CAPÍTULO V

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Lobo no me reveló en qué consistía su plan, pero sabía que no se iba a andar con minucias

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Lobo no me reveló en qué consistía su plan, pero sabía que no se iba a andar con minucias. Él mismo había dicho que el fallecido era como su hermano.

Algo en mi estómago se revolvió al pensar qué podía hacerle ese ser salvaje a Ramiro. Él era un buen hombre, siempre se había comportado conmigo de manera atenta y caballerosa. Era un buen cristiano, no podía imaginarme que pudiera hacerle una barbarie así a nadie, ni tan siquiera a un salvaje. Aun así, nuestra relación jamás se basó en hablar sobre sus funciones como Teniente, ni tan siquiera estaba segura de qué hacía como tal.

Pensar en él me llevó a recordar cómo nos habíamos conocido. Al llegar a las Américas como era costumbre en aquel momento a los nuevos colonos o a las mujeres que cumplían los dieciséis años se les presentaba en sociedad. Siempre imaginé que no fue casualidad que nos presentaran aquella misma noche. Mi padre solía ser un hombre muy resolutivo y seguramente imaginó que la ilusión de un pretendiente me animaría en la tristeza que ya en aquel momento comenzaba a acecharme. Entre todos aquellos muchachos de buena familia estaba Ramiro, quien aunque su origen había sido más humilde que probablemente el resto de los participantes de la velada, sin duda era el que más destacaba.

Su sonrisa resplandecía cada vez que se dirigía a mí, pero realmente era igual de encantador con todo el mundo. Sabía cómo engatusar a la gente incluso antes de conocerla. A pesar de su puesto como Teniente siempre se mostraba muy allegado. Esa noche sin lugar a dudas me ganó y rápidamente nos hicimos cercanos. Al principio siempre acompañados por Carmen, quien hacía de carabina, principal testigo de que no habíamos cruzado ninguna línea que pudiera poner mi pureza en entredicho. Poco a poco mi padre fue más permisivo, permitiendo que él me visitara brevemente en el porche o que yo me acercara hasta el cuartel de la Guardia Ciudad de camino a realizar algunos mandados a la ciudad.

Él había pedido mi mano hacía unos meses, todos estábamos encantados. Yo me sentía tan afortunada que no tardé en visitar una modista para la confección del vestido de boda e incluso hice llegar mediante carta la noticia al otro lado del océano para que todas mis amistades conocieran nuestro compromiso. Pero todo aquello terminó de la noche a la mañana, de manera repentina mi padre me prohibió que lo volviera a ver e incluso llegó a amenazarlo de la peor de las maneras. Jamás me hizo saber el motivo, Ramiro parecía tampoco saberlo; y estaba claro que si él lo sabía tampoco me lo iba a decir. Era un asunto de hombres.

Aunque no sabía realmente nada en cuanto a lo que Ramiro había hecho o dejado de hacer, creía conocerlo bastante bien para la fecha. Habíamos vivido muchas cosas juntos. Así que si Lobo tenía razón y Ramiro realmente había escrito dicha carta, estaba convencida de que sus motivos tendría. Al fin y al cabo él tenía que proteger al Reino en aquel rincón del mundo y sin duda no se trataba de una tarea sencilla. Yo misma había visto cómo su despacho se llenaba de peticiones -algunas incluso de cuantías importantes de dinero- para liberar a presos y jamás accedió a ninguna por muy tentadora que fuera la recompensa. No fuese yo quien se alegrara del mal ajeno y mucho menos de la muerte de una persona, pero sin lugar a duda el fallecido se lo merecía, estaba completamente segura.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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