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CAPITULO UNO

— ¡Más, eso es! —Seguí sus instrucciones mientras aumentaba la velocidad.

— ¿Más rápido? —Pregunté, con la respiración entrecortada y el corazón acelerado.

— Sí, más rápido, ya estás por llegar —respondió.

— ¿Vienes conmigo? — le pregunté, con una mezcla de anticipación y mi respiración agitada.

— Ya estoy por llegar — dijo él, con voz firme y decidida también con la respiración agitada.

Sonreí ligeramente mientras veía a mi demás padres a lo lejos junto a mi madre y mis hermanas, mi emoción creciendo con cada segundo.

Cuando finalmente llegué a ellos, estallé de alegría.

— ¡Gané! — exclamé, con emoción en la voz, mientras acariciaba al caballo con ternura y gratitud. Sentía la adrenalina aún corriendo por mis venas, y el cálido pelaje del animal me devolvía una sensación de logro.

— Eres el mejor — le susurré al caballo, con un brillo en los ojos, mientras bajaba de un salto. El suave crujido de la hierba bajo mis botas marcaba el final de la carrera.

— Bueno, veo que me has ganado — dijo mi padre Aldo con una sonrisa satisfecha. Su voz era cálida y llena de orgullo mientras se acercaba.

Solté una risita, aún sintiendo la euforia del momento. — Tendremos revancha para la próxima.

Papá asintió con una sonrisa y me dio un beso en la cabeza. Luego, me indicó que debía ir entrando a la casa para hacer unas cosas, y los demás lo acompañaron en la dirección de la entrada.

— ¡Hay pastel para la ganadora! — anunció mi hermana menor Ailín con entusiasmo. Sus ojos brillaban de emoción y su voz era un canto alegre— .¡Has ganado, debemos celebrar con pastel!

— Vale, vale, pues vamos a por ese pastel — le dije, tomando su mano con cariño. Juntas, nos dirigimos hacia la casa con pasos lentos.

Al momento de cruzar el umbral, noté algo extraño. Las luces estaban apagadas, sumiendo la casa en una penumbra ligera. El contraste con la brillantez del día exterior me sorprendió, y mi corazón dio un brinco de anticipación. ¿Qué estarían tramando?