Primeros malestares.

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Los próximos días fueron una completa locura para él, en el momento en que llegaba a casa, iba directo a la cama y ya no había nada ni nadie que pudiera levantarlo, su sueño se había vuelto mucho más pesado, sus demás malestares no dejaban de hacerse cada vez más presentes. 

Las náuseas matutinas, la poca tolerancia a los olores y ciertos alimentos, así como también la poca sensibilidad emocional. 
Solo tenía que encontrarse solo en casa para terminar rompiendo en llanto. 

¿Por qué no tuvo el valor ese día? Aún no lo entiende, quizá fueron la traición de sus nervios al verse con aquella bata, o cuando fue trasladado en una camilla por aquel pasillo bastante brilloso y blanquecino, o cuando noto que estaba apunto de cruzar las puertas del quirófano. 
Sus latidos se aceleraron y comenzó a gritar que se detuvieran, que lo dejarán ir, y en el momento en que lo hicieron y salió por las puertas de la clínica, sintió como el aire fresco lo asfixiaba. 

«Tan cobarde, Ray». 

Se repetía a sí mismo, una y otra vez mientras se aferraba a sus piernas y lloraba nuevamente, ignorando a las personas de su alrededor, ignorando a Emma que le pedía ir a casa, pues en ese momento solo quería quedarse sentado sobre la acera sin ser molestado. 

Pero ante ese repentino cambio de decisión, ahora estaba allí, despertando de mal humor ante los repetidos golpes de su madre sobre la puerta de su habitación. 
Con pesadez y dificultad, consiguió tomar asiento, bostezando de una forma tan escandalosa y poco discreta, arrojando su sabana que cayó al suelo. 
Levantándose con gran pesar, terminó saliendo de su habitación, una acción que asustó un poco a su madre, quedando confundida ante la repentina arcada que atacó de la nada a su hijo. 

Ray, entró al baño ignorando que su padre se estaba duchando, terminando por desechar su cena del día anterior en el inodoro. 

—¿Estás bien? — preguntó su madre, viendo como su esposo solo se asomaba por una pequeña abertura de la cortina. 

Tomando un poco de papel, Ray asintió, limpiando la comidita de sus labios, bajando la la palanca, terminando por dejarse caer sobre el azulejo frío del baño. 

—Creo que fue culpa de la comida de Emma— mintió. 

—¿Emma? ¿La visitaste ayer? 

—Algo así.

Reuniendo todas sus fuerzas, consiguió colocarse de pie, pasando junto a la mujer y caminando de vuelta a su habitación. Una vez en ella, se dejó caer sobre su cama, cubriendo su rostro con el dorso de su brazo, suspirando con pesar, llevando su otra mano hasta la altura de su vientre. 

Había aguantado muy bien sus náuseas, pero está vez en el momento en que dió el primer paso los mareos se hicieron presentes, y las náuseas lo llevaron hasta el escudado y enfrente de sus padres. Si las cosas seguirán avanzando de esa manera, no podría ocultar su embarazo por mucho tiempo. 

Cuando estuvo listo, trago con fuerza al sentir cierto malestar por el olor de la comida atorarse en su garganta, terminando por fruncir su ceño y arrugar su nariz. 

—¿No desayunarás con nosotros? — preguntó Isabella. 

—Voy un poco tarde. Lo haré en el trabajo. 

—Por Dios hombre, no has comido nada bien en los últimos días. Supongo que no pasará nada si llegas un poco tarde, solo ven y come… —no terminó de hablar, pues su hijo siguió su camino hasta perderse por el pasillo principal—. ¡Ray! 

—Dejalo Isabella, si dice que comerá en el trabajo, lo hará. 

—Pero Leslie…

Con un poco de culpa, el azabache salió de la vivienda, pero suspirando con alivio al sentir su malestar disminuir un poco. 

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De camino a su trabajo, optó por una simple dona con cubierta de chocolate, pues realmente no tenía apetito de mucho a pesar de que esté estuviera casi vacío, pero tener algo mínimo en el estómago lo haría sobrellevar su día sin tanto conflicto. 

O eso creyó, pues conforme las horas pasaban, sus malestares solo fueron empeorando. 

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Lifeline [NorRay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora