CAPÍTULO 2

388 33 19
                                    

A la mañana siguiente, luego de algunas cuantas tazas de café y con los resultados impresos entre mis manos, subí a ver a Fidd. Dormía aún. Tan cómodo. ¿Debía despertarlo?

Yo no había podido dormir debido a mi imponente curiosidad de saber qué había en mi cuerpo y ese extraño triángulo dorado que me molestaba en los párpados.

Era domingo, no había tantos pendientes académicos ni administrativos por parte de la universidad, sólo lavar ropa y algunas anotaciones de investigaciones sencillas. 

Me senté al borde de la cama. Perdí mi oportunidad de preguntarle a Rick sobre cómo logró sus viajes interdimensionales, pero por su actitud, seguramente iba a ser muy celoso con su trabajo. Fidd y yo debíamos trabajar duro para lograrlo.

El timbre sonó. Revisé mi reloj, eran las 10:19. No esperaba visitas y era un hecho que Fiddlefor tampoco. Bajé apresuradamente y abrí la puerta.

—Hola, quería disculparme por haber sido un imbécil y menospreciar a tu amigo, pero hubo algo en tus ojos que llamó mi atención, ¿me invitas a pasar y de paso un café? Huele bien, ¿es grano de Oaxaca?

 —¿Cómo me encontraste? —creo que fruncí mi ceja.

Dio un paso hacia el frente, pero no me moví para que captara que no iba a pasar. 

—Anoche los seguí hasta acá, ¿te gustan las donas? —se inclinó a la izquierda para recoger una caja con seis donas.

—Acepto tus disculpas, pero debo pedirte que te vayas de mi casa.

Escuché pasos detrás de mí, era Fidd bajando las escaleras. Entre palabras arrastradas, resaca y somnolencia, logró decir:

—Oye... sé más gentil... lo de anoche me dolió... hoy amanecí hinchado de ahí... ¿quieres ver?

Al estar a un metro de mí, se dio cuenta de que había alguien conmigo en la puerta.

—Guau, ¿puedo seguir yo? —preguntó el sujeto de parche y cabello rubio dando otro paso, ¿cómo se llamaba? 

—¿Qué hace él aquí?

—No quiero verme grosero, pero por favor vete.

Cerré la puerta y me dirigí a Fiddlefor para explicarle que aquel sujeto nos siguió, por eso sabía dónde vivíamos. Sentí incomodidad por el comentario que hizo. No quise darle muchas vueltas, pero malinterpretó las palabras de Fidd. 

Mientras hacía el desayuno, me disculpé con él por haberlo inyectado mal, pero entendió debido a que no solo estábamos borrachos, sino drogados también. Mientras bebíamos café le di a leer los resultados. Quedó perplejo al descubrir que la bebida rosada de anoche era una coctel de alcohol, cocaína y píldoras pulverizadas con secreción de al menos dos tipos de hongos alucinógenos.

—¿Y tú cómo estás? —preguntó.

—Mi cuerpo está bien, no te preocupes.

Por la tarde noche, al terminar mis quehaceres, salí a caminar como de costumbre, pues quería conservar mi resistencia física. Calenté e hice estiramientos por unos minutos, pero justo antes de comenzar a trotar, el desagradable humo de cigarro inundó mi nariz.

Miré a todos lados buscando al culpable y, cuando lo encontré, suspiré y negué con la cabeza. Agarré el poco aire puro disponible y fuerzas de no supe dónde y comencé a trotar. ¿Cómo pude olvidar su nombre? Era corto y sencillo...

—Bill Cipher, no lo olvides o no sabrás a quién rezarle —soltó una carcajada.

No ví qué movimientos hizo, pero obstruyó mi paso. Un momento, ¿era humano? Lo analicé de arriba a abajo y lucía como un tipo normal, entre veinticinco y treinta años, aunque por su vestimenta formal y su parche, yo diría que le sumaba dos años. Rayos, ¿mi chaqueta café me hacía lucir viejo?

—Oye no me mires tanto o me dará pena —agitó los hombros como si fuera un pervertido y dio un paso hacia mí— ¿Me invitas un té con galletas de menta? Hay una cafetería nocturna cerca de aquí.

¿Por qué no me dejaba tranquilo? Era alguien demasiado extraño e incómodo, rozaba un grado alarmante de acoso. Llegué a pensar que, como evidentemente no encajábamos en la fiesta de anoche, quiso molestarnos, pero esto ya estaba muy fuea de control.

—¿Qué es exactamente lo que quieres? —traté de imitar su confianza dando un paso hacia él, pues en cuanto estatura, le sacaba al menos diez centímetros, además, su cuerpo delgado, similar al de mi mejor amigo, no iba a ser problema derribarlo en caso de que se ponga agresivo.

Sonrió entrecerrando su ojo.

—¿Lo que exactamente quiero? 

—SÍ.

—Dame la mano.

—¿Qué?

—¡Sólo hazlo!

Por un momento creí haber visto que su ojo se había tornado amarillo. Miré su mano estrechada, luego su rostro. Parecía desesperado. Miré de reojo a mi alrededor, ¿cuándo se había vaciado la calle? Hasta parecía que todo estaba en escalas grises.

—Si lo hago, ¿me dejarás en paz?

Se tiró una mini carcajada.

—Cariño, me vas a rogar por más —dio un paso más, hasta estar casi respirando nuestros alientos y, sin previo aviso, me sujetó la mano derecha.

El suelo se movía, ¿o era yo? Un cosquilleo recorió mi espalda y, antes de que la vista se me nublara con negro por completo, su rostro estaba cada vez más y mas cerca.

¿Puedo poseerte? [BILL x STAN FORD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora