7

92 7 0
                                    



Hola a todos soy la autora vengo a poneros un mini aviso a todos los que lleváis leyendo la historia desde el día que la publiqué  bueno cambie el episodio 6 entero tiré por otro sito porque me parecía mejor.









Desperté y me encontré a Daemon rodando por la cama. Jugamos un poco, le hice pedorretas y él se reía a carcajadas. Las criadas llamaron a la puerta. "Mis señores," dijeron al entrar. Asentí y una de ellas preguntó: "¿Qué ropa desea para el joven Daemon?" Señalé la bolsa en la esquina de la habitación. "En la bolsa hay ropa para él." Sacaron la ropa y ayudaron a vestir a mi hijo.

Para mí, trajeron un vestido verde. "Prefiero el que traje puesto," dije. Las criadas asintieron, me ayudaron a vestirme y peinarme.

Vinieron con bandejas de desayuno, parecía que no querían que comiéramos con el resto de la familia. "Ven, peque, a desayunar. Mamá te ayuda," le dije. Lo subí en mi regazo y le di su desayuno de frutas, que parecía gustarle.

Después de desayunar, salimos a dar una vuelta. "Debes saber, hijo, que tienes tíos a los que nunca has conocido, y una tía que tiene hijos. ¿Quieres jugar con ellos?" Daemon asintió emocionado.

Fuimos a buscarlos y encontramos a Helaena bordando. "Hola, preciosa," la saludé. Ella me miró sorprendida.

"¡Dae!" exclamó, y me abrazó. "Te eché de menos,".

"Yo también," respondí, devolviéndole el abrazo. Luego, le presenté a Daemon. "Ella es mi hermana, Helaena. Y este es mi hijo, Daemon."

Daemon la observó con curiosidad y trató de acercarse. "Eres muy pequeño para mis hijos, pero estoy segura de que jugarán juntos," dijo Helaena. Llevé a Daemon para que conociera a sus primos. Aunque la diferencia de edad y altura era notoria, jugaron un poco bajo nuestra atenta mirada.

Helaena se apoyó en mis muslos y le acaricié el pelo. "No me contaste lo del bebé, me enteré ayer por tu madre," le dije.

"Estaba liada con los bolton, luchando contra vosotros," respondió Helaena. Me quedé quieta. "Sí, es verdad," continuó mientras seguía acariciando su cabeza.

Noté una mirada intensa y me giré. "Aemond," dije, al ver a mi hermano. Él sonrió y se acercó. Helaena se apartó y yo abracé a Aemond. "Te extrañé, hermanito," le dije, sin querer soltarlo.

"Mamá," dijo Daemon, llamando mi atención. Me separé de Aemond y presenté a mi hijo. Aemond lo ignoró, lo que me pareció extraño.

"Dime, ¿por qué no avisaste de que venías?" preguntó Aemond

"Fue sin pensar. Quería volver a casa y mi hijo debía conocer a su abuelo," respondí, mirando a Daemon que parecía confundido por la indiferencia de Aemond. Le di mis manos y él se subió en mi regazo. Le hice una pedorreta y se rio. "¿Mejor?" pregunté.

"Más," respondió Daemon, riendo.

"Si me disculpáis, quiero ir a ver a padre," dije, levantándome.

"Te acompaño," dijo Aemond y yo nos dirigimos hacia los aposentos de mi padre. Caminábamos en silencio por los pasillos del castillo. Daemon, todavía en mis brazos, observaba todo con curiosidad. Noté que Aemond no dejaba de mirarme de reojo, como si tuviera algo importante que decir.

Finalmente, llegamos a la puerta de la habitación de mi padre. Dos guardias la custodiaban y se apartaron al vernos. Entramos en la habitación, donde el ambiente estaba cargado de tensión. El olor a medicinas y hierbas impregnaba el aire.

Mi padre estaba en la cama, pálido y débil, con una máscara de oro tapándole la mitad de su cara. Al vernos, intentó incorporarse, pero un ataque de tos lo detuvo. Me acerqué rápidamente y me puse a su lado.

Daella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora