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—¿Miles?
Los ojos de Miles se abrieron y la respiración se entrecorto mientras giraba su cabeza hacia ti. El aturdimiento que sentiste antes se desvaneció una vez que lo miraste.
¿Por qué parecía tan... asustado? La última vez que lo viste con esta mirada fue cuando perdió su-
—¿Que pasa? ¿Está todo bien–?
No pudiste terminar la frase mientras él corría hacia ti, abrazándote fuerte. Retrocediste un poco sorprendido, pero no dudaste en devolverle el abrazo. Frotaste un poco su espalda, tratando de calmarlo.
—Estás aquí, estás bien, estás bien.— Siguió repitiendose a si mismo. ¿Qué pasó exactamente para que viniera tan tarde?
De todos modos, tu primera prioridad es asegurarte de que este bien. —Sí, estoy aquí Miles— hablaste suavemente. —Siempre será así.
Te liberaste de su agarre y miraste su forma. —¿Estás bien? ¿Estás herido en alguna parte?
—Sí, pero estoy bien. Quiero decir, en realidad no, pero eso no es importante en este momento.
—Miles, es importante— Tomaste sus manos y lo llevaste al baño, haciendole un gesto para que se apoyara contra la pared mientras buscabas el botiquín de primeros auxilios. Está no fue la primera vez que tuviste que curarlo (o la primera vez que te visitó tan tarde), pero fue la primera vez en mucho tiempo que te sentiste tan preocupado. Siempre te preocupaste por él, pero la sensación de hundimiento en tu estómago se sintió más pesada que la primera vez. Salió de patrulla.
—Siempre será importante. Quiero decir, no puedes esperar que no me preocupe Miles, ahora está prácticamente programado en mi.— Intentaste contar un chiste aburrido, tanto en un intento de aligerar la atmósfera como de aliviar tus propias preocupaciones.
Funcionó un poco mientras ambos se reían ligeramente, ambos juntos en el espacio reducido hasta altas horas de la noche. Sin embargo, bajo la luz, puedes ver lo agotado que realmente se veía, e hizo que tu estómago se hundiera aun más.
—En serio, Miles, tú me obligaste a... Estoy realmente preocupado por ti— Comenzaste, acariciando con el algodón empapado el pequeño corte que tenía en la mejilla, disculpandote suavemente mientras hacia una mueca. —Pero sabes que siempre estaré aquí para ti, ¿verdad? Incluso si no puedo pelear y solo puedo ayudar desde la barrera, eso no va a cambiar.
Le diste un suave beso en la otra mejilla, deteniendote un momento antes de tomar sus manos y apretarlas suavemente.
—Te amo Miles y quiero que estés bien.
Sentiste que tú voz se quebraba y tus manos temblaban. Querias ser fuerte por él, pero verlo tan conmocionado te dió miedo de que enfrentara una amenaza que no podía vencer, que apenas se saliera con la suya, que casi lo pierdes.
Te sentiste egoísta por pensarlo, pero era verdad. Perder a Miles era lo único que te mantenía despierto durante horas de la noche, sin saber si estaba bien a menos que pasara por aquí o te enviará un mensaje de texto asegurándote que había llegado a casa sano y salvo. Cuando no obtuviste nada esta noche, sentiste como si tú peor temor se estuviera haciendo realidad.
Miles te miró fijamente y respiró hondo antes de abrazarte una vez más, consolandote en lugar de al revés como habías planeado —Yo también te amo.
Miles parecía serio, con los ojos endurecidos por la determinación. —______, tengo que decirte algo.
Tus cejas se alzaron, tus ojos se entrecerraron en confusión mientras él se sentaba y comenzaba a quitarse su enorme abrigo. Sintió que se le revolvía el estómago ante la posibilidad de finalmente obtener algunas respuestas.
Nunca le preguntaste por qué se quitó las trenzas, ni sobre el traje negro y rojo roto que llevaba; solo querías asegurarte de que estaba bien.
Nunca te diste cuenta de que recibiste un mensaje de texto de tu novio diciendo que estaba bien, y que no era el Miles que estaba frente a ti.
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