Al llegar al aeropuerto, Pablo me esperaba como siempre. Pablo era mi mejor amigo, trabajaba en una agencia de detectives privados y era quien me ayudaba a conseguir mis nuevas identidades ya que sus contactos me arreglaban siempre todo el papeleo. Era mas que mi mejor amigo, era mi confidente y mi gran apoyo. Siempre había estado hay y yo le apreciaba mucho.
En cuanto me vio aparecer se dibujo en su rostro una gran sonrisa. Sabía que si yo lo decidía, el llegaría a mas conmigo y tal vez seríamos felices juntos. Pero no estaba preparada para esa clase de relación y mi amor por el era muy diferente. Por eso me disgustaba un poco su sonrisa y el brillo que mi presencia provocaba en sus ojos.
Aun así, me alegraba de verle. Él era la única persona a la que yo apreciaba, la única por la que yo me preocupaba y la única persona por la que yo podría llegar a sentir algo más. Por lo que me angustiaba no poder darle esperanza, yo no quería que sufriera, y mucho menos ser yo la causa.
Le correspondí la sonrisa y el levantó los brazos, mientras yo me acercaba a darle el abrazo que sus manos extendidas pedían.
-Oooh por fin has llegado-me dijo estrechándome con fuerza.
Sus brazos rodearon mi cintura un largo tiempo y yo le rodee el cuello.
-Hola Pablo-respondí yo, liando las palabras con pequeñas risas.
-¿Qué tal el viaje?-preguntó animado.
-Interminable, tenía ganas de llegar.
-Han sucedido muchas cosas desde que te fuiste. Pero antes de los cotilleos, tengo que contarte una cosa-dijo la ultima frase en un tono de precaución que no me dio buena espina.
Me miraba cauteloso y en su expresión podía ver el nerviosismo que debía sentir. Analizó mi cara detenidamente y creo que lo que vio en ella, seguramente curiosidad, le impulsó a seguir hablando.
-Escucha, se que es pronto pero he encontrado a alguien perfecto. Es un antiguo cliente de mi agencia. Tiene una gran empresa de aéreo líneas. ¿Cómo se llamaba?-Hizo una pausa y se quedo pensativo unos segundos- bah no recuerdo el nombre. Pero actualmente es la mas grade e importante del mercado aéreo, mas incluso que Iberia. No está casado y es perfecto. Ya tengo tu identidad, seras Ginebra Olmedo, una pija marquesa que quiere ser socia de la empresa y así es como te acercaras a él.
Conforme el iba hablando yo me iba enfadando cada vez más. Acababa de llegar y él ya estaba pensando en otro viejo ricachón. Sabia que lo hacía con buena intención por que quería agradarme, pero aun así, su entrometimiento me irritó en gordo. Era yo quien decidía quien, cuando y donde. El a veces me ayudaba pero eso no era excusa para esta intromisión. Además, yo ya había decido acabar con esto.
- Eh eh eh, para. Acabo de llegar, deja de agobiarme. Necesito respirar, ademas ya sabes que esas cosas las decido yo.-dije con tono malhumorado.
Él se calló, y yo retiré el brazo que había puesto alrededor de mi cintura mientras caminábamos hacia el coche. Ese acercamiento no me molestaba en absoluto pero no era cosa que una señorita como yo debiera dejar hacer a alguien con el que no tenía más que amistad. Ademas, estaba enfadada y eso sería un pequeño castigo que haría que el se diera cuenta de mi disgusto.
Torció el gesto cuando aparté su brazo y di un paso hacia el lado contrario a el para marcar distancia.
Cogí aire y me permití unos segundos para buscar las palabras correctas para contarle lo que había decidico.-Oye Pablo tenemos que hablar-dije con un tono mas pausado y conciliador.
El me miró confuso, como si no entendiera mi poco entusiasmo ante lo que el me estaba contando. Lo que me ofrecía era un gran golpe maestro, pero yo estaba decidida a dejar todo eso atrás.
Como el no hablo y sus ojos me observaban aun llenos de confusión, me apresure a seguir hablando.
-Se que no es lo que tenía pensado en un principio... Pero me he cansado de todo esto, tengo dinero de sobra y no quiero empezar la misma historia de nuevo...-me quedé en silencio a media frase por que el me miraba atónito como si no creyera lo que estaba diciendo y de hecho eso fue lo que dijo:
-No me puedo creer lo que estas diciendo-se paró en medio del aeropuerto y se puso frente a mi, mirandome fijamente-¿Me estas diciendo que ya no lo vas a hacer mas? Llevo un montón de tiempo intentando convencerte de que lo dejes desde que te descubrí y ahora que lo acepto y te encuentro un pardillo ricachón perfecto ¿Lo vas a dejar?
No me gustaba la manera de la que me estaba hablando así que le fulmine con la mirada, y seguí caminando hasta detenerme justo delante de su coche.
-Eih Celeste, lo siento. No quería ponerme mandón ni hablarte así-Susurró las palabras en una disculpa sincera que me revolvió el corazón. Aunque ahora que lo pensaba, mucha gente afirmaría y creo que sin equivocarse, que yo no tenía corazón. Deje el asunto correr por que acababa de llegar y no quería discutir con él, pero si que le regañe.
-Te he dicho mil veces que no me llames por mi verdadero nombre, alguien podría escucharte.
-Lo siento, lo siento-dijo mientras cogía mis maletas y las metía en el maletero.
Me monté en el asiento del copiloto y cuando el subió al coche le dí un beso en la mejilla como señal de que le había perdonado y de que le agradecía que me hubiera recogido del aeropuerto. Y en ese momento me dí cuenta de que verdaderamente le había echado de menos.
El me miro a los ojos y me dedicó la mas cautivadoramente feliz de sus sonrisas. Luego arrancó el coche y nos sumergió en el traficó de rápidos coches que pasaban por las carreteras de camino a casa.
ESTÁS LEYENDO
Srta. Alarcón (Detenida)
Romance"Demasiado incomprensible para ser explicado" Esa era la frases favorita de la señorita Alarcón. Una dama elegante, sofisticada, culta y educada; pero sobre todo sexy, despampanante. Alguien que pareciera una diosa del olimpo, un manjar para la vist...