CAPÍTULO 3

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¿Vainilla?... ¿piano?... calor...

Abrí los ojos y lo primero que identifiqué fue la luz de un candelabro dorado encima de mí, aunque no podía calcular a qué distancia.

Me senté, pues había estado acostado sobre una alfombra roja que desprendía un aroma a vainilla sólo para toparme con una chimenea con brazas ardiendo frente a mí.

¿Dónde estaba?

¡El piano! 

Giré hacia la izquierda; un sofá probablemente costoso y una mesita de noche que con una botella de whiskey y dos vasos rockeros. Giré a la derecha; Bill sentado frente a un piano, no pude decifrar el modelo, cruzado de piernas, viéndome.

—¿Qué pasó? —me puse de pie— ¿dónde estoy? —quise dar un paso hacia él, pero perdí fuerza en la pierna y caí— ¿qué me hiciste?

Se tiró una carcajada.

—Tranquilo, cariño, sólo te estás recuperando.

Sentí una presión en el pecho, como cuando me equivoco en el cálculo de una simple operación.

—¿Qué día es hoy? —volví a ponerme de pie sólo para llevar mis manos a su cuello y levantarlo con una fuerza que no supe de dónde la saqué— ¡Respóndeme!

Jadeó, pero no me importó porque había excedidio mi nivel de tolerancia. Nunca había sentido algo similar. ¿Esta fuerza era producto de mi ira?

—Primero... cof... invítam...e un café.

Lo tiré al suelo y me llevé ambas manos a mi cabello. No quería perder la cordura, era un hombre de ciencia, yo tendría que ser la definición de racionalidad,  pero ¿por qué ese sujeto me sacaba de mis casillas?

Lo miré de nuevo, noté que se había acomodado en el suelo. Estaba observándome muy sonriente. Rodé los ojos y me acerqué.

—Por favor, dime en dónde estoy, qué día es y por qué estoy aquí.

Se sentó estilo seiza* frente a mí, pero como su rostro quedaba muy cerca de mi cinturón, retrocedí un paso porque me sentí incómodo, ¿no sentía vergüenza o algo similar? Éramos dos hombres, ¿por qué se comportaba así?

—Estás en mi sala, hoy es jueves y estás aquí porque tu inteligencia supera muchos límites humanos y eso, desde luego, llamó mi atención.

¿Esta era su casa? Sí, tenía pinta de ricachón. Jueves ¿estuve varios días inconsciente? ¿Mi inteligencia? Sí, no lo voy a negar, soy brillante, pero ¿cómo supo de mí?

—¿Has leído mis trabajos? 

—Digamos que soy tu admirador número uno, creo que me enamoraste —sonrió.

—Oye, tranquilo, los dos somos hombres y eso no está bien.

—¿Y tu compañero de vivienda? Te lo cogiste tan duro que lo dejaste hinchado, ¿me puedes hacer lo mismo? 

—¡No es así! —acomodé mis lentes—. Fue un malentendido, le inyecté medicamento porque estaba grave por la bebida de la fiesta y, como yo también estaba bajo esos efectos, lo lastimé.

Pareció analizar mi explicación. Se puso de pie y, sin quitarme la mirada de encima, se paró demasiado cerca de mi rostro.

—¿Y no te gustaría hacérmelo?

—¿Inyectarte?

—¡Dios! ¿De verdad eres listo o sólo finges muy bien?

Me quedé en silencio, ¿a qué se refer...? Oh, no. 

—Con todo respeto, debo negarme a tu petición. Soy un hombre hecho y derecho.

Se tiró una carcajada.

—Entonces curame, tengo un laboratorio arriba, ¿me acompañas?

¿Un laboratorio? Sí, me daba curiosidad qué clase de infraestructura tenía. Por inercia y sin pensar, lo seguí. Noté que agarró la botella de whisky, pero no le dí importancia debido a que a cada paso que daba, me sorprendía lo lujosa que era su casa, no, su mansión.

Llegamos a un especie de elevador y fue ahí que destapó la botella y le dio un trago, luego me la pasó. Como estaba distraído, la acepté sin más.

—Yo no bebo, gracias.

Presionó un botón del acensor, provocando que se detuviera.

—Los hombres beben whisky, ¿no?

Suspiré, miré la botella y le dí un trago. Pensé que iba a ser amargo, pero resultó tener una esencia a vainilla bastante agradable. Tanto, que le di otro trago. Maldición, desde la fiesta he estado haciendo las cosas sin pensar.

Mi vista... de pronto todo los miraba a velocidad lenta, ¿era poco tolerante? Qué vergüenza.

—Bill, ¿qué hiciste conmigo estos días? 

—No sé cómo decirlo sin que suene raro.

—Sólo dilo.

Me miró sin expresión de arriba a abajo y, cuando intercambiamos miradas, sonrió.

—Te poseí.

.

.

Posición seiza* la persona se arrodilla y se sienta sobre sus talones, con las piernas dobladas y los pies colocados debajo de los muslos y nalgas. Como se sientan tradicionalmente los japoneses, pues.

Lo sé, capítulos largos, pero no se me desesperen plis los voy a recompensar jeje

¿Puedo poseerte? [BILL x STAN FORD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora