Capítulo 3

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Candy despertó con el peso del cuerpo de Alan presionando sobre su espalda, estaba enterrado en su cuerpo, tomándola por la cintura, sus piernas enredadas, él respirando en su nuca, estaba prisionera, Alan estaba tan aferrado a ella que no había un milímetro de distancia entre los dos. Cuánto tiempo había pasado desde que amaneció también prisionera, pero de otro cuerpo, de otro hombre.

Sacudió sus pensamientos, suspiró profundo y se acomodó en la cama disfrutando de la sensación cálida del cuerpo de Alan. Estaban desnudos, se quedaron dormidos después de hacer el amor muy tarde en la noche. Después de unos minutos en silencio, disfrutando de la cercanía de su cuerpo él despertó. Abrió los ojos y se maravilló con la hermosa figura a su lado. Ella viéndolo con sus hermosos ojos verdes, las mejillas pálidas, los labios sonrosados, su cabello revuelto enmarcando su rostro.

—Buenos días doctor Anderson.

— Buenos días señorita Ardlay.. —él se acercó a su frente para besarla y luego sonreír con ternura. Esto parece un sueño — le confesó después. ¿En verdad eres real? Le preguntó ahora besando sus manos.

Ella también lo adoró tiernamente, algunos corazones pueden abrirse con la tristeza y parecía que el corazón de Candy estaba listo para dejar de ser un erizo, y dejar que Alan disfrutara del fruto dulce que guardaba y que aún reservaba para un sólo hombre. Ella decidió intentarlo y en un primer momento, comenzaría por aceptar todo cuanto Alan dispusiera para ambos sin resistirse mucho más. Pensó brevemente en cuantas veces se sintió sola a pesar de estar rodeada de amigos, guardando en silencio un anhelo de afecto masculino. Tenía que ser sincera consigo misma al igual que muchas mujeres también deseaba sentirse amada y ni ella podía condenarse por ello. Todo lo que Alan le estaba entregando a manos llenas había avivado su deseo de amar a alguien con todas las fuerzas de su alma, alguien de quien no se separaría nunca mientras Dios lo permitiese, alguien sin ataduras, un amor viable.

—Cariño por qué lloras — escuchó la voz de Alan mientras él limpiaba sus lágrimas con los dedos.

— Por nada — contestó ocultando sus sentimientos. Los ojos de Candy estaban anegados de lágrimas, ¿por qué lloraba? Se preguntó a sí misma ¿se sentía sola ahora? ¿Se compadeció de sí misma? ¿O acaso sería el descubrimiento de nuevos sentimientos por Alan?

— No lo sé —volvió a hablar trémula antes de acercarse a los labios de Alan para besarlo y mover su cuerpo desnudo sobre él.

En su interior Alan sabía que ella no estaba completamente con él en esa cama, pero estaba dispuesto a aceptar tanto como ella estaba dispuesta a entregarle, y ella había decidido entregarle su cuerpo, para que él lo adorara, y aunque él deseaba poseer cuerpo y alma por completo por el momento le era más que esos profundos deseos.

Los besos de Candy eran encendidos y el efecto de estos y el cuerpo desnudo de ella moviéndose sobre él hacían estragos. Se quedó quieto recibiendo a su amante, recibiendo sus besos y sus caricias. Lo enloquecía sentir al menos el roce de los dedos de Candy recorriéndolo, la humedad de su boca por su pecho, por su abdomen, llegó al borde de la razón cuando sintió sus labios besando su vientre y la pequeña mano acariciando sin miedo la extensión de su miembro. Cerró los ojos y se abandonó a la mujer que amaba. Siguiendo sólo su instinto Candy demoraba la caricia anhelante haciendo círculos sobre el glande, mientras seguía besando el vientre, pero luego dejando cualquier vestigio de pudor y arrastrada por el deseo, atrapó finalmente el glande entre sus labios acariciando con la punta de la lengua formando círculos torturantes para el hombre que yacía envuelto en una especie de sopor sedante. Apenas tenía fuerzas para acariciar las hebras escaroladas del cabello de Candy. Era verdaderamente embriagante sentir como ella lo poseía con su boca y con su lengua, ella lo sometía a través del placer y él estaba feliz de convertirse en su esclavo. La tensión de ese punto máximo de goce masculino fue acrecentando su propio deseo de poseerla, aunque la situación elevaba su morbo y era muy excitante, se sintió muy urgido por entrar en ella, elevó su cuerpo para tomarla de la mano y obligarla a sentarse sobre él, acercando su boca a sus pezones para devorarlos generando en Candy un intenso disfrute, y mientras sus miradas transmitían la plenitud del goce que están sintiendo, ella se aferró a los antebrazos masculinos, elevó sus caderas aproximándose con sensualidad a la erección de Alan y descender lentamente hasta una penetración profunda. Él la sujetó por la cintura para impedir que se deslizara hacía atrás, y con libertad ella comenzó una danza vibrante, lenta y acompasada al principio, como si los cuerpos fueran mecidos por la brisa buscándose el uno al otro, acrecentando la pasión que los embargaba a cada encuentro de los sexos. Encajada hasta el fondo de su virilidad, sus pechos unidos, los dos cuerpos golpeándose uno contra el otro, el pene de Alan estrellándose en el interior de ella en su punto más sensible, sus puvis frotándose violentamente, Candy sintió que su orgasmo estaba cerca, y él lo podía leer también en su rostro transfigurado por el placer. Para estimularla la besaba y le chupaba el cuello, las orejas y en los labios... derramaba frases cargadas de erotismo y la ayudaba a moverse.

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