Capítulo 1

69 5 0
                                    

1
"¿Despertar?"

                             
Mis ojos se abrieron lentamente, como si emergieran de un abismo profundo. La luz blanca y estéril del hospital me cegó. Mi mente estaba en blanco, sin recuerdos, sin orientación. Un pánico creciente se apoderó de mí.

—¿Dónde estoy? —mi voz tembló.

Mi madre entró en la habitación, su rostro reflejaba preocupación y alivio.

—Vanessa, gracias a Dios que despiertas —dijo, acercándose a mí.

Mi mirada se clavó en la suya, buscando respuestas.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí? —mi voz se quebró.

Mi madre se detuvo, su expresión se tornó grave.

—¿No recuerdas nada? —preguntó, su voz llena de inquietud.

Negué con la cabeza, sentiendo un vacío en mi interior.
Mi madre salió corriendo de la habitación, dejándome sola y ansiosa.
Minutos después un hombre vestido de blanco entró en la habitación completamente solo, me miró aliviado mientras se acercaba a mí.

—Hola, Vanessa. ¿Cómo te sientes?

—Me duele la cabeza —respondí, llevando mi mano a la frente.

—Descansa, Vanessa. Tal vez tienes muchas preguntas, pero es importante que descanses. Te dejaré sola por ahora, necesitas recuperarte —dijo, sonriendo suavemente.

Su salida me sumió en una gran ansiedad, rodeada de preguntas sin respuestas.

¿Qué había sucedido? ¿Por qué no recordaba nada?

Clavé mi mirada en el reloj que colgaba impasible en la pared, y me invadió una sensación de incredulidad al descubrir que las manecillas marcaban las 11:40 de la noche. El tiempo parecía haberse detenido, pero los minutos y las horas seguían deslizándose silenciosamente, como gotas de agua que caen en un estanque tranquilo. La fatiga finalmente se apoderó de mí, y mis párpados cedieron al peso de la somnolencia, sumergiéndome en un sueño profundo.

Me desperté jadeando, con el recuerdo de mi sueño aún fresco en mi mente. ¿O era realidad? La frustración me consumió, y mi mano se levantó para tallar mi cara.
La noche en vela había sido interminable, la curiosidad y el dolor eran un impedimento para volver a dormir.

Lo recordaba, mi hogar fue irrumpido por dos intrusos que buscaron apoderarse de mis pertenencias, pero su intención se tornó violenta cuando descubrieron mi presencia. Y fue ahí cuando uno de ellos me asestó un golpe brutal en la cabeza.

¿Era solo un sueño?

Mi madre llegó horas después, su silencio inicial me intrigó. Parecía querer decirme algo, pero se contenía.

—¿Qué me pasó? —pregunté, rompiendo el silencio.

Su mirada se desvió, y mi corazón se tensó.

—¿Se metieron en mi casa, no? —insistí, ansiosa—. Ella asintió lentamente.

—Te golpearon en la cabeza... Estuviste inconsciente tres semanas—

Meses de vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora