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Aemond

Sigo pensando en los sucesos de hace dos días. Su temor en la mirada, las manos temblorosas, el aliento entrecortado... Recordarlo hace estremecer cada parte de mi cuerpo. Jamás pensé que podría sentir tantas emociones por culpa de un niño, un niño hermoso.

Ahora que me he enterado de su condición, lo deseo aún más. Él me quitó el ojo y me marcó de por vida. Al principio, solo sentía odio y enfado por la deuda que nunca se pagó. Luego, se convirtió en algo más que un simple odio; en un deseo intenso.

Doy dos suaves golpes a la enorme puerta de ébano. Al escuchar la afirmación de que puedo pasar, los dos guardias, cada uno a un lado, abren la puerta y me permiten entrar.

-¿Aemond? -pregunta con una ceja levantada mientras limpia un dragón de cerámica, sentado en un gran sillón de terciopelo negro, con su bastón al lado y su corona en una mesita de madera oscura.

-Majestad. -Hago una leve reverencia y me acerco más a él. Deja su dragón apoyado correctamente en la maqueta de King's Landing.

-¿Qué necesitas, Aemond? -Ahora me mira fijamente, concentrándose en mí mientras toma su bastón.

-Vengo a hablar sobre mi propuesta para Lucerys. -Tomo mis manos detrás de la espalda y me mantengo erguido. Él suspira y se levanta con la ayuda de los sirvientes.

-Ya he dicho que ese tema no se hablará hasta mañana -dice con dificultad por el esfuerzo de caminar hacia su cama. Al llegar, se queda sentado, y un sirviente le trae una muda de ropa para dormir.

-Lo sé, majestad, pero vengo a decirle por qué debe casar a Lucerys conmigo -hablo firmemente.

-¿Ah, sí? -pregunta sarcásticamente.

-Dime, Aemond, ¿por qué debería casarte con Lucerys? -Me acerco más a él mientras los sirvientes lo ayudan a cambiarse.

-Primero, para resolver nuestros conflictos pasados. Segundo, nuestra familia está dividida, y si nos casamos, podremos unirnos de una vez -digo, sintiendo que estas dos razones son más que suficientes, sin mencionar el deseo intenso que siento solo de imaginar su rostro y las ganas de poseerlo de mil formas.

Levanta la cabeza y sonríe. Lo tengo. Los sirvientes terminan de vestirlo y lo acomodan en la gran cama, con tres almohadones bajo su cabeza.

-Buenos puntos. Sin embargo, no tomaré ninguna decisión sin consultar a Lucerys y a mi hija. Pero si no encuentro un buen pretendiente para Lucerys, lo casaré contigo para unir a nuestra familia y evitar una posible guerra -dice con firmeza. Sonrío por dentro.

Hice una reverencia y salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de emoción y ansiedad llenaba mi pecho. Mientras caminaba por los pasillos del castillo, mis pensamientos se centraban en cómo convencer a Lucerys de aceptar la propuesta.

Esta noche lo haré. Hablaré con él, lo convenceré... no, lo obligaré.

Llegué a mis aposentos, pero me sorprendió ver quién estaba allí: mi madre, Alicent. Con su porte elegante y vestido con bordados verdes, los colores de su casa, y como siempre, con su rostro lleno de preocupación.

-Aemond -susurró mientras se acercaba.

-¿Qué quieres, madre? -pregunté con un tono amargado. Nuestra relación nunca ha sido la mejor. Ella nunca me trató con amor, siempre tratando de persuadirme con sus propias opiniones, moldeándome a su voluntad. Cuando trató de tomar mis manos, me alejé rápidamente.

Ella bajó las manos, visiblemente avergonzada, y se sentó frente a mí.

-¿Por qué Lucerys? -preguntó, frunciendo el ceño y tragando con dificultad.

"Destino Cruel" LucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora