CAPÍTULO 5: SHUNSEN RAIKYU.

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“Si logras obtener un equilibrio entre la luz y oscuridad, serás el hombre más cercano a un Dios “.

Akira estaba sumido en un sueño profundo y oscuro cuando de repente una extraña sensación invadió su cuerpo. Un líquido viscoso lo envolvía, impidiéndole respirar. Intentó gritar, pero solo emitió un sonido sofocado, como si se ahogara. De pronto, sintió una mano firme que lo volteó bruscamente. Su maestro, Hiroshi, lo sacudía para que recobrara el aliento. Despertó agitado, jadeando, sin entender dónde se encontraba. La habitación estaba envuelta en sombras inquietantes, susurrantes, como si guardaran secretos olvidados, y el eco de su propia respiración resonaba en la oscuridad, dejando a Akira en un estado de desconcierto absoluto, sin saber si aún soñaba o había despertado a una nueva pesadilla.

—¡Akira! ¡Despierta! —La voz de su maestro Hiroshi resonó en la penumbra, cargada de urgencia y autoridad.

Akira intentó controlar su respiración, tosiendo mientras miraba a su alrededor. Se dio cuenta de que estaba acostado en una tina llena de un líquido azul brillante que ahora goteaba de su cuerpo, emanando un resplandor etéreo. Hiroshi, con una expresión mezcla de alivio y preocupación, lo observaba de cerca. La habitación, iluminada solo por el brillo del líquido, parecía de otro mundo. El aire estaba cargado con una energía vibrante, casi palpable.

Tranquilo, muchacho. Respira hondo—, dijo Hiroshi con un tono calmante.

Akira, aún desorientado, notó símbolos arcanos grabados en las paredes, brillando con una luz similar a la del líquido. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero su mente estaba envuelta en una niebla densa y confusa.

¿Qué...qué es este lugar?—, murmuró Akira, todavía desorientado.

Hiroshi rompió el silencio, su voz grave y solemne. —Estás en una cámara de recuperación. Este líquido es una mezcla azul especial que cura heridas graves. Estabas en muy mal estado después del combate.

Akira salió de la tina con esfuerzo, sus músculos aún temblorosos por la tensión. Hiroshi le ofreció una toalla y lo ayudó a secarse. Akira se vistió lentamente con su dobok, cada movimiento una prueba de su renovada fortaleza. El aire parecía vibrar con una energía nueva, y Akira sentía cada fibra de su ser revitalizada, como si hubiera sido imbuido con un poder antiguo.

Justo en ese momento, Takeda entró en la habitación, su rostro serio y sus ojos centelleando con una intensidad inusitada.

Akira, ¿cómo te sientes? —, preguntó con voz grave.

Débil, pero mejor. Gracias al maestro Hiroshi—, respondió Akira, inclinando la cabeza en señal de respeto.

Akira, lo que has experimentado es solo el comienzo —dijo Takeda con voz grave—. La mezcla que te ha cubierto es parte de un ritual ancestral, reservado solo para aquellos destinados a grandes hazañas, no solo cura las heridas sino que recuperas tus fuerzas al cien.

Akira, aun adaptándose a sus renovadas fuerzas, observó a Takeda con curiosidad y una pizca de temor. En las manos de Takeda, un pergamino antiguo parecía pulsar con una energía propia.

—Este pergamino —continuó Takeda— contiene los secretos de nuestras técnicas especiales, ten Akira te lo has ganado por derrotar más de la mitad de mis estudiantes, si quieres yo mismo te puedo ayudar a aprenderlas, bueno si Hiroshi acepta.

La atmósfera en la habitación se tornó cargada de anticipación, cada palabra de Takeda resonando con un eco de grandeza y destino. Akira asintió lentamente, consciente de que su senda de guerrero dará un giro de noventa grados, embarcándose en un camino lleno de cosas por aprender, mientras Hiroshi asintió, satisfecho.

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