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Púrpura.

Ese era el color que se formaba ante la mezcla de los colores rojo y azúl. El mismo color se veía reflejado durante apenas unos segundos en medio de las nubes, cuando el sol comenzaba a ponerse y dar paso lentamente al atardecer, dejando atrás el rastro de calidez brillante, pero otorgando la hermosa vista de un cielo indeleble.

De observar una vista tan preciosa, era imposible dejar de contemplarla, el escenario siendo grabado en lo profundo de los recuerdos más recónditos de su memoria. Sería un instante de realidad que viviría eternamente dentro de sí.

La mirada ardiente de un rojo intenso contrastaba con el azúl celeste que volvía a brillar luego de pasar días incontables en la oscuridad, la ausencia de la luz. Y ese mirar que ambos poseían rápidamente brilló en un sentimiento tan púrpura como el más bello atardecer.

Para la sorpresa del más joven, recibió una calidez casi inmediata, tan brillante que temió por un momento que el amanecer le hubiese alcanzado sin querer, sin embargo, notó que esa calidez no quemaba ni dolía, contrario a ello, era tan agradable como adictiva, dejando un sabor encantador en su interior. Sin duda, no podía tratarse de nada más ni de nadie más.

Tanjiro había dejado caer lo que sostenía, en su espalda, la gran cantidad de troncos, haciendo que estos cayeran en medio de la nieve carentes de cualquier importancia que pudiera haberles dado en un principio. Sus ojos solo parecían enfocados en una dirección específica, antes de que los mismos se vieran con cierto brillo húmedo, irradiando emociones que no eran capaces de identificarse con tan solo una mirada. No era suficiente. Pero luego de correr y abrazar con tal fuerza a Muichiro, evidenciaba un poco mejor sus sentimientos.

— Me da gusto, me da tanto gusto.

Para Muichiro, escuchar su voz finalmente en carne propia fue una sorpresa. Podía notar los cambios que habían hecho los casi tres años en el contrario. Era claro que la estatura que ahora los separaba era más notoria, teniendo en consideración que él mismo no había cambiado siquiera un poco desde que fue convertido en un demonio. Por el contrario, Tanjiro actualmente era más alto que él, más de lo que solía serlo en aquellos años; su voz sonaba más madura, un poco más grave y calmada de lo que solía ser cuando era más joven; y finalmente, sus rasgos. Apenas fue capaz de ver sus rasgos por algunos segundos antes de que esa persona se lanzara a un abrazo, sin embargo, fue más que suficiente para captar que las facciones infantiles fueron dejadas atrás.

— Sabía que no podías haber muerto.

Esas palabras fueron expresadas con una esperanza que ocasionó algo de tristeza en el más bajo. Sin duda, debería de haber muerto. Y de alguna manera, tenía otra oportunidad de vivir.

— ¿Lo sabías...?

— Era como un presentimiento. Lo sentía. Nunca pudimos recuperar tu cuerpo, y cuando pensaba en ti, no estaba convencido. Era como una sensación en el estómago, como un boom, y luego en el pecho como un bam, bam y...

Una risa interrumpió el fallido intento de explicación del más alto, siendo inevitable, y a la vez un recordatorio bastante persistente de que definitivamente estaba hablando con esa persona. No importaba los muchos años que pasaran sobre él, seguiría siendo horrible dando explicaciones, y aún así las daría con una postura bastante segura.

— Eres terrible explicando, Tanjiro.

El mencionado solo compartió la risa, de una manera algo avergonzada, en lo que se apartaba del abrazo para darle una mirada directa, cruzándose de brazos y ladeando ligeramente la cabeza, su expresión mostrando una queja bastante evidente.

— Lo soy, pero me parece que aún así lo entendiste bien, ¿no?

Muichiro, al igual que la persona frente a él, ladeó ligeramente la cabeza, cruzándose de brazos para imitar su postura.

Cristal eyes [TanMui]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora