lo hago por la historia, no por gusto
EL CUMPLEAÑOS DE DILLOM ESTABA A SOLO UNAS POCAS HORAS DE DISTANCIA, LAS CUALES PARECÍAN ALARGARSE CADA VEZ MÁS POR LA DUCHA INTERMINABLE DE EUGENIA. Habían pasado la tarde juntos nuevamente en la habitación de la chica, quien había insistido en vestir un atuendo especial para la celebración del chico. De todos modos, se estaban quedando sin tiempo, y Dillom no pudo evitar levantarse de su lugar en la cama de la chica para darle un pequeño golpe a la puerta de su baño.— Dale, Euge. -habló, medio en chiste pero también con una leve impaciencia.- Apurate que los pibes nos están esperando.
Logró escuchar a la chica bajar el volumen de su celular, por donde escuchaba una canción de Miranda. — ¡Ya casi estoy! -respondió, tratando de convencerlo a pesar de que ya lo había dicho anteriormente.- ¡Anda bajando si queres!
El chico frunció sus cejas levemente, reacio a dejar la compañía de Eugenia. — ¿Segura? No hace falta que te prepares tanto. Podes ir con tu pijama y vas a seguir igual de diosa. -bromeó, causando una risa en la chica.
El ruido de la ducha disminuyó en cuanto Eugenia abrió la puerta levemente, con el pequeño espacio permitiendo que Dillom viera solo el rostro de la chica con su cabello todavía mojado y unas gotas de agua cayendo por su cuello. El vapor de la ducha escapó de la puerta, dándole un ambiente más de mística a Dillom, quien no se atrevió a pestañear ni por un momento ante la figura de Eugenia frente a él, a pesar de que únicamente podía observar su rostro y una pista de sus clavículas.
— Es una noche especial. -explicó la chica con emoción.- Si queres, vayan al bar y los veo ahí. Es acá nomás.
Dillom aceptó su propuesta, tragando saliva para obligarse a sí mismo hablar. — Te pido un gin tonic. -ofreció.
Eugenia asintió, estirando su rostro para depositar un beso corto en los labios del chico. — Nos vemos en un ratito. -contestó, cerrando la puerta para continuar con su ducha.- ¡Prometo que no tardo nada!
Una vez afuera de la habitación de Eugenia, el ambiente se sintió distinto para Dillom. La relación que tenía con la chica se había vuelto muchísimo más cercana e íntima con el paso de las semanas, pero continuaba siendo algo privado entre ambos. El chico sabía que Eugenia había reforzado sus amistades con sus compañeros en sus clases de fotografía, pero las múltiples veces que Dillom había pasado por ella, nunca se había referido a él cómo su novio.
Ni siquiera los propios amigos de Dillom sabían por completo el vínculo que tenía con la chica. Sospechaban algo, pero los únicos que veían la realidad entre el cariño que ambos se tenían eran los compañeros de trabajo de Eugenia, y les habían mentido al comienzo, por lo que realmente no sabían la verdad de lo que tenían.
Dejó aquellos pensamientos de lado en cuanto llegó a la planta baja del motel, donde Tato y el resto de sus amigos lo esperaban. Era el grupo con el que solía juntarse para fumar y hacer sustancias por la tarde, a pesar de que aquellos encuentros habían disminuido notablemente desde que había conocido a Eugenia. A pesar de no querer que estuviera envuelta en aquel grupo, no podía no invitarlos a su cumpleaños. Además, sentía algo de alivio al saber que estaría su grupo de amigos del colegio en la celebración, quienes eran más del estilo de la chica.
— Al fin. -habló Tato con un suspiro desganado, levantándose de su lugar en uno de los sillones.- ¿Por qué tardaste tanto, loco?
Otro de sus amigos, el que solía conseguirle pastillas de vez en cuando, le dirigió una sonrisa cómplice antes de darle una palmada a su espalda. — ¿La cordobesa te dio tu regalo adelantado?
Dillom lo empujó, sin molestarse en ocultar el enojo en su rostro. — No me rompan las bolas. -respondió con firmeza.
Las risas acompañaron su salida del motel, seguido de cerca por sus amigos. En el camino al bar que quedaba a solo dos cuadras, trató de concentrarse en su celular, revisando si Eugenia le había enviado algún mensaje, para no darle atención a las miradas y susurros de parte de sus amigos.
— Dale, Dillom, decinos qué onda con la piba. -insistió otro de los chicos.
— ¿Están en algo serio o que? -agregó Tato, mordiendo su labio inferior para resistir sus risas.- ¿No es medio cheta para vos? Nunca me imaginé que serías novio de alguien así.
La pregunta provocó que el corazón de Dillom palpitara en su pecho. Era el mismo sentimiento de aquel día en que Eugenia le había preguntado con pura inocencia si eran novios y él había esquivado la pregunta con facilidad por la poca experiencia de la chica en el mundo de los noviazgos. Sin embargo, no tendría la misma suerte con su grupo de amigos.
En su mente, la única chica que realmente le gustaba e interesaba era Eugenia. No podía negar aquello, pero tampoco podía dejar de pensar acerca de como podía llegar a arruinar las cosas entre ambos si le ponían un título a lo que tenían. No quería estar con nadie más que con ella, y sospechaba que ella sentía lo mismo acerca de él. De todos modos, su vida estaba siendo demasiada tumultuosa en aquel momento con su creciente dependencia sobre las pastillas y lo mucho que trabajaba para tratar de balancear sus responsabilidades y la música. Además, no quería que sus amigos molestaran a Eugenia, por lo que decidió ponerle fin a aquellas ideas.
Levantó sus hombros con indiferencia, dejando su celular en el bolsillo de sus bermudas. — No, nada ver. -respondió con descuido.- La piba es copada y esta re buena, pero estamos en algo tranqui nomás.
A pesar de estar acostumbrados a sus comentarios halagando el cuerpo de Eugenia, un par de sus amigos dudaron acerca de su postura. Habían notado lo mucho que pasaban tiempo juntos la chica y Dillom, y como el chico la defendía ante cualquier insinuación de alguno del grupo.
— Dale, wacho. -insistió Tato.- Se nota que le gustas en serio. Siempre andan juntos. No te hagas el boludo.
Dillom chasqueó su lengua con fingida irritación, manteniendo su postura de no querer atarse por completo a una sola persona. — ¿Qué decís? -preguntó con irritación, decidido a cambiar de tema.- Vamos que se va a llenar el lugar.
A medida que llegaban al bar, se obligó a sí mismo a pensar en algo distinto, sin imaginarse como Eugenia estaba terminando de vestirse con total esmero para la ocasión.