sʏᴘɴᴏsɪs. después de enfermarse, tu estás ahí para ayudar a pavitr a superarlo.
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—Te ves absolutamente terrible, Pav. —Le dijiste. Ambos estaban en la cafetería casi vacía del cuartel general. Le moqueaba la nariz y se aclaraba la garganta constantemente.
—Oye, no es tan terrible. Estoy bien. —esbozó una sonrisa e intentó levantarse solo para que sus rodillas se doblaran.
Afortunadamente, lo atrapaste antes de que cayera al suelo. —Alguien que está bien no caería al suelo de esa manera, Pav. Estás enfermo y necesitas descansar para mejorar.
Pavitr se escapa de tu alcance y se apoya en la mesa para ponerse de pie, de espaldas a ti. —Estoy bien, está bien. No tengo tiempo para estar enfermo, Mumbattan me necesita. No tienen a nadie más protegiéndolos.
Lo agarras por los hombros y lo giras para que te mire. Sostuviste su rostro y lo mantuviste firme. —Escucha, lo sé. Sientes que eres el único que puede proteger tu ciudad y sin ti, se caería y se desmoronaría. Pero no estás solo, Pav. Quiero decir que estás literalmente en una sociedad de arañas. Además, realmente no puedes proteger a nadie si estás muerto.
—Pero puedo...— Antes de que pueda continuar, le da un ataque de tos y cuando se recupera le das una mirada de “ Te lo dije” Suspira: —Sí, tienes razón.
Empiezas a llevarlo a tu habitación y afortunadamente Pavitr te sigue sin mucho problema. Sacaste unos pantalones deportivos y una camiseta que debería poder ajustarle. Crees que esta es la ropa de Miles y Hobie que dejó Gwen. No estabas totalmente seguro.
—Entonces, ¿necesitas ayuda para vestirte o...?— Le preguntaste y en respuesta él te da una sonrisa maliciosa y una inclinación de cabeza.
Poniendo los ojos en blanco, saliste de la habitación para darle algo de privacidad. Si puede tener pensamientos como ese entonces podrá vestirse solo.
—Está bien— escuchas a Pavitr y vas a ver cómo está. Estaba sentado en el borde de tu cama, viéndose extremadamente fuera de lugar.
—¿Qué pasa, Pav? ¿Quieres ir a tu habitación?
La verdad elegiste tu habitación porque era la más cercana al café y querías que él estuviera en la cama rápidamente. Pero tal vez deberías haber sido más considerado sobre dónde querría descansar una persona enferma.
—Lo siento, ¿quieres estar en tu propia habitación? Realmente no lo consideré.
—No, no, es sólo que no quiero entrometerme. Y esta es la primera vez que estoy en tu habitación.— te explica, evitando el contacto visual.
—Oh, no, no, no tienes que preocuparte por eso, Pav. Iré a buscarte un poco de té y vicks, ¿sí? Y mientras tanto, tómate unas pastillas para la tos. Ponte cómodo.— Y con eso saliste por la puerta. Decidiste concentrarte en conseguir las cosas que Pavitr necesitaba en lugar de lo que acaba de decir.
Esta es la primera vez que está en tu habitación. ¡Ah, y él también estaba en tu cama! Oh, Dios, no pensaste bien en esto. Estabas tan concentrado en no dejarlo salir que ni siquiera lo pensaste. No, no. Está enfermo ahora mismo. Necesita un amigo ahora mismo, no alguien que esté enamorado. Concéntrate.
Regresaste a tu habitación con los suministros en la mano pero luego te detuviste cuando escuchaste la voz de Hobie.
—Amigo, ¿qué está pasando?
—Estoy en su habitación, en su cama. Amigo, me estoy volviendo loco— se escucha responder a Pavitr. —No quiero arruinarlo— Parece que están hablando por teléfono.
—Entonces no lo arruines.— responde Hobie casualmente. —Escucha, lo estás pensando demasiado porque te gusta. Pero como si estuvieras enfermo, así que concéntrate en mejorar primero, ¿sí? Y seamos honestos, si no le agradaras, ¿realmente estaría haciendo todo...? ¿Esto? Ahora ve a tomar un medicamento para la tos, suenas como una mierda.
No, no, no deberías estar escuchando a escondidas, está mal y es raro y ¿qué te pasa a ti? Decidiste dejar ese hilo de pensamientos por ahora y llamar para anunciarte.
—Hola Pav— lo saludas con una gran sonrisa a pesar de que estabas gritando por dentro. —Así que te preparé un poco de té negro para ayudarte con el dolor de garganta y el Vicks es para ayudarte con la congestión nasal— Colocas los artículos en la mesa auxiliar. —¿Necesitas algo más?
Pavitr te mira con los ojos entrecerrados y arrastrando las palabras ligeramente: —Um, ¿puedes ponerme el Vicks, por favor? Mis brazos me pesan, lo siento.
—Está bien, Pav. Te dije que te cuidaré y lo dije en serio— respondes.
Te sentaste en el borde de la cama y comenzaste a desabotonar la camisa, y comenzaste a frotar la sustancia en su pecho. Tu mirada se encontró con la suya y Dios, era hermoso. Sus ojos, su cabello, su sonrisa.
—¿A qué estás sonriendo?— Preguntaste cuando lo notaste.
—Tú. Eres muy, muy bonito— te responde y mantiene contacto visual.
—Oh, Pavitr, escucha...— comienzas pero él te interrumpe.
—No, lo digo en serio. Siempre pensé que eras bonito, inteligente, increíble y todo lo demás. Simplemente tenía demasiado miedo para decírtelo hasta ahora. Cuando mejore, ¿me dejarías invitarte a una cita?— Él te confiesa.
—Oh.— es todo lo que puedes decir mientras intentas asimilar lo que acabas de escuchar. Pero, ¿Por que? —¿Qué? ¿Qué hay en estas pastillas?— Intentaste agarrar la botella pero él te detuvo.
—No tiene nada que ver con las pastillas y sí con lo que siento por ti. Lo digo en serio.— Él te lo dice. —Probablemente-
—Está bien, iré. Yo también creo que eres increíble. Pero tienes que hacer todo lo que te diga. ¿Entendido?— Le ofreces.
Él te da una sonrisa radiante: —Sí, eso está bien para mí.
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