Luz

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"Se me fue con el Sol, sin hablar sin un adiós
No recuerdo ni su cara ni su voz"

La cegadora luz blanca del vacío infinito lo envolvía, un lienzo inmutable e infinito que se extendía más allá de la comprensión. Pero a pesar de esa luz abrasadora, Satoru Gojo sentía un frío que le calaba hasta los huesos, un frío que emanaba del vacío en su alma. Sin Suguru a su lado, el mundo había perdido su vitalidad, sus colores vibrantes ahora reducidos a un monocromático y desolador paisaje.

La máscara de sonrisa perpetua que siempre llevaba, esa fachada arrogante que lo protegía del mundo, comenzó a agrietarse. Bajo la superficie, la tristeza se extendía como una sombra, amenazando con consumirlo por completo. Los juegos, las burlas ingeniosas, las acaloradas discusiones que antes alimentaban su espíritu ahora resonaban en un silencio ensordecedor. Todo palidecía en comparación con la ausencia de Suguru, su otra mitad, su yin y yang.

La maldición de la inmortalidad, una vez considerada una bendición, se había transformado en una pesada cadena que lo ataba a una existencia solitaria y vacía.

Mientras flotaba en la infinita nada, un torbellino de recuerdos asaltó su mente, cada imagen tan vívida como el día en que se forjó. Cada risa contagiosa compartida, cada mirada cómplice intercambiada, cada silencio cómodo que hablaba de un entendimiento profundo, volvía a él con una intensidad abrumadora. La presencia fantasmal de Suguru lo rodeaba, susurrando en los rincones de su mente, recordándole todo lo que había perdido.

De pronto, entre la niebla de su dolor, Gojo distinguió una voz familiar que lo llamaba desde la lejanía. Era la voz de Suguru, impregnada de un tono burlón que conocía tan bien. Siguió el eco, aferrándose a él como un náufrago a una tabla, hasta que llegó a un pequeño resquicio de luz en la infinita oscuridad.

Al asomarse, con el corazón latiendo con una mezcla de esperanza y temor, lo vio. Suguru estaba allí, de pie en medio de un campo de flores blancas, una sonrisa burlona adornando sus labios. Le tendía la mano, sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de calidez y reproche.

- Te dije que estaría esperando, Gojo - susurró Suguru, su voz resonando con la misma seguridad arrogante que Gojo recordaba. -¿O piensas quedarte solo en la oscuridad, lamentando tu destino?

Las palabras de Suguru lo golpearon con la fuerza de un puño. En ese instante, Gojo comprendió. Hundirse en la autocompasión, permitir que la tristeza lo consumiera, sería una traición a la memoria de Suguru. Tenía que honrar su sacrificio, su lucha, continuando con la misión que ambos habían abrazado.

Aunque el dolor de la pérdida aún latía en su pecho, Gojo tomó una profunda bocanada de aire y extendió la mano. Sus dedos se cerraron alrededor de los de Suguru, y sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. Lentamente, fue arrastrado de nuevo a la luz, a la vida, con la promesa grabada en su alma de honrar el legado de su amigo.

Gojo sabía que extrañaría a Suguru cada día de su interminable existencia. Pero también sabía que llevaría consigo las lecciones que Suguru le había enseñado, la fuerza que le había impartido, y el amor incondicional que había definido su vínculo. Continuaría adelante, no por obligación, sino por la promesa silenciosa que acababa de hacer en el vacío de la nada.

Se Me Fue | Satosugu [[Drabbles]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora