Sinopsis.

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- No puedes hacernos esto. Tú lo sabes. - dijo con sus ojos llenos de furia y dolor.

- Yo... - la garganta me ardía por las lágrimas contenidas y no pude evitar que mi voz se cortara con un gemido bajo. - ...lo siento. - cerré mis ojos mientras agachaba la cabeza. No podía seguir sosteniendo su mirada.

- No, no lo sientes. Crees que puedes venir y decirnos qué hacer. Jugar con nosotros. Burlarte de mi familia. - cada palabra se clavaba en mi pecho y sospechaba que jamás podría quitarlas. - Te diré algo y no lo repetiré. - levanté la mirada y pude sentir mi mentón temblar por el llanto contenido. - Quiero que te vayas. Y que no vuelvas nunca. - el temblor se expandió hasta mi labio haciendo que al moverse, un ligero suspiro mezcla con jadeo saliera de mi boca. - No te necesito. - Volví a cerrar mis ojos y retrocedí un paso. - Ninguno lo hace. - él quería herirme, y porque lo amaba lo estaba logrando. Estaba estrujando a mi corazón y lo hacía a voluntad, porque a pesar de mis errores, sabe que realmente lo amo. - No... - no me atrevía a ver la forma en que me miraba, como si fuera la peor escoria que había conocido... incluso peor que Azog. Aquel pensamiento casi me hace reir de dolor, pero su voz hizo que olvidara cualquier intento. - No soporto siquiera verte. Vuelve a donde sea que perteneces. - Abrí mis ojos y una lágrima resbaló hasta mi barbilla. - Deja a nuestros corazones en paz. - mi mano derecha viajó derecho a mi pecho, justo donde está mi corazón y allí estaba, tan golpeado como la cara del hombre que estaba frente a mi. Su voz había tomado un modo sedoso y venenoso. - Tenemos mucho que hacer, dejanos ya. - y dicho esto se giró sobre sí mismo y comenzó a alejarse. Un sollozo abandonó mis labios y más lágrimas cayeron, entre la niebla de mis ojos fui capaz de ver como se detenía al oirme. Él también me amaba, pero así como sabía eso, también sabía que todo lo que dijo era verdad.

- Te amaré siempre. - susurré sin intención de que me oyera. Ya no tenía sentido siquiera decirme aquello a mí misma. Me agaché y tomé mi maleta y mi abrigo. Sin mirarlo dejé sobre la mesita aquel anillo, una carta y nuestro contrato. Me dirigí hacia la puerta sabiendo que debía pasar a su lado para poder salir, pero ya no había nada más que pudiera suceder. Ya había cruzado la calle y caminado media cuadra, cuando un grito llega a mis oídos. Dolor, puro... desgarró mi corazón en dos en un instante. Reconocería aquella voz en cualquier lugar. No había nada que hacer, salvo lo que me había pedido. Debía irme.

Deseo cumplido: El Hobbit.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora