Entre Sombras y Hechizos

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Era una tarde nublada en Hogwarts, y los estudiantes estaban inmersos en su rutina diaria de clases. En el aula de Herbología, James Potter y sus amigos estaban en medio de una animada conversación sobre el último partido de Quidditch, mientras la profesora Sprout explicaba los cuidados necesarios para el cultivo de mandrágoras. James, con su típica actitud desenfadada, intercambiaba bromas y risas con Sirius, Remus y Peter, disfrutando de la clase sin preocuparse mucho por el contenido.

De repente, sus ojos se posaron en una escena que lo hizo fruncir el ceño. Al otro lado del aula, Severus Snape y Lily Evans estaban juntos, hablando en voz baja sobre un problema de la materia. James sintió una mezcla de celos y enojo; no entendía por qué Lily se llevaba tan bien con Snape, un estudiante que él consideraba una amenaza constante. 

Cuando la clase terminó, los alumnos comenzaron a dispersarse hacia sus respectivas clases. James, en un arrebato de frustración, vio a Snape caminando solo hacia el bosque. Decidido a desahogar su enfado, se dirigió hacia él.

Sirius, Peter y Remus vieron a James alejarse. Por primera vez decidieron no unirse a él, ya que, si llegaban tarde nuevamente a las clases, recibirían un regaño de la profesora Minerva. Sirius y Peter se alejaban, pero Remus fue el primero en detener a James, y los dos mencionados tuvieron que seguir a Remus a regañadientes.

—James, tenemos otra clase a la que asistir —dijo Remus, posando su mano en el hombro de su amigo y deteniendo su caminata.

—¡Vamos, James! Por primera vez, Snivellus no vale la pena —expresó Sirius, quien se acercaba junto a Peter.

—Chicos, es mejor que nos apresuremos. La profesora nunca llega tarde a las clases... —dijo Peter, irritado por tener que siempre ir tras James.

—Ustedes vayan a clases, yo me ocuparé de Snivellus —dijo James, haciendo movimientos con los dedos para parecer escalofriante.

Los tres merodeadores lo miraron con indiferencia, pues el día había sido largo y no querían perder más tiempo en cosas de niños.

—Potter, eres un caso perdido —dijo Remus, desviando la mirada y tomando el brazo de su amigo para guiarlo hacia el salón. Sirius y Peter, con una sonrisa relajada, siguieron a Remus y a James, aunque la paz no duraría mucho. Los tres vieron cómo James se quitaba la capa y se deshacía del agarre de su amigo.

—¡Ustedes vayan sin mí! —ordenó Potter, corriendo hacia la dirección de Snape.

—¡El que siga a Snivellus es un gay! —gritó Sirius.

—¡¿Qué dijiste?! —gritó James, enojado. Los tres merodeadores vieron la expresión furiosa de James y salieron corriendo entre carcajadas, no sin antes advertirle que sus intenciones podrían malinterpretarse.

A James no le importaba la compañía de sus amigos; su objetivo en ese momento era desquitarse con Snivellus. James trataba de localizar a Snivellus, pero no lo veía hasta que escuchó una rama romperse. Se acercó a la dirección del ruido y vio a Snivellus. 

—Oye, Snivellus, ¿por qué no te quedas con tus amiguitos de Slytherin? —dijo James con una sonrisa desafiante.

—Vete a molestar a otra parte, Potter —respondió Severus, tenso y visiblemente incómodo, aceleró el paso, tratando de ignorar los comentarios de James. Sin embargo, no se dio cuenta de lo lejos que se adentraba en el bosque mientras discutía con él. La conversación se volvió cada vez mas acalorada, y pronto ambos se encontraron perdidos entre los árboles.

Finalmente, Snape se detuvo y, sin mirar a James, comenzó a caminar en dirección opuesta. James, al notar que el camino se volvía más denso y oscuro, se detuvo y le preguntó:

—¿Dónde vamos? ¿Sabes cómo regresar?  

Snape, sin girarse, respondió con frialdad:

—Si quieres quedarte aquí, puedes hacerlo. Yo me voy.

James sintió un nudo en el estómago. No quería perderse en el bosque solo por una discusión con Snape. Respiró hondo y decidió intentar algo diferente.

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