CAPÍTULO SIETE

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LISA


El verano da paso al otoño. El aire se vuelve más frío, los días se acortan, las nubes grises y la persistente llovizna alternan con cielos azules y vientos tonificantes. Rosé pierde su tercer diente. Jisoo accede a dejarse crecer el cabello cuando una profesora suplente lo confunde con un niño. Kai es suspendido por tres días por fumar hierba. Mamá empieza a pasar sus días libres con Gong Yoo e, incluso cuando trabaja, con frecuencia se queda en su departamento encima del restaurante para evitar los viajes diarios. En las escasas ocasiones que regresa a casa, raramente se mantiene sobria por mucho tiempo y Jisoo y Rosé han renunciado a pedirle que juegue con ellas o que las saque a pasear. Hago viajes regulares al contenedor para reciclaje de vidrio después del anochecer.

El semestre en la escuela me agota; me olvido de ir de compras, Jisoo necesita pantalones nuevos, Rosé necesita zapatos nuevos, las facturas aguardan ser pagadas, mamá pierde otra vez su talonario de cheques. A medida que ella continúa desligándose de la familia, Jennie y yo nos dividimos tácitamente las tareas: ella limpia, ayuda con los deberes del colegio, hace la rutina de la hora de dormir; yo voy de compras, cocino, arreglo las cuentas, recojo a Jisoo y a Rosé del colegio. Algo que ninguna de las dos puede manejar, sin embargo, es Kai. Ahora ha empezado a fumar abiertamente, aunque desterrado a la puerta o la calle. Jennie le habla con calma sobre los riesgos para su salud y él se ríe en su cara. Yo intento un enfoque serio y me gano una serie de improperios. Los fines de semana, sale con una pandilla de problemáticos de la escuela. Convenzo a mamá de que me de dinero para comprarle un móvil de segunda mano, pero él se rehúsa a responder cuando lo llamo. Le imploro que le imponga un toque de queda, pero ella rara vez está cerca como para hacerlo cumplir o, cuando sí lo está, llega a casa más tarde que él. Pongo el toque de queda por mi cuenta, y Kai, inmediatamente, empieza a quedarse afuera hasta más tarde inclusive, como si regresar a casa a la hora acordada fuera un signo de debilidad, de capitulación. Y entonces, sucede lo inevitable: una noche no vuelve a casa, en absoluto.

A las dos de la mañana, después de llamarlo repetidas veces y que me desvíe directamente al buzón de voz, telefoneo a mamá por pura desesperación. Ella está en un club, en alguna parte; el ruido de fondo es ensordecedor: música, gritos, risas. Como ya estamos en las primeras horas de la madrugada, sus palabras suenan arrastradas y apenas registra el hecho que su hijo ha desaparecido. Riendo y deteniéndose cada pocas palabras para hablar con Gong Yoo, me informa que necesito aprender a relajarme, que Kai es un hombrecito ahora y que debe tener algo de diversión. Estoy a punto de señalar que podría estar tumbado boca abajo en alguna alcantarilla, cuando me doy cuenta que estoy malgastando mi aliento. Con Gong Yoo, ella puede fingir que es joven de nuevo, libre de las restricciones y responsabilidades de la maternidad. Ella nunca quiso madurar. Recuerdo a nuestro padre citando eso como una de las razones para irse. La acusó de ser una mala madre, pero la única razón por la que se casaron es que ella, accidentalmente, quedó embarazada de mí, un hecho que a ella le gusta recordarme cada vez que tenemos una discusión. Y ahora que estoy solo a pocos meses de ser considerada legalmente una adulta, ella se siente más libre de lo que lo ha hecho en años. Gong Yoo ya tiene una joven familia propia. Ha dejado muy en claro que no quiere hacerse cargo de la de alguien más. Y así ella lo mantiene astutamente alejado, sólo trayéndolo a la casa cuando todo el mundo está dormido o en la escuela. Con Gong Yoo, ella se ha reinventado a sí misma: una mujer joven, atrapada en un apasionado romance. Se viste como una adolescente, gasta todo su dinero en ropas y tratamientos de belleza, miente sobre su edad y bebe, bebe, bebe para olvidar aquella juventud y belleza que dejó atrás, para olvidar que Gong Yoo no tiene intenciones de casarse con ella, para olvidar que, al final del día, sólo es una divorciada de cuarenta y cinco años, en un trabajo sin futuro, con cinco hijos no deseados. Sin embargo, comprender las razones tras su comportamiento no ayuda a que la odie menos.

FORBBIDEN | ADAPTACIÓN JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora