Reencuentro

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Mira las escobas Harry ¡Vaya! ¡Que diseños! Apuesto a que yo me vería perfecto en esa ¡Están increíbles!_ Exclamó Ron, señalando uno de los modelos nuevos de escobas, mientras pegaba su rostro a la vidriera, embobado.

_Ciertamente lo son pero observa el precio_ comentó Harry sacando al pelirrojo de sus ensoñaciones_ trescientos galeones de oro ¡Eso es demasiado!_ y acto seguido frunció el ceño.

_ Es verdad_ murmuró Ron algo desganado_ pero tal vez nos hacen alguna cortesía, tu sabes, por ser los héroes del mundo mágico_ Esta vez más animado se dispuso a entrar a la tienda de escobas mágicas hasta que una voz lo interrumpió:

_ Vinimos aquí para comprar las cosas necesarias para el curso escolar ¡No escobas!_ Los reprochó Hermione, ciertamente indignada.

_ Además ¿Qué es eso de pedir cortesía?_ La secundó Ginny_ Tomen, aquí está la lista de libros de este año_

_ ¿Y ustedes no la necesitan?_ Preguntó Ron intrigado, aunque solo para cambiar de tema. Se sentía como un niño descubierto por su madre, a punto de hacer una travesura.

_ Ya lo compramos todo. Es que estaban tan ocupados con las escobas que no se dieron cuenta_ Respondió Hermione, poniendo los ojos en blanco_ Ahora iremos a comprar túnicas nuevas ¿Nos acompañan?_

_ Vayan ustedes, ya saben mi talle_ Dijo esta vez Harry, entregándole unos galeones a Ron_ Tengo que ir a otro lado_

_ Harry ¿A dónde vas?_ Preguntó Ginny. Pero él no llegó a responderle ya estaba en el negocio de mascotas dónde buscaría una nueva lechuza.

Realmente no tenía muchas ganas de adquirir un nuevo mensajero, pues extrañaba mucho a Hedwig. Aún recordaba su último momento de vida. Cuando un mortífago, le había lanzado un hechizo imperdonable, pero Hedwig se posó delante de él, en un intento de salvarlo. Al tiempo en que el hechizo impactaba contra su fiel amigo, Harry sentía un inmenso dolor. No debería haber dejado que se sacrificara por él.

También esa culpa y remordimiento lo perseguían en sueños, y cuando creía que no volvería a tener esas recurrentes pesadillas, ahí estaba la suerte para demostrarle lo contrario.

Entró en el local con expresión abatida, no podía evitar extrañar a su fiel lechuza.

_Oh, buen día muchachito, ¿Qué deseas? Dijo una voz dulce y saltarina del otro lado del mostrador_ Un segundo... ¿No eres tu Harry Po...?

_Sí, el mismo_ Dijo el muchacho ocultando su irritación con una sonrisa comprometida. La verdad era que, desde que había vencido a Voldemort, en cada lugar y momento había un desconocido que le preguntaba por su identidad o simplemente exclamaba "Oigan, amigos ¡Es Harry Potter!" También estaba acostumbrado a que la gente aclamara su nombre o se le agolpara para expresarle sus agradecimientos o bien, someterlo en un duro interrogatorio acerca de la guerra pasada_ Estoy buscando un lechuza_

_ Pues, has venido al lugar indicado_ comentó la mujer, menuda y con mucho maquillaje. No pasaba la altura de un metro cuarenta y vestía de tonos como rosa pastel y rojo coral_ ¿Qué clase de lechuza te gusta? Tenemos de las antiguas: sabias y eficientes. Tenemos de las más jóvenes: veloces, aunque aún no saben todas la direcciones, les falta tiempo. También hay de las pequeñas, especiales para el correo rápido, pero nunca les mandes un recado muy pesado, aún no los saben transportar. Hay de las grandes, muy poco disimuladas, pero si alguien trata de interceptar tu carta, ellas son especiales para defender lo suyo y lo de sus queridos_ Con cada clase de mensajero que ella mencionaba, iba mostrándole a Harry jaulas y jaulas con variedades interminables de lechuzas.

_Mmm..._murmuraba el niño que vivió, no muy convencido. Cada lechuza que le mencionaba, tenía su ventaja y desventaja. Pero ninguna de ellas le llegaba a los talones a Hedwig_ Supongo que estaría bien esa_ dijo Harry, ahora decidido, indicándole a la mujer cuál quería que fuera su compañera.

Secretos en la BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora