Capítulo 40: Zona de amistad

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Vasco D.

Es una realidad que Giselle y yo estemos aquí, más juntos que nunca. Ninguno de los dos pudimos sucumbir a la tentación y aquí estamos entregándonos el uno al otro. Esta mujer me tiene perdido, tanto que en sus brazos me olvido de quien soy y de la venganza que busco concretar, el solo tenerla tan cerca de mí me da la felicidad que necesito.

Hacemos el amor en este lugar donde nos encontramos por primera vez, ahora puedo confirmar que ella me ama tanto como yo y saber que soy correspondido me hace inmensamente dichoso. Ella es la primera mujer que ha despertado en mí este sentimiento que arde como una llama en el fondo de mi corazón, con ese fuego que quema y consume lentamente.

Estoy maravillado y embelesado con su belleza, con su fino y esbelto cuerpo, no quiero perderme la oportunidad de besar cada zona de su piel hasta hacerla llegar al cielo y volverla loca. Su piel junto a la mía se siente tan bien, esta es tan suave y tersa que mis manos no se cansarían de acariciarla toda la noche. Deja un suave beso en mis labios después de decirme que me ama, escucharla decir eso es tan sublime y sin más que decirnos la tomo entre mis brazos haciéndola mía como tanto lo he deseado.

Nos quedamos juntos después de tan intenso momento, la abrazo hacia mi cuerpo para brindarle mi calor, necesito tenerla conmigo un poco más.

- No te vayas – voltea y me ve a los ojos tras mi suplica.

- Hemos abierto un gran abismo tanto para mí como para ti, Vasco, lo que hicimos fue una locura.

- Dime que te arrepientes y te juro que me iré de tu lado mujer, ¿es así?

- No, para nada – responde negando con los ojos profundamente aguados.

- Te amo Giselle – digo besando su mano – por eso te pido que vengas conmigo, sé que por ahora no tengo nada que ofrecerte, pero pronto las cosas van a cambiar.

- Sigues pensando en vengarte de esa familia.

- Lo que siento por ti es un tema muy aparte de mis intenciones con la familia Dalmazzi.

- Yo no lo siento así, cuando me revelaste tu verdadera identidad en cierta parte me involucre ya que conozco la verdad.

- ¿Serias capaz de delatarme? – pregunto al notar sus dudas.

- Claro que no.

Tiene razón, ella sabe de mis planes y ahora era parte de esto, lo hice sin pensar en las consecuencias, no quiero hacerla sentir como mi cómplice.

- Dejemos de discutir por eso, no quiero arruinar nuestra noche – las cosas vuelven a la tranquilidad después de dejar claro todo el asunto con los Dalmazzi.

- No quiero que guardes tanto rencor en tu corazón sin primero averiguar bien las cosas – le doy un beso en la frente y la abrazo con todas mis fuerzas. No quiero preocuparla más con los otros asuntos que tengo pendiente.

Hablamos sobre nosotros y en especial sobre la transformación de Giselle, no es una loba de sangre pura como yo, por eso su caso me resulta bastante extraño. Por otro lado, me tranquiliza saber que no es una convertida, aun así, sea lo que sea yo estaré con ella y no permitiré que nadie la dañe.

- Ahora tengo la certeza de que alguien me lanzo una maldición.

Me cuenta la historia de la noche en que tuvo un accidente y el cómo sucedieron las cosas. Ella aún se siente culpable por lo sucedido con su padre, no se perdona el hecho de que él haya salido a buscarla para encontrarse con un destino fatal.

- No fue tu culpa, la vida es así, es un ciclo, un día estamos y al otro ya no – digo buscando que olvide aquellos sentimientos de culpabilidad.

- Lo sé y lo entiendo, pero ese día siempre quedara grabado en mi cabeza, sobre todo por los motivos que tú ya conoces.

Mi Luna de Plata - PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora