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27 de abril de 1998

Estoy feliz, ésta sensación es extraña pero gratificante. En dos días será mi cumpleaños, no los disfruto realmente, pero ahora si tengo a alguien con quien pasar ese día tan "especial".

Voy camino a la biblioteca, tengo tarea que hacer. Me estaría quejando, pero es una tarea de pociones. Jamás me quejaría por algo que él hace, jamás.

Apenas puse un pie en la entrada un brazo me jaló, me hubiera asustado, pero sabía quien era el dueño de esa mano. Era imposible no reconocerla después de las tantas veces que había recorrido mi cuerpo.

Deje que me llevara donde quisiera, sabía que estaba a salvo a su lado. Me llevó a la sección prohibida de la biblioteca, me recorrió un escalofrío ante el cambio de ambiente, en ese lugar no hay antorchas que mantengan el aire caliente.

En un momento frenó, y soltó mi brazo. Su rostro estaba serio, sus manos echas puños, y se mantuvo más alejado de mi de lo que me gustaría.

- Terminamos. -

Fue lo único que me dijo. No pude responder, mucho menos moverme. Y sentí como caía un peso sobre mí al verlo irse.

- ¡No! ¿Qué hice? ¿Hice algo mal? -

-Terminamos. -

Repitió, sin siquiera mirarme. Me hablaba con una frialdad que me hacía pensar que me... Odiaba.

- ¡No puedes terminar conmigo de repente! ¿Hice algo mal? ¿Yo soy el problema? ¡Habla, no repitas sólo una maldita palabra! -

Tomé su brazo, no podía irse. No podía dejarme.

Por fin se volteó, no sólo su voz reflejaba odio, sus ojos también lo hacían, eso terminó de destruirme.

- No quiero salir contigo, me aburriste. -

Se volvió a alejar, ya ni siquiera tenía fuerzas para mantener mi agarre, y mi brazo cayó como un saco de carne sin huesos.

Lo vi irse, hasta que se paró en la entrada de la lúgubre biblioteca, para después hablar.

- Quiero que sepas, que no fuiste la única. Y por eso quiero que no me busques, soy feliz con alguien más. -

Sin más se fué, su túnica abriéndose casi como una capa, dándole esa presencia aterradora que nunca logró asustarme.

Mis piernas flaquearon, sentí que me caería al piso, y pensé que sería lo mejor. Tal vez si me daba la cabeza contra el suelo las suficientes veces despertaría de ésta pesadilla con Severus a mi lado acariciando mi cabello.

Pero no.

Me tuve que sujetar de una estantería, todo daba vueltas, mi pecho dolía demasiado, no podía respirar.

Mi mano se fue instintivamente a mi pecho, era raro, apenas sentía mis latidos. Tal vez mi corazón dejó de latir cuando él dejó de amarme, o mis manos temblaban demasiado para sentirlo.

La primera.

Estoy segura que es la primera opción.

¿Ésto es un ataque de pánico? No lo sé, ésto debe ser una tortura. No puedo llorar, tampoco respirar, no siento los latidos de mi corazón, pero los escucho retumbando en mis oídos. Mis piernas están muy débiles para siquiera sujetarme.

Caigo al piso lentamente, mi espalda aún pegada a la pared. Me quedo ahí un rato, mis piernas en mi pecho. No me interesa que estoy con falda.

¿Estoy muriendo? No lo sé. Me desespera más no saber, eso sólo me angustia más.

¿Acaso moriré de corazón roto? No, claro que no. Eso no se puede, ¿O si?

Miento, leí en un libro que si se puede. ¿Acaso estoy alucinando y nunca leí ese libro?

Comencé a recordar, recordar, y recordar...

Con el tiempo lo olvidé, ya estaba "mejor". Creo que desconsentrarme sirvió, pero el dolor en mi pecho no desaparece.

– "No fuiste la única" –

Esa frase se repetía en mi cabeza, y no hacía más que seguir hiriendome.

¿Por qué, Severus?

¿Qué hice yo?

¿Por qué?

𝐴𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠... [𝑺𝒆𝒗𝒆𝒓𝒖𝒔 𝑺𝒏𝒂𝒑𝒆 𝒙 𝑶'𝒄]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora