2
"Encuentro inesperado"
—Vamos, dame mi chocolate.Habían pasado varios minutos desde que intentaba convencer a la máquina expendedora del hospital de que me entregara mi chocolate, pero a pesar de haber insertado las monedas correspondientes, la máquina permanecía insensible. La frustración comenzaba a apoderarse de mí, sentía que mi deseo de satisfacer mi antojo se esfumaba con cada segundo que pasaba sin obtener respuesta de la máquina. La desesperación se iba acumulando en mi interior, como si la máquina se estuviera burlando de mí, negándome el pequeño placer que tanto anhelaba.
—Pfff —una risa baja se escuchó detrás de mí.
Me di la vuelta para ver quién era la persona que se burlaba de mi desgracia del día, y fue entonces cuando lo vi: el chico de ayer, con una sonrisa apenas contenida, cubriendo su boca con la mano derecha para evitar estallar en risas. Su mirada divertida se encontró con la mía, y pude sentir una extraña sensación.
—No es gracioso tener una maquina que le robe dinero a la gente —fruncí el ceño y me crucé de brazos.
—Lo gracioso es que le estás hablando a una maquina que no te escucha ni te entiende. Déjame ayudarte.
Con un gesto decidido, él se aproximó a la máquina expendedora y la agarró firmemente por ambos lados. Luego, con un movimiento brusco y enérgico, comenzó a sacudirla con fuerza. El resultado no se hizo esperar: segundos después, mi barra de chocolate cayó finalmente, acompañado de otros tres dulces que habían estado atascados. Una vez que hubo liberado a la máquina expendedora de su fuerza, se agachó con elegancia para recoger el botín de dulces que había logrado liberar. Se puso de pie con una sonrisa radiante en su rostro, y con un gesto galante, me extendió su mano ofreciéndome los tres dulces y el chocolate que había recuperado. Su sonrisa era contagiosa, y no pude evitar devolverle una sonrisa igual de amplia mientras aceptaba su ofrecimiento.
—Gracias y ya que me ayudaste, ¿quieres uno?
Su expresión cambió repentinamente, revelando una sorpresa genuina ante mi pregunta. Mientras tanto, sus ojos, de un cálido color miel, se sumergieron en un escrutinio detallado de mi rostro, como si buscaran descifrar los secretos detrás de mis palabras. La intensidad de su mirada era casi palpable, y sentí un leve escalofrío al ser objeto de su atención.
—Gracias por la oferta, pero aunque me duela, tendré que rechazarla, no me gustan los dulces.
—¿No te gustan? Qué extraño.
—Encontrar a gente que le gusten los dulces es muy común.
Su comentario me picó un poco, pero no lo suficiente como para encender mi ira. Sin embargo, decidí asumir el papel de la ofendida, más por diversión que por genuina indignación.
—¿Dices que soy una persona común? —coloqué mi mano libre en el lugar donde late mi corazón, justo en el centro de mi pecho, como si me estuviera doliendo.
—Eh, no, yo no... Bueno, sí, pero —de sus labios escapó una risa nerviosa y contenida, como un escape de vapor que revelaba su turbación interna. La risa sonaba un poco forzada, como si estuviera tratando de disimular su desconcierto y la falta de palabras adecuadas para responder—. Siento que metí la pata, hay que empezar de nuevo.
—Jajaja, bien. ¿Qué haces aquí, Allem? Me imagino que no estás aquí solo para salvar a las personas que pasan por la ladrona maquina expendedora.
Mientras respondía, procedí a guardar mis dulces en la bolsa de mi sudadera. Luego, con una sonrisa anticipatoria, desprendí la envoltura de mi barra de chocolate y finalmente, le di un mordisco suave, permitiendo que el sabor rico y cremoso inundara mis sentidos.
—Me hace feliz que te acuerdes de mi nombre. Respecto a tu pregunta, pues, estoy haciendo mis prácticas o servicios que son requeridos para graduarse como médico. Y no, no soy el héroe de todos, solo el tuyo.
Al escuchar sus palabras, me pilló desprevenida con el trozo de chocolate en la boca, y me atraganté. El dulce sabor se convirtió en un nudo en mi garganta mientras luchaba por tragarlo, y una pequeña tos escapó de mis labios. Mientras intentaba recobrar el aliento, sus palabras seguían resonando en mi mente, envolviéndome en una cálida sensación de felicidad. Mi rostro se tiñó de un suave rubor, revelando mi turbación y deleite ante tan tierna declaración. La mirada de sus ojos, llenos de sinceridad y cariño, me hizo sentir como si estuviera flotando en un mar de emociones.
—¿Eh? —respondí ante la falta de palabras.
Con un gesto nervioso, llevó su mano a su cabello y lo alisó con dedos temblorosos, como si tratara de calmar su propio nerviosismo. Luego, me miró directamente a los ojos, y su mirada profunda y penetrante me hizo sentir un escalofrío.
—¿Quieres dar un paseo? —preguntó de repente con un tono cautivador.
—Eh, yo... no sabía que podíamos salir del hospital.
—No podemos, me refería a un paseo por los pasillos del hospital, ¿no es el escenario perfecto para un momento romántico? —dijo con una sonrisa irónica, elevando una ceja en un gesto de sarcasmo.
Asentí con la cabeza, riendo suavemente ante su respuesta. Él me hizo un ademan con la mano, invitándome a avanzar primero. Me demoré un instante para darle otro mordisco a mi chocolate, y después comencé a caminar por el pasillo. Allem se unió a mí enseguida, su figura alta y elegante destacando a mi lado. La diferencia de altura era evidente, pero su presencia era cómoda.
—¿Y por qué estás aquí, Vanessa? —preguntó de repente.
Me sobresalté, y tuve que tragar rápidamente el chocolate que aún tenía en la boca. Me aclaré la garganta, intentando encontrar las palabras adecuadas para responder.
—Hm, un traumatismo craneoencefálico.
—Eso es bastante grave, ¿tuviste un accidente?
—No realmente, se metieron a mi casa y me golpearon con algo —me encogí de hombros.
—¿Qué? —se detuvo en seco con un rostro lleno de preocupación—. ¿Quién?
—No lo recuerdo, pero lo más seguro es que ni si quiera haya visto sus caras.
Me detuve junto a él, ofreciéndole una sonrisa amable. Pero antes de que pudiéramos compartir un momento más, una chica se aproximó y se interpuso entre nosotros, ignorándome por completo con una actitud que parecía reclamar su atención exclusiva.
—¡Allem! Te he estado buscando desde hace un rato, ¿qué tanto hacías?
Ella intentó agarrar su brazo, pero él se retiró con rapidez y se colocó a mi lado, como si buscara alejarse de su contacto. Yo expresé mi desaprobación con una mirada de desagrado, sorprendida por su actitud tan desagradable.
—Estoy ocupado, ¿necesitas algo? —espetó él.
Ella me miró de mala manera inspeccionando todo mi cuerpo en repetidas ocasiones.
—¿Olvidas que tenemos práctica en grupo?
Él ignoró por completo su pregunta y me miró.
—¿Cuándo te darán de alta, Vanessa?
—Eh, creo que en dos días. ¿Por qué? —le respondí mientras soportaba las malas caras de la chica.
—Te visitaré esos dos días, ¿no te molesta?
—Eh, no me molesta, pero si no puedes hacerlo lo entenderé.
—Claro que puedo —me dijo con una voz suave—. Sacaré tiempo para ir a verte.
Mi rostro se tiñó de un suave rubor ante su promesa, pero antes de que pudiera responder, él se despidió con una sonrisa y se fue. Sin embargo, mi momento de ensueño se vio interrumpido por la chica desagradable, que se acercó a mí con una sonrisa burlona.
—No te molestes en soñar con él, nunca serás lo suficientemente buena para él. Y además, su corazón ya está ocupado por alguien más —con esas duras palabras, se dio la vuelta y se alejó, dejándome con una sensación de duda.
ESTÁS LEYENDO
Meses de vida
RomanceVanessa desaprovechó algunos años de la vida siendo completamente infeliz con tal de satisfacer a las personas incorrectas en su vida. Y ahora que ha encontrado a las personas correctas para compartir su vida, el destino le ha puesto un cruel y gran...