Capítulo IV - Luisa -

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—Porque coño se tarda tanto —. Refunfuñe molesta por la tardanza de Daniel —. Pobre chica —. Suspire con tristeza al volver a ver el cadáver de aquella pobre muchacha.

—O-oye Lu-Luisa, ¿puedo hacerte una pre-pregunta? —. Los nervios de Trina eran muy evidentes.

—Claro, ¿Qué es lo que quieres saber? —. Inquirí con curiosidad mientras cerraba la puerta de la habitación en donde estaba el cadáver.

—Si no te ofende claro, quisiera saber... —. La manera en la que daba la vuelta la pregunta me desesperaba y decidí interrumpirla.

—¡Ya dime de una buena vez! —. Interrumpi con la poca paciencia que me quedaba.

—¿Por qué eres tan mala con Ángel? —. Quiso saber con cierto nerviosismo.

—En este mundo es difícil de sobrellevar, vemos morir a los que queremos y la vida no la tenemos asegurada —. Suspire mientras me sinceraba —. Me preocupa que por su inocencia,él como es y el querer ayudar a todos le termine costando caro, que le pase algo muy malo o que pierda la vida —. Agregue en un hilo de voz.

—Luisa, tienes corazón —. Dijo con una sonrisa y una lagrimita en su ojo salió.

—Esta mocosa, ven acá —. Agarré a Trina del brazo y le empecé a revolver su corta cabellera para desordenarla.

—Además conozco a Ángel desde pequeña —. Comente inconscientemente.

—Querrás decir pequeño —. Dijo levantando una ceja.

—Cierto, pequeño —. Me "corregí" y retome la plática —. Visitaba con frecuencia la clínica en la que trabajaba, en el hospital clínico de Barcelona —. Se me escapó decir —. Olvida lo que dije —.

—¡Oh!, ¿porque no me dijo? —. Comentó aparentemente herida.

—No le gusta hablar de su pasado y por favor no le digas —. Suplique en voz baja.

—¿De qué están hablando, chicas? —. Interrumpió Daniel mientras entraba a la cabaña.

—De que hay que enterrar el cadáver —. Mentí y me acerqué a la habitación en dónde está Jane Doe.

—Vamos a ver a nuestra pobre Jane Doe —. Comentó Daniel mientras nos acercabamos por el cadáver.

—¿Sacamos a Jane al patio y cavamos la tumba o al revés? —. Quiso saber Trina cuando vimos de nuevo el cuerpo.

—Creo que debemos cavar la tumba primero y ya la enterramos —. Sugirió Daniel al ver el estado en el que se encontraba la difunta.

Asentí energéticamente mientras buscábamos por la cabaña unas palas para hacer la tumba, después de dar una vuelta por el interior de la cabaña trina tropezó con una puerta que daba al sótano de la casa, estaba oculta debajo del tapete de la sala. Con algo de esfuerzo moví el pesado tapete de lana sucia para descubrir la trampilla que nos iba a dirigir al sótano. Con esfuerzo moví la puerta cuyas bisagras rechinaron inundando el lugar, una vez que empecé a abrir la puerta un fétido olor se empezó a filtrar haciendo que solté de golpe la puerta pero no bajo.

—¡Dios, que asqueroso olor! —. Soltó Daniel levantándose la camisa para taparse la nariz —. ¡Parece que murió alguien! —.

—Huele horrible, me dan arcadas —. Murmuró Trina saliendo de la cabaña dejándonos a Daniel y yo a solas.

—Bajaré yo primero —. Comentó Daniel haciéndose el héroe y el coqueto conmigo mientras bajaba al sótano.

—Baja de una vez —. Le ordené de malhumor al ver lo mucho que tardaba en bajar, unos momentos después la voz de Daniel me dijo que podía bajar y eso hice.

La sombra en la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora