no te quiero perder
CON UNA SONRISA EN SU ROSTRO, EUGENIA SE ABALANZÓ EN UN ABRAZO A DILLOM. A pesar de que era una ocurrencia habitual entre ambos, el chico nunca podía evitar que su corazón latiera con fuerza dentro de su pecho al pasar a buscar a la chica por su trabajo.Eran las pocas veces en las que podía sentirse sin ninguna preocupación. No tenia que lidiar con los problemas en su familia, o enfrentarse a las quejas de sus profesores y las insistencias de sus amigos de tratar de mejorar.
Una risa escapó de sus labios al ver como los ojos de la chica se abrían de par en par al notar el tatuaje en su pómulo, el cual era un dibujo de un jugo en cartón diminuto. — Ay, Dylan... -habló, tratando de no hacer una mueca en su rostro.
Era obvio que la chica no podía ocultar su disgusto pero estaba haciendo lo mejor posible, causando carcajadas en Dillom. — ¿No te gusta? -preguntó con un fingido puchero.
Al creer que realmente estaba triste, Eugenia plantó otro beso en sus labios. — Si a vis te gusta, a mi me encanta. -declaró con pura honestidad.
Sus palabras enternecieron a Dillom, quien ajustó su agarre sobre su cintura para poder abrazarla. El tatuaje se lo había hecho aquella misma mañana, y a pesar de que seguía ardiendo, el toque gentil de Eugenia sobre su piel logro calmarlo. La presencia de la chica siempre lo hacía, y aquello era lo único que permitía que no estuviera de mal humor mientras se dirigían a la casa de su padre.
— ¿Qué vas a hacer en Navidad? -preguntó Eugenia con interés, deslizando su mano del brazo del chico para poder sostener la mano de Dillom.
El chico entrelazó los dedos de ambos, tanto para poder guiar a la chica en el camino hacia la casa de su papá, donde debía quedarse por el acuerdo de divorcio, y por la ternura que le generaba aquella simple acción. Era algo que evidenciaba el enamoramiento juvenil que ambos estaban atravesando, con Eugenia siendo más abierta a aquella etapa en su vida, observándola con una mirada infantil y optimista, la cual era distorsionada a la cruda y sombría realidad que Dillom enfrentaba.
El chico levantó sus hombros, distraídamente acariciando los nudillos de Eugenia. — Ni idea. Seguro salga a una joda por ahí y me quede en lo de algún amigo. -contestó antes de chasquear su lengua.- Me tengo que quedar con mi viejo y no festeja Navidad.
La chica asintió en entendimiento, sonriendo en cuanto surgió una idea a su mente. — ¿Queres que hagamos algo los dos?
Tomando en cuenta los problemas de Dillom con su familia y lo alejada que estaba Eugenia de su vida en Córdoba, la pregunta tenía sentido. La fiesta a la que iba a asistir era uno de sus conciertos, si así podía llamarse, más importantes en lo que iba de su carrera musical. Había estado produciendo canciones para FL Studio hace tiempo, y a pesar de lo difícil que podía tornarse, era algo de lo que estaba orgulloso. No podía imaginarse una persona mejor para compartirlo que con Eugenia.