SHOYO

148 13 12
                                        

8 años

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

8 años

Estaba en mi habitación, sentado en el suelo, rodeado de mis muñecos. Los colocaba en filas, como si fueran soldados marchando en un desfile. Cada uno tenía su papel, su misión. Mis manos movían a mis pequeños héroes con precisión mientras mis pensamientos se sumergían en sus aventuras.

Pero los gritos desde la otra habitación cortaban mi concentración.

Era la voz de un hombre, fuerte y enojada, y me hacía temblar. Sabía lo que estaba pasando mi mamá, pero no podía hacer nada. Mi corazón latía rápido, como si quisiera escapar de mi pecho. Intenté taparme los oídos, pero los gritos seguían colándose por mis dedos.

El pánico empezó a crecer dentro de mí. Sin pensar, agarré uno de mis muñecos y, con un tirón brusco, le arranqué la cabeza. Me quedé mirando su cuerpo sin cabeza, mis ojos se llenaron de lágrimas al darme cuenta de lo que había hecho. Era mi muñeco favorito, y ahora estaba roto, igual que yo me sentía por dentro.

Quería huir, desaparecer de ahí. No quería escuchar nada de lo que estaba pasando. Me hice un ovillo en el suelo, abrazando mis rodillas con fuerza. Las lágrimas caían por mi cara, empapando mis pantalones. Me balanceé de un lado a otro, murmurando para mí mismo.

—Pronto, pronto tendré mi vida normal...— repetía, casi como un mantra, esperando que las palabras se hicieran realidad.

El sonido de los gritos seguía ahí, pero yo intentaba ignorarlo, imaginando un lugar mejor, donde todo estuviera bien, donde mamá y yo estuviéramos seguros. Soñaba con ese día, aferrándome a esa esperanza mientras las lágrimas seguían cayendo.

Salí de mi habitación tratando de no hacer ruido, mis pasos eran silenciosos en el pasillo. Los gritos seguían resonando, y aunque no sabía por qué esos hombres le gritaban a mamá, tampoco entendía por qué ella no me dejaba entrar en su habitación. Pero no me importaba, tenía que investigar.

Me acerqué al hueco de la puerta y me asomé. Mamá estaba de pie, ilesa. Yo pensaba que la encontraría herida, pero no era así. Sin embargo, vi a un hombre en el suelo, sangrando. Entendí de inmediato lo que había pasado.

Mamá era la villana en la historia.

El miedo me invadió. Salí corriendo de allí, mis piernas temblaban mientras corría hacia la habitación de mi hermanita Natsu, ella solo tenía un año. La agarré y la escondí en el armario justo cuando escuché los tacones característicos de mamá acercándose. Mi corazón latía con fuerza, casi saliéndose de mi pecho.

Mamá entró en la habitación y me miró fijamente— ¿Qué has visto, Shoyo?— preguntó con una voz fría.

—Nada, mamá, no he visto nada. Por favor, no me lastimes.

Mamá me miró con esos ojos que siempre me daban miedo. Sabía que, si me portaba mal, tendría mi castigo. Siempre supe que mamá no era normal, que las golpizas no eran naturales, y que su forma de relacionarse era brusca. Pero era mi madre, ¿verdad? Debería querer lo mejor para mí y para mi hermana.

Partners in crime (precuela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora