yo quería una noche de hotel, no una luna de miel
LAS VOCES DE SUS AMIGOS SONABAN DISTORSIONADAS PARA DILLOM. Había perdido la cuenta de la cantidad de latas de cerveza que había tomado durante la tarde, y los blisters vacíos de pastillas a su alrededor solo empeoraban su estado.Había discutido con su padre nuevamente. El motel en Once y la compañía de aquel grupo de amigos nunca fallaba en hacer que dejara de pensar en el mundo y en sus preocupaciones por un par de horas. Sabía que podía buscar la presencia reconfortante de Eugenia para tratar de despejar su mente, pero la atracción por las drogas y el alcohol era más fuerte.
Sin embargo, tuvo que volver a la realidad cuando sintió a uno de sus amigos agarrar con fuerza su hombro. — Che, Dillom, mira a tu señora ahí. -comentó, conteniendo su risa.
Los ojos de Dillom estaban entrecerrados, con la mayor parte de su peso apoyada en el respaldo del pequeño sillón del motel. Hizo lo mejor para enfocarse, a pesar de que el efecto de la marihuana seguía expandiéndose por su cuerpo, en especial por el cigarrillo que continuaba colgando de sus labios.
No estaba seguro de que si lo que estaba viendo era producto de su imaginación o no. La figura de Eugenia temblorosa al usar un pijama claramente de verano que consistía en unos shorts blancos con líneas azules y una musculosa rosa pastel no tenía sentido con el clima que había en la ciudad. Su rostro estaba pálido mientras conversaba con el administrador del motel, con sus brazos sobre el mostrador para poder sostenerse, casi cómo si no tuviera fuerzas por si sola.
— ¿No se enteró que hacen cómo doce grados? -bromeò Tato antes de tomar un largo sorbo de su cerveza.
Sus amigos rieron, excepto Dillom que trataba de acomodarse en su asiento para poder estabilizarse. — Igual mira lo fuerte que está. -comentó otro de los chicos con una sonrisa burlona.- ¿Decìs que me da bola si le digo que esta buenisima hasta enferma?
Las risas del grupo sonaron distorsionadas para Dillom, quien estaba concentrado en levantarse de su lugar de la manera más sobria posible. Su preocupación por la chica iba creciendo con cada segundo que pasaba, y no era solo por el estado débil en el que la veía, sino también por los comentarios de sus supuestos amigos. Sabía que nunca había dicho cuál era su relación específica con Eugenia, en especial por cómo él mismo no sabía que eran realmente, pero el sentimiento de celos y posesividad creció dentro de él a una rapidez que igualaba sus movimientos.
— Dejen de romper las bolas. -advirtió, levantándose de su lugar.- Hoy pasa la noche conmigo. -declaró sin rodeos.
Sus palabras causaron que el resto de los chicos levantaran sus cejas en sorpresa. No se esperaban verlo tan firme y seguro con su decisión, tomando en cuenta lo inocente e ingenua que Eugenia parecía para ellos. Sin embargo, no tardó demasiado en que las risas y chistes comenzarán a surgir de ellos al ver como Dillom se dirigía a la chica.