LISA
Le digo a Jennie que necesita dormir porque sé que yo no puedo; estoy demasiado asustada de subir las escaleras, sentarme en mi cama y volverme loca en ese pequeño cuarto, sola con mis pensamientos aterradores. Ella dice que quiere estar conmigo: tiene miedo de que si se aleja, desapareceré. Ella no necesita explicarlo; también lo siento: el miedo de que si nos separamos ahora, esta increíble noche sólo desaparecerá, se evaporará como un sueño, y nos despertaremos en la mañana de regreso a nuestros cuerpos separados, de regreso a nuestras vidas comunes. Todavía aquí en el sofá, con mis brazos alrededor de ella mientras está acurrucada contra mí con la cabeza apoyada en mi pecho, me siento asustada, más asustada de lo que lo haya estado antes. Lo que acaba de pasar fue increíble, pero de algún modo completamente natural, como si en el fondo siempre hubiera sabido que este momento llegaría, aunque nunca me permití pensar conscientemente en ello, ni imaginarlo de ninguna manera. Ahora que esto ha llegado, sólo puedo pensar en Jennie, sentada aquí contra mi, su cálido aliento contra mi brazo desnudo.
Es como si existiera un gran muro que me impide cruzar al otro lado, lanzando mi mente hacia el mundo exterior, el mundo más allá de nosotras dos. La válvula de seguridad de la naturaleza está trabajando, impidiéndome incluso contemplar las implicaciones de lo que acaba de pasar, manteniéndome, por lo menos por el momento, a salvo del horror de lo que he hecho. Es como si mi mente supiera que no puede ir ahí todavía, supiera que ahora no soy lo suficientemente fuerte para tratar con los resultados de estos sentimientos abrumadores, estas acciones trascendentales. Pero el miedo permanece, el miedo a que en la luz fría del día seremos forzados a llegar a un final con lo que fue, simplemente, un error terrible; el miedo a que no tendremos más remedio que renunciar a esta noche como si nunca hubiera pasado, un secreto vergonzoso para ser guardado por el resto de nuestras vidas hasta que, frágil con la edad, se desmorone hecho polvo; un débil y distante recuerdo, como el polvo de las alas de una polilla en un cristal, el fantasma de algo que quizás nunca ocurrió, existiendo solamente en nuestra imaginación.
Ella sigue mirándome con esa pequeña sonrisa nostálgica, como si esperara, como si supiera. Y la sangre se siente caliente en mi cara, mi corazón se acelera, mi respiración se acelera, y ella se da cuenta de eso también. Levanta su cabeza de mi pecho y me pregunta: —¿Quieres besarme otra vez?
Asiento, enmudecida, el corazón golpeando de nuevo.
Me mira expectante, esperanzada. —Entonces, vamos.
Cierro mis ojos, mi respiración es entrecortada, mi pecho está lleno con una creciente sensación de desesperación. —Yo no-no creo que pueda.
—¿Por qué no?
—Porque estoy preocupada... Jennie, ¿qué pasa si no podemos parar?
—No tenemos que hacerlo...
Su expresión se pone seria, frota sus dedos de arriba a abajo por el interior de mi brazo; sus ojos llenos de tristeza. Sin embargo, su contacto me llena con nostalgia. Nunca pensé que el simple toque de una mano pudiera estimularme tanto.
—Está bien, Lili, pararemos.
—Tienes que parar. Prométemelo.
—Te lo prometo. —Toca mi mejilla, girándome de nuevo hacia ella. Tomo su cara en mis manos y comienzo a besarla, suavemente al principio; y mientras lo hago, todo el dolor, la preocupación, la soledad y el miedo comienzan a evaporarse hasta que todo en lo que puedo pensar es en el sabor de sus labios, el calor de su lengua, el olor de su piel, su tacto, sus caricias. Después, lucho por mantener la calma y sus manos están presionando contra ambos lados de mi cara, su aliento caliente y rápido contra mejilla, su boca cálida y húmeda. Mis manos quieren recorrerla toda, pero no puedo, no puedo. Nos besamos con tanta fuerza que duele; duele que no pueda hacer más, duele que por mucho que la bese no puedo... no puedo...
—Lili
No me importa la promesa. Ni siquiera recuerdo por qué la sugerí. No me importa nada, nada excepto...
—Tranquila, Lili...
Presiono mis labios de nuevo sobre su boca, sosteniéndola con fuerza para que deje de alejarse.
—Lisa, detente. —Esta vez ella se aparta y me empuja hacia atrás, sosteniéndome con los brazos extendidos, sus dedos agarrando mis hombros. Sus labios están rojos: se ve sonrojada, salvaje y exquisita.
Respiro muy rápido. Demasiado rápido.
—Me hiciste prometerlo. —Se ve acongojada.
—¡Lo sé, está bien!— Brinco lejos, empiezo a pasear por la habitación. Deseando que hubiera una piscina de agua helada para zambullirme.
—¿Estás bien?
No, no lo estoy. Nunca me he sentido así antes y me da miedo. Mi cuerpo parece haberse hecho cargo. Estoy tan excitada que apenas puedo pensar. Tengo que calmarme. Tengo que mantener el control. No puedo dejar que esto pase. Paso mis manos por mi pelo repetidamente y el aire escapa de mis pulmones rápidamente.
—Lo siento. Debería haberlo dicho antes.
—¡No!— Giro en redondo. —No es tu culpa, ¡por el amor de Dios!
—¡Está bien, está bien! ¿Por qué estás tan enojada?
—¡No lo estoy! Yo sólo...—me detengo y apoyo mi frente contra la pared, luchando con la urgencia de golpearme. —Oh, Jesús, ¿qué vamos a hacer?
—Nadie podrá saberlo— dice en voz baja, mordiendo la punta de su pulgar.
—¡No!—Grito.
Irrumpiendo en la cocina, revuelvo con furia el congelador para buscar cubitos de hielo para una bebida fría. El ácido caliente se dispara por mis venas y mi corazón está golpeteando tan fuerte que lo puedo oír. No sólo es la frustración física, es la imposibilidad de nuestra situación, el horror de en lo que nos hemos metido, la desesperación de saber que nunca seré capaz de amar a Jennie en la forma en que quiero.
—Lili, por el amor de Dios, cálmate. —Su mano toca mi brazo mientras lucho con el congelador.
Empujo su mano. —¡No lo hagas!
Retrocede un paso.
—¿Qué te pasa?— Ella exhala. —¿Por qué de repente te volviste contra mi?
Me detengo abruptamente y la miro fijamente. —No podemos hacer esto— exclamo, horrorizada con la súbita comprensión. —No podemos. Si comenzamos, ¿cómo nos detendremos? ¿Cómo diablos vamos a ser capaces de mantener esto en secreto a todo el mundo por el resto de nuestras vidas? No tendremos vida, estaremos atrapadas, viviendo en secreto, siempre teniendo que fingir...
Ella mira de nuevo hacia mí, sus ojos marrones amplios por el shock. —Los niños...—dice suavemente, de repente una nueva comprensión aparece. —Los niños... incluso si una persona se entera, ¡podrían llevárselos!
—Sí.
—¿Así que no podemos hacer esto? ¿Realmente no podemos?— Es formulado como una pregunta, pero puedo ver por la mirada afligida en su cara que ya conoce la respuesta.
Sacudiendo la cabeza lentamente, trago saliva y giro a mirar por la ventana de la cocina para ocultar las lágrimas de mis ojos. El cielo está en llamas y la noche ha terminado.
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FORBBIDEN | ADAPTACIÓN JENLISA
Teen FictionJennie es bonita y talentosa, está en los dulces dieciséis y jamás ha besado a nadie. Lisa es guapa, tiene diecisiete y está al borde de un futuro brillante. Y ahora se han enamorado. Pero el único problema es... que son hermanas. Lisa, de diecisiet...