BRUNO
—¿Bruno? ¿Qué ocurre? ¿Qué haces aquí? —me preguntó ella, horrorizada.Di unos pasos hacia la luz y pudo ver por completo mi cuerpo, ocasionando que dejara caer las llaves que sostenía en su mano.—¿Y esa sangre? —se apresuró a acercarse a mí para examinarme y asegurarse de que no me hubiera pasado nada grave.
Yo, por el contrario, solo podía permanecer indiferente, inmóvil frente a ella. No podía sentir ni padecer; no estaba allí en ese momento. Ese no era yo.
Solo me quedé estático, mirándola fijamente a esos hermosos ojos negros.—Maté a un hombre —solté al cabo de unos segundos de la manera más fría que pude.
Me miró insegura, incrédula ante mis palabras.
—¡Bruno! —alguien me zarandeó en la cama y abrí los ojos para ver quién era—. ¡Bruno! —volvió a gritar mientras se acercaba con una taza de café en su mano.
—¡Basta! —grité exaltado y molesto—. Para ya, te escuché, ¿vale? —Sonríe y me extiende la taza.
Mi hermana, la única persona en este mundo a quien no le importa lo pesado que puedo llegar a ser. La única que siempre ha estado a mi lado en todos los momentos difíciles.
—¿Qué fue lo que ocurrió ayer? —se sienta a mi lado en la cama y copia su postura.
Después de lo que pasó con Abby y todo el lío en el que me estoy metiendo por ayudarla, volví a casa y, pues, a Fany no se le puede esconder nada. Es detective y todo lo acaba sabiendo de una u otra manera. Es en vano mentirle, pero aún así es mi obligación intentarlo.
—Hace unos días tuve una pelea con un chico —hago una pausa, la cual me da tiempo suficiente para inventar lo siguiente que diré—. Lo que yo no sabía era que su tío era líder de un grupo de pandilleros y así fue como terminé todo golpeado.
Digo levantando mi camisa para mostrar las marcas que me quedaron y así darle un toque de credibilidad a mi historia.
Ella me mira analíticamente y sé que fallé. ¿Qué más iba a esperar?
Podré engañar a un narco, a un policía, a un psicópata asesino en serie y a una secta completa de psicópatas, pero a mi hermana jamás; con ella es imposible. Me conoce muy bien.
—No quiero que lo hagas otra vez —me confiesa debilitada—. No sé qué te ocurrió, pero no dejes que te devuelva al pasado —me mira y, con una de sus manos, me sostiene el mentón, provocando que la mire a ella—. Promételo.
Le sostengo la mirada por unos segundos más.
—Te lo prometo —asiento con la cabeza y le doy una sonrisa. Le extiendo mi meñique, y esto provoca que se le escape una sonrisa.
Junta su meñique con el mío y me mira a los ojos con seriedad. Luego sonríe y me proporciona un pequeño abrazo.
A la hora de la salida de la preparatoria de Abby, espero a verla salir. Una vez la intersepto, camino en diferente dirección a la suya, ocasionando que choquemos.—¿Bruno? —dice asombrada al verme, indicando que he cumplido con mi objetivo—. ¿Qué haces por aquí? —pregunta extrañada.
—Iba pasando, había quedado con un amigo, pero al final no pudo venir, así que ya me voy para mi casa. ¿Y tú?
—La preparatoria queda enfrente y ya finalizaron las clases por hoy.
—¿Te parece si hablamos? —miro hacia abajo y luego a sus ojos
—Claro —sonríe con timidez.
Caminamos hasta su departamento, que no queda muy lejos. Este, en sí, es de su padre, pero aunque no soporte a ese hombre, Abby no tiene culpa de todo lo que pasa a su alrededor; de hecho, no tiene culpa de nada. Es la persona más inocente que jamás he conocido. Ni siquiera ella lo era tanto.
—Puedes sentarte —me indica cuando entramos al departamento—. Enseguida vuelvo.
Es tan inocente que es capaz de invitar a una persona completamente desconocida a su casa y confiar ciegamente en ella, como lo está haciendo conmigo. Mi trabajo será más difícil de lo que creí. Es muy confiada, y no en todos se puede confiar.
—Aquí tienes —me extiende un vaso con un contenido rosa—. Te gusta el zumo de fresa, ¿verdad?
Se sienta frente a mí en el minisofá que hay.
—La verdad es que soy intolerante a la fresa—sonrío—, pero te lo agradezco igual.
—Tomo nota para la próxima. —Intercambiamos sonrisas por un momento.—Y bien, ¿qué me querías contar? —inicia ella el tema.
—Es sobre la nota —Abby asiente atenta—. Fany, es mi hermana, y el remitente dice que si yo no muero, deberá morir ella y no sé qué hacer. El día del techo me quise suicidar por eso, porque ya no aguantaba más y necesitaba acabar con todo. Y si lo hacía, esa persona dejaría en paz a mi familia. Pero ahora que no lo hice y no lo haré, no sé qué ocurrirá con mi madre o mi hermana. Tengo miedo, la verdad.
—Entiendo cómo se siente ese miedo. Yo lo sentí muchas veces. Ahora ya no... —su voz se quiebra y traga grueso—. Yo tenía un hermano gemelo que se suicidó hace dos años. Eso me dolió muchísimo. Me costó mucho recuperarme. Pero ahora mi madre se suicidó también —esto me toma por sorpresa; esta chica ha sufrido mucho a causa de las trampas de la vida—. Y algo se quebró dentro de mí. Desde ese día ya no he vuelto a ser la misma. Siento que en algún momento todo este dolor que llevo dentro va a estallar y no va a ser bueno. —Al finalizar, me percato de que ha derramado varias lágrimas.
Al escuchar sus palabras, es como si me estuviera contando todo lo que yo sentía antes, en el pasado. Toda esa ira acumulada a punto de estallar. Lo peor es que estalló y no tenía a nadie que me ayudara a entender el porqué.
—No te preocupes, yo entiendo porque lo sentí alguna vez.
—Al final va a ser verdad eso que dijiste en el hospital, de que solo nos podemos salvar el uno al otro —dice, más recuperada.
—Eso parece. ¿Y tu padre? William Maxwell, ¿qué ha hecho después de lo de tu madre? —interrogo para estar al tanto de las artimañas de ese hombre.
—Él nunca ha estado muy presente. Max nunca lo quiso mucho debido a eso, pero yo me conformaba con tener un padre solo una vez cada tres o cuatro años.
—Seguro Max tenía sus razones para no conformarse.
—No, con razones o sin razones, mi hermano nunca fue benevolente. Podía parecer que su centro del mundo era yo y todo lo restante no existía para él.
—Tampoco es así —digo un poco molesto—. Digo, tu padre no es que sea la mejor persona del mundo —me corrijo.—Jamás me ha dado motivo para pensar que es malo. A pesar de que nunca está, siempre ha sido bueno conmigo.
—Quizá como nunca ha estado, nunca has conocido quién es en realidad. Pero te digo, no es lo que parece. Hay mucho más allá de la simple fachada de empresario ocupado y padre ausente.
Digo sin reparo, comenzando a enojarme debido a su manera de ver las cosas, que no son más que distorsiones.
—¿Y qué sabes tú de mi padre? —dice ella, alterada por mis palabras de desprecio hacia su anhelado padre.
—Más de lo que crees. Y nada es bueno.
El timbre de la puerta suena, interrumpiendo nuestra conversación a punto de convertirse en una acalorada pelea.
Me da una mirada furiosa.
—Es mi padre —escupe resignada.
Abby camina hasta la puerta principal mientras que yo solo pienso que ese hombre no me puede ver aquí. No puede saber que yo conozco o tan siquiera ando cerca de su hija. Si eso ocurre, todo el plan estará estropeado.
—Abby, espera —susurro—. No es buena idea que William me vea.
Lo piensa unos segundos, pero luego reacciona.
—Es verdad —dice, mirando a todas partes hasta que sus ojos azul cielo vuelven a recaer en mí
—. Escóndete en mi habitación. Ahí no te verá. Trataré de sacarlo de la casa para que logres salir sin que te vea. Es mejor así.
Teme cómo pueda reaccionar su padre. Eso me da la razón, porque en el fondo Abby sabe que no conoce quién es en realidad su padre.
Después de que me dice cuál es su habitación, me apresuro hasta esta. Al abrir la puerta, me encuentro con una cama; al pie de estas, unas botas de invierno. Un escritorio lleno de papeles. Me acerco a este y puedo ver que se trata de cosas de la preparatoria y doy con mi futuro escondite: el closet. A la lejanía se escuchan las voces de Abby y William Maxwell hablando.
Una vez dentro del pequeño closet y con algunas ropas en mi cara, espero a que el tiempo pase rápido para salir de aquí.¿En qué momento cambié tanto? Del antiguo Bruno a este que se deja golpear por pandillas, amenazar por idiotas e intimidar por un jodido maniático desquiciado. Debo enfocarme en cumplir con la promesa que le he hecho a mi hermana y cuidar que, cumpliendo otras, no le falle a ella. Debo hacer lo posible por informarme sobre Archi; han pasado ya dos días desde la última vez que supe de él y no fue en las mejores condiciones. Promesas, promesas. Pesan mucho las promesas...
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Revés
Mystery / ThrillerQué pasa si de la nada tu vida comienza a cambiar. Todo lo que una vez tuviste se ha desvanecido ante tí. Todo de un día a otro ha comenzado a tomar un rumbo desconocido por completo. De repente estás envuelta en una encrucijada sin fin. Es como un...