Recordando para no olvidar

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Narra Alemania.


Extrañaba a Democrática, demasiado, era mi hermana y cada día me daba más miedo olvidarla, me daba tanto miedo olvidarla que la olvidé y ahora eso dolía. Aún seguía mirando fijamente a URSS, tanto que este en algún momento se volteó y me miró fijamente también, como si ahora fuera un concurso de miradas. 

Él sabía que quería algo de él, el problema era que yo no tenía ni la más mínima idea de que estaba buscando. Quizá le preguntaría por Democrática, pero... no, Estados Unidos ya me lo dijo, ella ya no me recuerda, dará igual si le pregunto o no, ella ya no sabe quién soy, y de seguro ha cambiado tanto que ahora es irreconocible.

Fue cuando URSS parpadeó que solté una ligera risa, apartando por fin la mirada y dejando mi vista hacia el escritorio, dónde estaban las carpetas y la carta que ONU me había dado.

...

— ¿Vater? — Me asomé por el pasillo de la gran casa en Múnich, mirando hacia la oficina de Reich, su cuerpo relajado frente a un caballete solo podía significar una cosa, estaba pintando.

Caminé un poco más hacia él, notando las botellas vacías de cerveza en el suelo, se encontraban desparramadas y por la luz de la ventana lograba ver el líquido que aún salía de ellas. Tomé una entre mis manos y miré dentro de ella, aún tenía un poco de líquido, y con curiosidad lo dejé caer sobre mi boca.

— Deja eso, no es para niños — dijo Reich, su voz se escuchaba arrastrada, probablemente por lo borracho que estaba, sin embargo, su pulso era firme mientras sostenía el pincel entre sus dedos.

— Sabe raro —. Dije limpiando mi boca y tratando de tragar saliva con desesperación para quitar el ardor de mi garganta.

Papá tomó el vasito de agua que tenía a un lado de él y me lo pasó, a lo que yo lo tomé entre mis manitas y lo miré en busca de entender que quería que hiciera.

— Para que te quites el sabor, me pasé de agua, está limpio.

— Danke 

Bebí del vaso, devolviéndole la mitad a padre.

Su mano se movía con delicadeza, pintando sobre el papel, me acerqué para tratar de ver qué pintaba, pero a penas me acerqué me colocó una mano en el pecho y me hizo hacia atrás, cubriendo su dibujo con la otra mano.

— ¿No tienes sueño? 

— Tuve una pesadilla — le respondíl, parecía tranquilo, nunca lo había visto así. 

Abrió un cajón que estaba al lado de él y sacó una hoja y unos pinceles, y me señaló una sillita que estaba a su lado.

— Dibújala.

Grata fue mi sorpresa al ver mi dibujo enmarcado en su oficina al día siguiente.

...

Abrí la carpeta, viendo aquel dibujo que estaba pintando aquella noche, la última noche que lo vería pintar...

Y ahí estaba, éramos Democrática y yo...



El Rechazado (Alemania Countryhumans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora