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Leona se despertó sintiéndose rota, como si los pedazos de su corazón estuvieran dispersos por el suelo, imposibles de juntar. La noche había sido larga y llena de sueños inquietos, todos girando en torno a Diana y la desconexión que ahora definía su relación.

Con un suspiro pesado, Leona se levantó y se preparó para enfrentar el día, aunque su cuerpo protestaba con cada movimiento. Su reflejo en el espejo mostraba un rostro demacrado, con los ojos hinchados por las lágrimas y la tristeza grabada en cada rasgo.

Bajó las escaleras de su residencia estudiantil, tratando de reunir la fuerza necesaria para continuar con su rutina. Al llegar al vestíbulo, se encontró con Atreus, que estaba esperándola. Su expresión era una mezcla de preocupación y amistad genuina.

—Buenos días, Leona —saludó Atreus, con un tono suave al ver su estado—. Pareces cansada.

Leona forzó una sonrisa, aunque sabía que no podía ocultar su estado emocional.

—Sí, ha sido una noche difícil —admitió, intentando no dejar que su voz se quebrara.

Atreus la observó con cuidado, percibiendo el dolor que Leona trataba de ocultar. Aunque no se conocían desde hacía mucho tiempo, Atreus sintió una conexión genuina con ella, una empatía que lo impulsó a ofrecer su apoyo.

—Sé que no nos conocemos desde hace mucho —dijo Atreus suavemente, su voz llena de calidez—, pero quiero que sepas que puedes confiar en mí. Estoy aquí para escucharte, si necesitas hablar.

Las palabras de Atreus tocaron algo profundo en Leona, derribando las barreras que había construido alrededor de sus emociones. La sinceridad en sus ojos le dio la confianza que necesitaba para abrirse, para compartir lo que había estado guardando en su corazón.

Tomó un respiro profundo y comenzó a hablar, dejando que las palabras fluyeran libremente.

—Vine a esta academia por Diana —confesó Leona, mirando fijamente a sus manos entrelazadas—. Éramos inseparables cuando éramos niñas. Ella siempre ha sido mi mejor amiga, mi primer amor. Pensé que si venía aquí, podría encontrarla de nuevo, que podríamos recuperar lo que teníamos.

Leona levantó la vista, encontrando el rostro comprensivo de Atreus, y continuó.

—Anoche la vi —dijo Leona, su voz teñida de emoción y confusión—. Todo el día estuve impaciente por verla, y cuando finalmente la encontré, fue como si el tiempo se detuviera. Le confesé mis sentimientos, le dije que la amaba, y ella me respondió de la misma manera.

Atreus escuchó atentamente, captando la mezcla de esperanza y dolor en la voz de Leona.

—Estábamos tan cerca de besarnos, de dar ese paso que cambiaría todo —continuó Leona, sus ojos brillando con lágrimas contenidas—. Pero entonces Aphelios llegó, y todo se desvaneció en un instante. La forma en que él la llamó "mi diosa"... No puedo dejar de pensar en lo que eso significa

Atreus la observó con empatía, comprendiendo la confusión que sentía su amiga. Decidió compartir lo que sabía, esperando que pudiera ayudar a Leona a comprender mejor la situación.

—Leona, hay algo que debes saber sobre Diana y el grupo con el que se junta —comenzó Atreus con cautela—. Aquí en la academia, ellos son conocidos como los prodigios. Son un grupo muy especial y talentoso.

Leona lo miró, esperando que continuara.

—Diana, Aphelios, Karma, Irelia, y Jarvan son parte de ese grupo —explicó Atreus—. Son increíblemente talentosos en lo que hacen, y por eso mucha gente los admira. Pero también son muy cerrados. No suelen convivir con personas fuera de su círculo.

Noche sin estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora