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𝐌𝐈𝐋𝐄𝐒 𝐌𝐎𝐑𝐀𝐋𝐄𝐒
Miles pensó que había dejado de respirar cuando te vio usar la chaqueta que ha estado buscando por todas partes durante los últimos quince minutos.
Había estado queriendo verte con su ropa pero el pobre niño no sabía cómo decirlo sin tropezar torpemente con sus palabras como un ciervo recién nacido.
—Oye, ¿has visto mi chaqueta? —Sus palabras vacilaron y luego murieron en sus labios cuando levantó los ojos al entrar a su habitación, solo para verte usando la misma chaqueta que había estado buscando por todas partes—. Lo estás usando. —Su voz se quebró y por vergüenza Miles se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo—. Tu- Tu lo estás usando.
Le sonreíste, encontrando divertidos sus intentos de mantener la calma, especialmente cuando se trataba de hacer algo pequeño como usar su ropa, ¡pero no podías evitarlo! La chaqueta todavía estaba algo cálida por el uso anterior y olía el, lo que te brincaba consuelo para los días en los que no podía estar siempre contigo. Aunque no se compara con tener a Miles contigo, aun así te trajo una sensación de alivio y seguridad que siempre sientes cuando estás con el chico.
—¿Quieres recuperarlo? —Preguntaste, a punto de quitartelo cuando Miles exclamó.
—¡No! —Los hizo saltar a ambos por lo fuerte que salió, pero aún así los hizo reír a ambos—. Quiero decir, no, déjalo puesto todo el tiempo que quieras. Te ves genial con el. —Admite Miles, recorriendose la nuca, muy consciente del calor que irradia cada parte de su cuerpo, desde las puntas de sus orejas hasta el pecho e incluso hasta los pies, como si fuera a quemarlo de adentro hacia afuera.
—¿Simplemente genial? —Bromeaste, con las cejas levantadas.
—¿Dije genial? significaba que te ves hermoso, guapo, lindo, precioso, acogedor, cómodo... —Miles divagaba y sabías que tenías que intervenir antes de que se alterará, lo que te llevo a caminar hacia el y sostener su rostro entre tus manos, derritiéndote internamente cuando sus hermosos ojos marrones miraron los tuyos como si fueran lo único que lo castigara en este momento.
—Relájate, solo estoy bromeando, cariño. —Lo tranquilizaste, con los pulgares acariciando sus mejillas como una forma de calmarlo. —¿Ahora te sientes cómodo conmigo usando tus cosas porque puedo parar si quieres?
Justo cuando estabas a punto de quitar tus manos de su cara para poder quitarle y devolverle la chaqueta, Miles coloco sus manos sobre las tuyas, manteniendolas pegadas en su cara mientras te miraba con adoración. —No me molesta en absoluto. — Te dice. —De hecho, me hace muy feliz verte en mis cosas— Se ríe para si mismo— Justo que a veces siento como si todavía estuviera soñando. —Finaliza.
