludarlo, sabía que iniciar así aliviaría la tensión con el soviético.

La URSS se volteó tan rápido como sintió el toque del tricolor, y después de mirarlo de cabeza a pies, le entregó una breve sonrisa y le señaló su asiento. 

— Danke... — agradeció y comenzó a revisar quién se encontraba a su alrededor.

Al lado se encontraba la silla de Japón, lo cuál era muy bueno ya que así no tendría que entablar conversación con URSS y podría concentrarse en alguna cosa extraña o de terror que Japón le contara. 

Sin embargo, el japonés no se encontraba en la sala y por más que Alemania buscará con la mirada por todo el lugar no lograba encontrar a ningún albino con un punto rojo en el medio de su cara, no le quedó de otra que ver a URSS, no iba a mirar a Estados Unidos, eso sería raro, URSS sabía en cambio que mirar fijamente a alguien era costumbre de Alemania y no solo una fijación extraña que muchos ya se podrían estar imaginando

Los recuerdos volvieron a invadir a Alemania, tener a URSS a unos cuantos centímetros de él le hacía recordar todo tipo de cosas, desde a su padre hasta su hermana, incluso lo divertido que era pasar las noches en casa del soviético junto con sus hijos

...

En las frías calles de Berlín caminaban felizmente unos pequeños niños de tan solo 4 años, sus ojos miraban felizmente por las ventanas de los comercios en busca de algo interesante. Uno de ellos posó sus ojos en algunas ventanas rotas pero no le tomó importancia y siguió su camino mientras su padre lo seguía por detrás. Jamás habían ido a Berlín, lo cuál era curioso ya que eran sus tierras. 

No salian mucho de su casa en Múnich, normalmente se quedaban dentro dónde los ojos de los sirvientes pudieran verlos y vigilarlos constantemente, y en caso de travesura, avisarle a su padre para castigarlos. A veces no sabían si su padre los quería mucho o si tan solo estaba buscando un motivo para incarlos sobre piedras frías afuera de casa.

— Alemania, Democrática, vengan acá — llamó su padre con su sería voz.

Los niños voltearon a ver a su padre inmediatamente. La niña obedeció sin dudar apenas se le dió la órden, pero el niño se tomó la pequeña molestia de ver hacia el otro lado antes de ir hasta su padre.

— ¿Por qué hay tantos soldados? — preguntó el pequeño a su padre tomándolo de la mano cómo su hermana y gemela lo hacía.

— Por nada, no te incumbe.

Sentenció el hombre destruyendo la curiosidad de su hijo de una sola patada. Alemania no volvió a preguntar y tan solo se limitó a tratar de investigar con su propia mirada, sin lograr nada.

Sin embargo, y cómo si no aprendiera, otra pregunta rondó por su cabeza y casi salió de sus labios, pero se calló rápidamente.

La pregunta se le acaba de ocurrir, ya que se le hacía curioso que su padre lo llamara a él y solo a él Alemania mientras que a su hermana la llamaba Democrática, se le hacía curioso ya que ambos tenían "Alemania" en sus nombres, ¿Por qué no lo llamaba a él "Federal" en vez de "Alemania"?

— ¿Que ibas a decir?— dijo Reich sin siquiera mirar a su hijo, pero por la mirada fija de Alemania que sentía sobre sí, sabía que él niño iba a decir algo.

— Pregunta tonta. — respondió tan rápido cómo pudo el chico, cómo si estuviera concursando para algo importante.

— Tengo hambre —. Expresó Democrática a penas pasó por un puesto de pretzels.

— Mejor dime qué quieres un pretzel — dijo Reich sabiendo lo que su hija insinuaba con la frase "tengo hambre".

— Quiero un pretzel — Dijieron ambos niños al mismo tiempo. 

Alemania no era fanático de los pretzels, pero Democrática si, y ellos sabian que si insistían ambos había más posibilidades de que su padre lo comprara para liberarse de reclamos de sus pequeños hijos.

— No tengo dinero. — respondió Reich con una sonrisa mientras veía las caras confundidas de sus pequeños.

— ¿¡Y nos dejarás morir de hambre!? — expresó la pequeña mientras su hermano la miraba con confusión ante su drama. Y la niña hizo algo que hizo a Alemania dudar de la cordura de su hermana, llorar frente a su padre —. ¿Por qué no nos quieres alimentar? Tenemos hambre... — dijo la niña entre sollozos, llamando la atención de la gente.

Alemania miró a su padre, luego a su hermana y así varias veces. Llorar frente a Reich era castigo seguro, y por la mirada de su padre, su hermana de seguro terminaría en el sótano con una vaso de agua y pan duro.

— Uh... — dijo Alemania y dándole una mirada a su hermana de "me debes una" comenzó a llorar el también —. Tengo hambre...

— ¿¡Tú también!? — dijo Reich, Alemania no lloraba mucho, es más, ni siquiera lloraba o hacia berrinche. — ¡Agh!

Y ahí estaban, en el sótano, con un pretzel en mano cada uno, sentados frente a una canasta con dos panes duros y un vaso con agua que olía raro.

Ambos estaban en silencio, Democrática mirando a Alemania con una cara de disculpas y Alemania mirando a Democrática con un "¿en que estabas pensando?" Representado gráficamente en su rostro.

— No estaba pensando, Deutschland, no estaba pensando... — expresó la niña mientras mordisqueaba el pretzel.

...

Que curioso que ahora amaba los pretzels.

El Rechazado (Alemania Countryhumans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora