18. CABEZAS CROMADAS

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no puedo seguirle el ritmo




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LO ÚNICO QUE EUGENIA PODÍA ESCUCHAR ERA EL SONIDO PESADO DE SU RESPIRACIÓN. Sentía su pecho moverse con rapidez, pero por su mirada nublada no estaba segura. A su lado, distinguió el roce del cuerpo de Dillom a su lado, acomodándose en la cama antes de acomodar su cabello sudoroso con cuidado.

— Vamos, Euge. -habló con su voz ronca, mostrando una sonrisa divertida en su rostro ante el estado del la chica.- Nos tenemos que duchar que estas hecha mierda.

A pesar de su extremado cansancio, Eugenia asintió. Sentía todo su cuerpo caliente, y el temblor en sus piernas continuó a pesar del apretón juguetón que Dillom le dio a su muslo. Con un esfuerzo que le pareció extraordinario, la chica se apoyó en sus codos para tratar de sentarse en la cama.

Sus piernas que continuaban levemente temblando causaron risas en Dillom, pero al ver cómo realmente le estaba costando ponerse de pie no pudo evitar fruncir sus cejas. — ¿Te sentís bien? -preguntó con preocupación.

Eugenia asintió, cerrando sus ojos por un momento mientras sentía cómo el chico acariciaba su espalda con gentileza. — Si, si, solo un poco...no sé. -dudó, soltando una leve risa nerviosa al final.

Las palabras de la chica aliviaron a Dillom, quien se permitió a sí misma sonreir. — Ya te vas a acostumbrar. -prometió, plantando un beso en su mejilla acalorada.- ¿Te dolió? -preguntó, enroscando su brazo alrededor de la cintura de Eugenia.

La chica levantó sus hombros, caminando lentamente al lado de Dillom. Dejó que la mayor parte de su peso estuviera sobre el chico, considerando la leve presión que sentía sobre la parte inferior de su cuerpo y el temblor ocasional en sus piernas. El rubor en sus mejillas era tanto por el estado en el que se encontraba y por sus propias emociones luego de lo que había ocurrido, volviendo a repetir en su mente cada segundo.

— No tanto cómo me imaginaba. -respondió luego de unos segundos, ingresando al baño luego de que el chico le abriera la puerta.

Dillom le dirigió una mirada divertida. — ¿Ya andabas pensando en esto de antes? -preguntó con humor, abriendo el agua de la chica.- Que guaranga, Heidi.

Eugenia chasqueó su lengua, negando con su cabeza a pesar de saber que era una broma. — Sos un tarado.

Su fingido enojo duró pocos segundos, en especial cuando Dillom extendió sus brazos para poder agarrarla de sus hombros para traerla a él en un abrazo. La relación entre ambos había tomado un paso considerable, lo cual llenaba a Eugenia de emoción. Le había dado algo al chico que siempre sería suyo y quedaría en la memoria de ambos, algo que podrían ver cómo un hermoso recuerdo según la chica.

DON | DILLOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora