Otro cumpleaños más

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4:36 de la mañana.

La oscuridad aún envolvía el mundo, y el sonido de una ducha era lo único que ahogaba el cantar rítmico de los grillos, una melodía nocturna que acompañaba a los insomnes.

El agua caía con fuerza sobre el suelo de la ducha, un telón de fondo que acompañaba el rugido de frustración de Kakashi.

—Estúpido, estúpido, estúpido —se repitió una y otra vez, golpeando la pared, cada impacto resonando en el espacio cerrado. El agua fría caía sobre él como un intento desesperado por apagar el fuego de sus pensamientos, y el frío azulejo sobre el que se apoyaba no ofrecía consuelo, solo un recordatorio de su estado mental.

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6:22 de la mañana.

Un tazón de leche y cereales descansaba sobre la mesa de la cocina sin ser tocado, su contenido había sido olvidado en medio de la agitación mental.

—¿Por qué dijiste que sí? ¿Si te pide que te tires frente a un kunai también lo haces? —se preguntó en voz alta, la frustración palpable en su tono.

Pregunta estúpida. Claro que lo haría. Sobre todo por ella.

Un manotazo hizo volar el tazón de cereales, la leche salpicó el suelo mientras los cereales rodaban por el suelo.

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7:04 de la mañana.

—Obito, deja de reírte. Puedo oírte aquí dentro —dijo, tocándose la sien mientras un dolor punzante resonaba en su cabeza—. Ni siquiera sé por qué he venido. Tú nunca me dices nada sensato.

Se alejó caminando de la Piedra de los Héroes Caídos, las sombras alargadas de la mañana proyectándose sobre el suelo. Pegó una patada a una piedrecita en su camino. Ésta rebotó contra el bordillo y le dio en el estómago.

—Gracias —gritó con ironía, mirando de nuevo al monumento—. Pillo la idea. Mejor hablo con Rin.

—Buenos días, Kakashi-sensei —dijo en un susurro una Hinata tímida, su voz suave interrumpiendo sus pensamientos.

—¿Hum? —Kakashi se giró rápidamente, sorprendido de que alguien lo hubiera oído en una nueva conversación consigo mismo. Una leve sensación de vergüenza lo invadió al encontrar los ojos tímidos de Hinata fijos en él. —Hinata. Buenos días.

—Bu... buenos días, Kakashi-sama.

—Con "sensei" basta. ¿Qué haces aquí?

—Vengo... —señaló el monumento—. Vengo a ver a Neji.

Kakashi bajó la mirada. Un silencio compartido lleno de respeto y tristeza.

—Perdona. Me voy. Te dejo tranquila.

—Es igual. Hoy no encuentro respuestas.

Él tampoco, pensó.

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7:22 de la mañana.

Golpeó la puerta con gran ruido, el eco resonando por el pasillo vacío.

—Abre. Sé que estás ahí.

Yamato se dirigió despacio hasta la puerta y abrió, con una expresión tranquila, aunque un poco adormilada.

—Claro que estoy aquí. A estas horas... ¿dónde quiere que esté?

Dormir bajo techoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora