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Todas las cosas buenas llegan a su final, y después de pasar una tarde entre intercambios de palabras, miradas, emociones, Eddie los dejó cerca de casa

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Todas las cosas buenas llegan a su final, y después de pasar una tarde entre intercambios de palabras, miradas, emociones, Eddie los dejó cerca de casa. Sabía que no podía arriesgarse a que Joseph, descubriera que había vuelto a sus vidas, no habían tenido aquella conversación, pero era evidente, no era necesario preguntar acerca de qué imagen tendría Joseph de él. 

Se detuvo en una esquina lo suficientemente discreta como para no ser visto,  estaban a unos pocos minutos a pie de la casa.

—Bueno, aquí estamos —dijo Eddie, tratando de mantener su voz firme mientras miraba a Kyle y Skylar. Sus ojos ardían, pero no iba a llorar, no frente a Kyle.

¿Por qué un amigo de su mamá estaría llorando porque sí? eso no tenía sentido, y dejaría dudas en un niño maduro, y bastante inteligente.

Kyle, con su juguete en la mano, miró a Eddie con una sonrisa, era sincera, como si muy en el fondo, existiera ese vínculo, esa sangre que compartían.

—Gracias por el regalo, Eddie. Me caíste bien— el chico le dedica su sonrisa con sus incisivos centrales creciendo poco a poco, algo imperfectos, pero tiernos, infantiles.

Eddie sonrió, aunque había algo de tristeza detrás de esa sonrisa. 

—Me alegra escucharlo, Kyle. Me encantaría pasar más tiempo contigo—lo mira a los ojos, y siente algo en su pecho. El niño se giró hacia su madre, con los ojos bien abiertos, mirándola con sus ojos brillantes, como si fueran el reflejo de lo bien que lo ha pasado aquella tarde 

—¿Puede Eddie venir a jugar a nuestra casa, mamá?— su voz es insistentemente tierna, y a la vez rompía el corazón de Skylar.

Eddie miró a Skylar, esperando su aprobación, esperando una señal que le permita seguir viéndolo. Ella dudó por un momento, consciente de que su corazón estaba al borde de caer de un precipicio, pero incluso si su corazón se rompía una vez más, su hijo tenía el derecho de conocer a su padre.

—Podemos salir los tres, como hicimos hoy —dijo finalmente, tratando de sonreír, sólo para el niño — ¿Qué te parece, Kyle?— Kyle asintió, contento con la idea de pasar un nuevo día con Eddie.

— Pero quiero que venga a casa con nosotros, a casa...Joseph es simpático ¿Lo conoces, Eddie?

—Lo he visto un par de veces—carraspea—Quizá un día...vaya.

— Eso me alegra mucho— responde el niño.

—Vamos, Kyle. Es hora de ir a casa— coge el abrigo del pequeño y se prepara para abrir la puerta. 

Kyle se acercó a Eddie.

—Nos vemos pronto, Eddie—Eddie lo abrazó de vuelta, sintiendo un nudo en la garganta. 

—Nos vemos pronto, Kyle.

Se bajaron del coche, Eddie los observó hasta que desaparecieron de su vista. Se quedó allí por unos momentos, sentado en su coche, incapaz de arrancar el motor. Miró hacia el asiento vacío al lado de él, imaginando a Kyle allí, riendo y hablando, contándole cosas de niño, tonterías, inocentes y adorables. Y pensó en el tiempo perdido y los momentos que se perdió junto a Kyle.

te daría la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora