8

29 2 0
                                    

Atreus llegó al gimnasio, el lugar donde tanto él como Leona habían encontrado un refugio en los últimos días. El ruido de las espadas chocando y el zumbido de la actividad llenaban el aire. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el rostro de Leona, que parecía demacrado y cansado, como si no hubiera dormido en toda la noche.

Atreus se acercó a Leona, preocupado por su apariencia. Sabía que algo estaba pasando, y quería asegurarse de que su amiga estuviera bien.

—Te busqué por la mañana, y me dijeron que no llegaste a dormir a tu departamento —dijo Atreus, con un tono que mezclaba la preocupación y el reproche.

Leona levantó la mirada, esforzándose por ocultar su nerviosismo con una sonrisa forzada.

—Es cierto. Salí a conocer la ciudad, y cuando menos me di cuenta, ya era algo tarde. Ningún taxi respondió a mi llamado, así que tuve que pagar un hotel —respondió Leona, mintiendo para proteger su encuentro con Diana.

Sabía que a partir de ahora no podía decirle a nadie sobre sus encuentros con Diana, especialmente después de la promesa de discreción que había hecho.

Atreus frunció el ceño, preocupado por la aparente falta de cuidado de Leona.

—Eres una tonta —dijo Atreus, aunque su tono era más de preocupación que de crítica—. Tengo automóvil, pudiste marcarme y yo hubiera ido por ti.

Leona se encogió de hombros, intentando parecer despreocupada mientras se estiraba para el entrenamiento.

—En primera, no sabía que tienes automóvil —dijo Leona, intentando sonar casual—. En segunda, no me gusta molestar. Además, amo conocer lugares yo sola.

A pesar de su respuesta, Leona sabía que su excusa no era completamente convincente. Atreus la miró por un momento, claramente todavía preocupado, pero decidió dejar el tema por el momento.

—Bueno, ten cuidado, ¿de acuerdo? No me gustaría que algo te pasara —dijo Atreus finalmente, ofreciéndole una sonrisa cálida.

Leona asintió, agradecida por la preocupación de Atreus, pero también consciente de que el secreto que ahora guardaba era más grande que cualquier amistad.

—Lo haré, Atreus. Gracias por preocuparte —respondió Leona, sabiendo que debía ser más cuidadosa en el futuro.

Mientras se preparaban para el entrenamiento, Leona no pudo evitar pensar en lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo. Sabía que mantener su relación con Diana en secreto sería complicado, pero estaba dispuesta a hacerlo por el bien de ambas.

A medida que el entrenamiento comenzaba, Leona se centró en la esgrima, utilizando el deporte como una forma de liberar la tensión acumulada. Sabía que necesitaba mantener la calma y ser cuidadosa en sus interacciones, tanto con Atreus como con los demás.

Durante el primer período, Leona se encontró rodeada de sus compañeros, todos ellos inmersos en sus propias charlas y risas. Aunque Leona trataba de mantenerse centrada, no podía evitar sentirse un poco distante, como si una parte de ella estuviera siempre en otro lugar.

—¡Hey, Leona! —saludó una de sus compañeras de clase, Carla, con una sonrisa—. ¿Ya terminaste el trabajo de historia? Parece que el profesor nos está presionando más de lo habitual.

Leona sonrió, agradecida por la oportunidad de sumergirse en la normalidad de la vida escolar.

—Casi lo termino anoche. Solo me falta un poco de investigación —respondió Leona, tratando de sonar despreocupada.

A lo largo del día, Leona se enfrentó a una montaña de tareas. Matemáticas, ciencias, literatura... cada clase traía su propio conjunto de desafíos y trabajos pendientes. El ritmo era implacable, pero Leona encontró consuelo en la estructura que ofrecía.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 14 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Noche sin estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora