08. 220 (PARTE DOS)

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voy a dejar todo lo demás para después para verte





LA IDEA DE COMENZAR TERAPIA HABÍA SURGIDO EN LA MENTE DE DILLOM AQUELLA TARDE EN EL MOTEL CON SUS AMIGOS

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LA IDEA DE COMENZAR TERAPIA HABÍA SURGIDO EN LA MENTE DE DILLOM AQUELLA TARDE EN EL MOTEL CON SUS AMIGOS. Lo veía cómo una vía más rápida y fácil de conseguir las pastillas que prefería usar para hacer sustancias, y para él, tenía todo el sentido del mundo.

Desde su lugar desparramado en el pequeño sillón de la entrada del motel, pateo levemente a uno de sus amigos que fumaba en el piso. — Pasame otra caja. -pidió.

La caja de clonazepam no tardó en llegar a sus manos. Por la hora temprana de la tarde, con la mayoría de los residentes del motel en sus habitaciones durmiendo la siesta o merendando, el gerente del motel no había presentado queja alguna al grupo que estaba conversando y fumando en una esquina del lugar. Se limitó a darles un par de advertencias, amenazando con llamar a la policía si alguno de ellos "se pasaba de vivo".

Estuvo a punto de tomar sin bebida alguna dos de las pastillas del paquete cuando escuchó la puerta del motel abrirse. No había visto a Eugenia en todo el día, y por la cercanía entre ambos durante los últimos días, internamente deseó que se tratara de ella.

Un suspiro desganado escapó de sus labios al ver que simplemente se trataba de una pareja hasta que vio a Eugenia caminar detrás de ellos con unas prendas en sus manos. La expresión tranquila en el rostro de la chica cambió inmediatamente a una sonrisa al ver al grupo de chicos, a pesar de que estaba destinada únicamente a uno de ellos en específico.

— ¡Dillom! -llamó con emoción, dirigiéndose hacia él.- ¡No sabes que paso!

El chico se acomodó en su asiento, levantándose para tratar de aparentar que no había pasado casi toda la tarde fumando en aquel lugar. — Euge, ¿qué onda? -saludó, apoyándose contra la pared a su lado.- ¿Qué contas?

— ¡Conseguí trabajo! -reveló la chica, irradiando la felicidad que le había causado la noticia.- Hoy empiezo en el bodegón al que fuimos juntos.

Dillom levantó sus cejas en sorpresa, dejando que una sonrisa apareciera en su rostro por la creciente independencia de la chica. — ¿Posta, boluda? Que bien. -respondió, con genuina aprecio por la chica.- Te vas a poder ganar un par de mangos para invitarme a comer la próxima.

Eugenia rió, asintiendo al tomarse en serio las palabras llenas de humor del chico. — Si, la próxima vez te invito yo. -prometió con sinceridad.- Mira, este es el uniforme que voy a usar. -explicó, mostrándole las prendas que tenía en sus manos.- Es medio grande, pero parece bastante cómodo.

Para poder mostrarle a lo que se refería, presiono el uniforme contra su cuerpo. Se trataba de un delantal negro con rayas blancas, uno que Dillom había visto numerosas veces al ir al bodegón, pero al verlo en la chica, se sentía cómo si fuera la primera vez. Notó los detalles de la prenda, cómo los botones negros a la altura de la cintura de Eugenia y el delicado encaje en donde terminaba su cuello. No podía dejar de imaginarse a la chica usando aquello hasta que los silbidos y comentarios de sus amigos lo hicieron volver a la realidad.

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