Capitulo 1

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Siempre realizaba todos mis actos de manera sucinta. Me repelían las esperas y me producía mucha irritación soportar los errores y la ineptitud de algunas personas. Era exigente con todos los que me rodeaban... a excepción claro, de mis víctimas.

Desperté de mi agitado sueño y parpadee varias veces hasta que se me ajusto la vista. Reconocí la habitación. Era amplia y luminosa, decorada en estilo clásico y en los muebles se hacia notar la presencia de la gran cantidad de dinero. Y recordé donde me encontraba y que había hecho la noche anterior.

Me giré y miré al otro lado de la cama. Sabía lo que allí encontraría pero por alguna extraña razón, siempre necesitaba verificarlo.

Él estaba hay, boca arriba, pálido e inerte. Su piel estaba blanca como la leche, y solo las arrugas y la marca de su cuello, perturbaban esa tonalidad parecida a la de la nieve. Aunque no le estaba tocando, notaba el frió que su cuerpo desprendía. Su pecho no se elevaba y bajaba como debiera hacerlo el de cualquier persona que estuviera respirando. Y eso solo podía ser señal de buenas noticias, para mi claro. Él ya no respiraba.

Se me dibujo en la cara una media sonrisa, mitad orgullo por mi misma, mitad angustia por lo que tendría que soportar ahora.

Me acerqué a el, cogí su arrugada muñeca y comprobé que efectivamente no tenia pulso. La solté inmediatamente, estaba acostumbrada a eso pero aun así me repelía tocar cadáveres.

-Cariño, tu fortuna me hará de oro. Lastima que no pudiéramos estar mas tiempo juntos- Le dije pensando en voz alta

Sabía que no contestaría pero era solo una manera de despedirme.

Me levanté de la cama, cogí mi bata de fina seda y me la abroché.
Me concentre para poner cara de angustia y preocupación, ya que me disponía a bajar en busca del servicio para contarles que mi marido, el señor Nelson, dueño de una gran empresa de coches, había amanecido muerto "desgraciadamente".

Los días siguientes serían algo parecido a lo que ya estaba acostumbrada a vivir: Trajes negros, gafas de Sol, familiares entristecidos, velatorio, entierro... Y lo peor de todo, tener que aguantar el pésame de todos los asistentes mientras me concentraba en seguir sollozando continuamente como una verdadera viuda que lloraba la perdida de su esposo.

Aunque todo ese engorro merecía la pena por que yo siempre era la heredera directa de la fortuna.

En alguna ocasión había tenido problemas con la familia por ese tema, pero sabia como embaucar a la gente.
Siempre conseguía lo que quería.

Srta. Alarcón (Detenida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora