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CHECO

Nuestra caminata hacia uno de los restaurantes ubicados dentro del parque fue silenciosa, tan silenciosa que me ponía los pelos de punta. Le había preguntado a Max que le apetecía comer, y él se limitó solamente a alzar los hombros restándole importancia.

Trate mil y un veces descifrar su expresión, pero simplemente no mostraba nada, estaba totalmente serio e inexpresivo.

Había intentado hacer comentarios graciosos, eso siempre parecía funcionarle, normalmente era muy risueño pero en esta ocasión, animarlo me estaba siendo muy difícil.

Sin más decidí permanecer en silencio, supuse que eso era lo que él quería. O bueno mejor no. Quiero que Max sepa que estoy aquí para él, en lo que necesite, que aunque nuestra relación nunca fue buena y que apenas empezamos a tolerarnos no significa que no voy a hacer todo lo que esté en mis manos para apoyarlo.

- Max, Porfavor háblame, ya no aguanto más este silencio entre nosotros, háblame de tu familia, háblame de tus entrenamientos, háblame de qué circuito es tu favorito, háblame algo, incluso si es la cosa más banal de este planeta, quisiera escucharlo si para ti es importante.

Él paro en seco al escuchar mis palabras, y su mirada me examino de pies a cabeza, esperé unos segundos su respuesta, pero nunca llegó. Así que me animé a hablar de nuevo. Esperando que no se enojara conmigo.

- Buenooo! Háblame de lo lento que soy, de lo mal piloto, de que me van a quitar el asiento el próximo año... háblame de lo mal que te caigo, de lo poco que me toleras, de lo mal que te la estás pasando hoy por mi culpa... - suspiré -pero Porfavor Max, me preocupo por ti, solo dime algo, incluso si ese algo es que quisieras irte, o que te dejara en paz  por el resto de tu vida, si eso te complaciera yo lo haría. - me pase una mano por el pelo, no pude evitar que la nostalgia me invadiera y otra vez me encontré preocupado intentando adivinar los pensamientos del Holandés.

El silencio nos envolvió, y por un momento el ojo me saltó de nerviosismo.

Se me rompió el corazón en dos pedazos y cayó a mis pies, la había cagado con Max, seriamente.

- Antes de que me lleves a comer, quisiera subir a la rueda de la fortuna - señaló con un dedo hacia la gigantesca rueda, sus cubículos colgaban danzantes de un lado a otro.

Me quedé perplejo.

- ¿Estás seguro? No preferirías no se, decirme envidioso, ofenderme o algo así? - me reí tranquilamente mientras ladeaba la cabeza.

La risa de Max siguió la mía, en sus ojos aparecieron unas pequeñas arrugas, siempre las había encontrado bonitas.

- Checo, quiero vencer mis miedos, creo que es una buena oportunidad, no crees... ?- dijo y en sus ojos brilló la esperanza.

Asentí con la cabeza y nos encaminamos a la fila, que para nuestra mala suerte era de 20 minutos de espera. Aprovechamos para hacernos preguntas tontas, como cuál era la comida favorita del otro, lugares a los que nos gustaría visitar etc. las preguntas más básicas posibles, pero yo lo encontraba fascinante, y me repetía todo a mi mismo mil veces para aprenderme las cosas, nunca sabría cuando necesitaría aquella información de nuevo.

Nos subimos a un cubículo, era sencillo y de color azul pastel, a Max le costó un poco confiar ya que nunca se detuvo realmente, nos tuvimos que subir mientras seguía en movimiento y eso al parecer no le había gustado tanto a él.

Sin embargo, nos sentamos uno enfrente del otro, mirándonos a los ojos sin palabras de por medio. Conforme fuimos subiendo, Max se puso cada vez más nervioso, y a mi me escocía la mano, me moría por tomar la suya y entrelazar nuestros dedos como una forma de apoyo.

- ¿Todo bien? ¿Necesitas algo? - le pregunté mientras le guiñaba un ojo, y le dediqué una sonrisa coqueta, esperando que entrara en confianza. Lo entendía perfectamente, era su proceso pero quería demostrarle que realmente estaba aquí para él.

- No, todo bien gracias - suspiró pesadamente mientras se miraba con suma atención sus manos.

Decidí no insistir más y mejor admiré la vista, edificios, parques y casas inundaban de colores el panorama, desvié mi mirada un poco, y vi de reojo a Max, tenía los nudillos blancos de tanto apretar los puños, pero al igual que yo estaba admirando la cantidad de colores ante nosotros.

Sonreí al verlo tan atento. Carajo que me está pasando. Yo odiaba a este hombre.

-  Checo - me llamó

- Eu - contesté lo más rápido posible

- No eres tan malo después de todo - su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con lo que parecía cariño.

- No me digas esas cosas taaan terroríficas- bromeé - Voy a pensar que te caigo bien!

Explotamos en risas, y atesoré ese momento en mi corazón.

PD: CABRÓN // CHESTAPPENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora