Capítulo 6: Diamante Blanco.

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Capítulo 6: Diamante Blanco.

Haber estado dentro de esa torre no hizo más que fomentar un odio implacable. Mis sentidos se nublaban con cada paso que avanzaba. No lograba sacar esos pensamientos intrusivos de la cabeza. Tengo que ir con Diamante Blanco cuánto antes.

Ignoré a Perla mientras bajaba las escaleras a trompicones en completo silencio. Visualice el gigantesco palacio hasta el otro extremo del planeta madre. Me abrí paso entre las demás gemas que transitaban con tranquilidad por las calles.

—Mi Diamante, ¿No piensa ir justo ahora con Diamante Blanco, verdad? —la pequeña Perla a duras penas conseguía seguirme el paso enfurecido con el que avanzaba. Ella chocaba con una que otra Amatista, sus disculpas parecían un mero insulto hacia ellas.

—Tiene que escucharme, es la única que puede hacer un verdadero cambio.

Fijé mi vista hasta la punta más alta del palacio. Fruncí el entrecejo mentalizandome una y otra vez para hacerle frente a Blanco y decirle de una vez por todas que no soy la inútil que ellas creen. Le voy a demostrar que puedo ser tan necesaria como Amarillo y Azul.

De un golpe sordo, abrí las puertas del palacio con unos ojos cargados de enfado. Subí las escaleras por la alfombra afelpada que me recibía con fervor. Gemas inferiores me hacían una debida reverencia al verme pasar frente a ellas. Ni siquiera me moleste en mirarlas. Pasé de largo por las habitaciones de Amarillo y Azul, dirigí mis piernas hasta la gigantesca puerta de Diamante Blanco.

—Mi Diamante —Perla se interpuso entre la puerta y yo, evitando conseguir alcanzar el timbre que tenía la pared grisácea—. Debería ser más prudente, puede solicitar una audiencia en vez de presentarse de imprevisto en la habitación de Blanco...

—¡Apártate! —le corto el sermón con la poca paciencia que me queda. Sin remedio, ella se aparta dejándome tocar el timbre.

Fué cuestión de segundos para que una burbuja me cubriera el cuerpo completo. La forma esférica se hundió sobre los suelos pálidos del pasillo, la burbuja volvió a elevarse dejándome del otro lado de la puerta, justo dentro de la habitación de mi hermana, Diamante Blanco.

—Pero si es la pequeña Diamante Rosa —dijo con esa voz tan falsa como la igualdad en este planeta. Una sonrisa escalofriante abarcaba su rostro, mostrando una impecable dentadura blanquecina.

Aprieto uno de mis puños aferrandome al impulso de valor que hasta hace unos minutos me había dado. Tragué en seco buscando las palabras exactas con las cuales poder comenzar mi discurso.

—Mi gran y hermoso Diamante Blanco —hago una reverencia—. Agradezco su maravilloso gesto de aquella noche en la que me entregó a mi Perla, pero quería hacerle una pequeña petición.

Estando de rodillas, levanté la cabeza haciendo contacto visual con mi hermana mayor. Bajo estás palabras exuberantes, tenía planeado manipularla. Lograr convencerla que era mero invento de las otras diamantes sobre mi mal comportamiento.

Un destello surcó sus ojos tan negros como la noche misma.

—¿Petición? —repitió para si misma— ¿Que podría ser tan importante como para presentarte en mi habitación sin una autorización previa?

Con una lentitud mortífera, me puse completamente erguida. Admirando la perfecta composición de Blanco. Su brillo era abrumador, resultaba ser tan intimidante que incluso lograba hacer temblar a Diamante Amarillo.

—Quiero una colonia —verbalizo con calma, en el tono más severo que conseguí encontrar.

Ella parpadea varias veces tratando de comprender mis palabras. El silencio que se había formado era desesperante. Mantengo mi postura atragantandome con mi propia respiración que amenazaba con salirse de control.

𝐃𝐢𝐚𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐑𝐨𝐬𝐚 © || 𝐒𝐭𝐢𝐯𝐞𝐧 𝐔𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞 || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora