Cómo NO hacerlo: una guía rápida sobre lo rápido que pueden pasarse las cosas

Capítulo 6 : Cómo vivir feliz para siempre

"¿Un poco a la izquierda?"

Finn miró la mesa y señaló el extremo izquierdo para que Mash moviera una bandeja de bocaditos de crema. El pelinegro lo miró expectante.

"Sí, más espacio. Y se ve bien".

Finn dio unos pasos atrás y contempló la maravillosa pastelería nueva que estaba a punto de abrir. Rayne los había ayudado a conseguir un trato estupendo en un edificio abandonado en el centro de la ciudad, que Mash no tardó más de dos semanas en renovar por completo, desde el techo hasta el suelo. Las decoraciones para la gran inauguración también estaban listas: cintas, estrellas colgantes y globos de crema, mesas llenas del mismo dulce, todo estaba perfecto para empezar.

Su vestimenta estaba a tono con la ocasión: Finn vestía una chaqueta blanca sin mangas con adornos dorados, una camisa blanca debajo y pantalones negros que combinaban con sus mocasines negros. Su cabello, atado firmemente en una cola de caballo, lucía brillante bajo la luz del sol que entraba por las persianas de las ventanas de la tienda; el atuendo de Mash era un poco más simple, con una camisa blanca cuyas mangas había arremangado, pantalones azul oscuro y un delantal negro que cubría el torso y la mitad de la pierna. Su cabello estaba cubierto con un pañuelo amarillo y tenía brazaletes de tela adornando sus muñecas (posiblemente cubriendo los brazaletes marrones).

Finn se acercó a las ventanas, haciendo espacio entre las persianas para poder ver. Sonrió a la multitud que se reunió afuera de la nueva tienda. Reconoció a algunos de sus amigos en la entrada, pero la mayoría de las personas eran transeúntes o fanáticos de Mash. Dando un paso atrás, miró a su prometida y sonrió nuevamente.

"¿Listo?"

"Yyyyyyyyy" Mash temblaba por todos lados, repitiendo el inicio de un sí con actitud robótica.

Después de unos segundos se calmó y asintió. Finn sacó su varita y, con un rápido movimiento, todas las persianas se subieron, las decoraciones brillaron y las puertas se abrieron ante los vítores del público.

Pero nada brillaba más que los anillos de promesa que ambos tenían en sus manos.